¿De vuelta al Humanismo?
Deseo anotar estas ideas que
próximamente ampliaré ampliamente.
Sin disculparme por sentir añoranza,
tengo la necesidad de rememorar una excitante época en la que pude saborear la
dulzura del humanismo. Fue mi arranque como psicólogo humanista, aspecto del
que nunca he renunciado, pero actualmente no están siendo buenos tiempos para
ello.
La tan radical sumisión a esta ideología dominante nos disocia entre la servidumbre a la economía neocapitalista deshumanizadora y el ansia profunda de liberarse se este insufrible pesar; nos insensibiliza y nos empuja a la búsqueda de salidas personales. El ámbito de las creencias actúa en tal sentido y genera la sensación de pertenencia a un colectivo, en el cual ilusoriamente esperamos encontrar el apoyo común y alivio a la miseria personal y la angustia existencial.
Desde la polarización entre las
orientaciones psicoanalíticas y las conductuales, el hacer psicológico en su
investigación, teoría y práctica lo inundaba todo; quedando lo demás a merced
de disciplinas como la sociología, antropología, pedagogía, filosofía y parapsicología.
Entonces el aspecto cultural, influido por los aires que generaron asimismo el
Mayo del 68, manifestaron lo que ya, a partir de entonces, se llamó Psicología
Humanista. La psicología humanista cuestionaba las dos tendencias anteriores
con importantes críticas; dándole importancia al fenómeno personal de
experiencia que manifiesta el presentar el estado de humanidad en el
individuo-persona. Ya no es importante
en la salud el aspecto “normalidad” o ausencia de “patología”. Lo que importa
es la integración en la propia persona de su potencial y el compromiso en su
actualización. La psicología humanista superó los moldes marcadamente
científicos y teóricos referentes a la salud mental y lo sumergió en su
congruencia e integridad personal con su consecuente responsabilidad en
mantener la salud (integración y coherencia) y su auto realización. Ya iré
profundizando en este tema.
La tan radical sumisión a esta ideología dominante nos disocia entre la servidumbre a la economía neocapitalista deshumanizadora y el ansia profunda de liberarse se este insufrible pesar; nos insensibiliza y nos empuja a la búsqueda de salidas personales. El ámbito de las creencias actúa en tal sentido y genera la sensación de pertenencia a un colectivo, en el cual ilusoriamente esperamos encontrar el apoyo común y alivio a la miseria personal y la angustia existencial.
Y ahora, en estos tiempos, con la
aparición de la tecnología de la información y robótica, cuando aún la mayoría
de los pobladores del mundo no han conseguido todavía la adquisición de la auto
realización humana, nos alcanza como un tsunami el “transhumanismo” que,
ideológicamente, amparándose en una concepción cientificista predica que la
evolución de la humanidad se deberá al ámbito tecnológico y biotecnológico
aplicado al ser humano; evidenciando un conjunto de retos de índole moral y
éticos.
Aclaro que con el humanismo no se trata de negar el avance de las
ciencias y la tecnología en beneficio del ser humano y del mundo; pero pensemos
en la implicación de la manipulación biogenética en la salud de la gente y en
el medio natural del planeta, piénsese en las tecnologías de modificación de la
conducta y el sentir humano mediante sustancias “farmacológicas” dirigidas al
funcionamiento cerebral y con chips integrados en el organismo. En que el
recuerdo de lo que acontece se traslada a la memoria mecánica de un PC, de la
nube o de un dispositivo USD o de disco duro. Así se nos adiestra a vivir en un
presente inmediato en el que no se integra la experiencia del pasado y ya no
hay tiempo para proyectarse con valores y propósitos no condicionados en el
futuro. Es necesario sobrevivir o no ceder estatus para la gran mayoría.
Cada
uno se adscribe en un mundo digital de concordancia de perfiles, ésta es la
adscripción a redes sociales con contacto únicamente con afines, y la propia
gestión de cuanto introducimos en la red por las corporaciones que nos estudia
y nos inunda con su marketing interesado conforme a la información que le
suministramos.
Posthumanismo |
Es un refuerzo constante que nos alivia de la soledad
existencial y crea la ilusión de comunicación y contacto cuando sólo nos da
placebo, aquello que deseamos y no la realidad.
Ya no es necesario el reto de
contactar y conocer a gente en el mundo real, ya no es necesario conversaciones
persona frente a persona o por medio epistolar
integrando razón, sentir y responsabilidad. Ya no es necesario el convertir las
experiencias y vivencias en relatos, poemas y canciones. Todo está en la
“nube”.
En todo esto tenemos indicios de lo transhumano que sueña con concluir
en una era posthumana puramente cibernética.
En la ficción ya se anuncia su
advenimiento, produce asombro y también verdadero horror.
Quien adquiere suficiente contacto
con su dimensión auto realizante humana, tiene recursos para enfrentar este
colosal desafío; pero hay intereses potentes en establecer todo tipo de
dificultades.
No hay tiempo ni recursos para adentrarse en el contacto con el ser, sólo el horror del mundo hostil (desgracias naturales, guerras, epidemias,
desertización, crisis económicas que sin acabar de solucionarse ya se anuncia
la venidera, precariedad laboral, realitis, conflictos políticos e
identitarios, y un largo etcétera) del que debemos evadirnos con un tipo de
“soma” social y cultural.
Debemos reivindicar la consideración
de alcanzar el humanismo que ahora nos pertoca; maravillarnos de lo que
conectar con nuestros dones y potenciales que surgen de nuestro ser, a pesar de
todo; de lo íntimo de nuestro ser y del ser de los demás como portadores de
talento y potencial genuinamente personal, que podamos compartir en una fresca
y directa comunicación. En este punto la globalización será el de la comunidad
planetaria de auto realizadores y auto realizados como en su tiempo anunciaba
A. Maslow.
Ernesto Cabeza Salamó 1º de febrero
de 2020.
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