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viernes, 31 de diciembre de 2010

Ontoenergética del Invierno: Celebración del Solsticio invernal "Yule"


Yule (Navidad) Solsticio de Invierno


     Cuando vemos aproximarse las fiestas navideñas, una peculiar excitación recorre nuestro ser. Por un lado nos ilusiona todo ese contexto y ambiente de celebración, único, sin igual; y por otro nos acude cierto estrés por la cantidad de preparativos, actos y celebraciones y también por la previsión de cansancio que va a suponer. Albergamos tiernos sentimientos ligados a viejos recuerdos tradicionales y de la infancia. Efectuamos los presupuestos de gastos, pudiéndonos llevar las manos a la cabeza ¡Menudo gastón se avecina!
     Así es. El contexto consumista en todos sus aspectos hace especial mención en estas fechas. Festejo, banquetes, regalos, decoración, etc.
    Salimos a la calle pomposamente decorada e iluminada; los escaparates rebosantes, múltiples canciones navideñas resuenan por doquier mezclándose unas con otras; simpáticas personas disfrazadas de rechonchos “Papás Noel” se apostan en las puertas de ciertos establecimientos con su risita característica y tradicional campanilla. Y los niños esperan con gran ilusión que se dé, una vez más, una fecha mágica y les colme de golosa felicidad por ser fiesta escolar, por los dulces y regalos. Los padres y familiares no regatean lo más mínimo para que así sea.

     Veamos ahora otra visión. Los primeros fríos invernales acuden; en muchos lugares ya han caído o están cayendo las primeras nieves, y si no lo hace, las bajadas de temperatura ya indican la inminencia del invierno. Hace bastante que los árboles caducos han perdido sus hojas y puede que en los parques aún queden secos mantos de ellas por recoger. Los días son los más cortos del año y las noches muy largas; todo ello nos pide permanecer más en el hogar y menos deseos de salir al aire libre. Esto anuncia el Solsticio invernal; aquella noche en la que el día habrá sido el más corto del año y la noche la más larga. Por un instante, en lo que una inhalación y exhalación, se produce un gran cambio. El retroceder de la luz llega a su máximo e instantes después empieza a progresar. Un mágico acontecimiento acaba de ocurrir que reúne lo que pasa en un Hemisferio del planeta, nos ocupa ahora el Septentrional y lo relaciona con fenómenos cósmicos. La luz del Sol ha agonizado y momentos después nace y crecerá lentamente encaminándose a la primavera. Éste es el significado arquetípico de esta fecha. Su agonía ha sido lenta y con ella ha despojado de vida a la naturaleza; pero ahora, justo en el centro de esta noche, la más larga del año, nace el nuevo sol, como un bebé, que debe crecer amorosamente hasta adquirir su poder de calentar e iluminar al mundo representado por la Madre Tierra, la Naturaleza.
     Las luces intermitentes y policromas, la música de las canciones navideñas nos impiden apreciar este misterio, y este misterio arquetípico, más allá de las tradiciones religiosas se repite año tras año a lo largo de los milenios de los cuales puede testificar el humano en la Tierra.
     Es un error que la Navidad deba celebrarse simultáneamente en todo el planeta. Esta es una imposición del colonialismo de una religión procedente del Hemisferio Norte. En el Hemisferio Norte acontece en diciembre, en el Sur en junio. La razón de ello es su relación con la duración del día y el simbolismo arquetípico, no con  el mito del nacimiento del niño Jesús que, como veremos, no nació a fines de diciembre, sino en septiembre u octubre del mundo Septentrional. La imposición de una religión en diversas versiones con finalidad ecuménica ha roto la armonía de las  gentes del Hemisferio Sur en sus condiciones climáticas, solares y telúricas. En el Solsticio de verano se celebra la máxima expansión de la vida en la Naturaleza y no el nacimiento de esta promesa de la vida en la protectora apertura de una cueva de la Madre Tierra. Amigos, hermanos del Sur; reclamad volver a armonizaros con los ciclos de la Madre Tierra y celebrad vuestra Navidad en vuestro Solsticio Invernal y no en el nuestro. Se os obliga a ir en contracorriente a la energía que hay en vuestro hemisferio en boca de un mito religioso que, al fin y al cabo, tuvo que cristianizar a las poderosas fiestas paganas que en Europa se daban en aquellos tiempos. Todas las culturas que fueron conquistadas por el impresionante Imperio romano tenían sus fiestas solsticiales, incluida la propia Roma; y con el advenimiento del cristianismo no se tuvo otro remedio que adaptarlas a  sus intereses para mantenerse y prosperar.
     De todo esto trataremos en todas estas páginas. Pero sí anuncio que, aunque en muchos aspectos hable en general para el Hemisferio Norte, también, en particular, me ocupo de  esta minúscula parcela geográfica que ocupa mi espacio geográfico y cultural. He nacido y vivo en Barcelona, capital catalana en la Península Ibérica, con sus propias tradiciones en estas festividades. Para los que no sois catalanes, quizá os sirva como una expresión de otras costumbres que os resultan ajenas; pero es mi contexto y en él me expreso.
     Tal como propuse al presentar la Sagrada Rueda de la Vida, voy a utilizar los nombres celtas de sus festividades; no porque las reclame como denominación; sino porque son más representativas en Europa que las romanas; y porque el tradicional calendario celta, con sus dos épocas: la de Oscuridad y la de Luz divide los dos medios años con sencillez y naturalidad; y porque se organiza alrededor de 13 meses lunares, cada cual con el nombre de una especie vegetal que florece o fructifica en esa luna. ¡Qué mejor acto de amor a la Madre Tierra que nombrar cada una de sus lunas con el nombre de una de sus más maravillosas criaturas vegetales! Para la mayoría de las gentes, cuando pensamos en el mundo vegetal pensamos en términos de “materiales para… construir, industriales, combustible, alimentación, etc.”. Pensamos en el mundo vegetal como objetos y no como seres vivos gracias a los cuales este planeta tiene suelo y también oxígeno. Ya simplemente por este reconocimiento y la gratitud hacia todas las formas vegetales y su ancestral sacrificio para apoyar nuestra supervivencia, merece el que los meses lunares lleven algunos de sus nombres.
    Yule es el término celta que se traduce por Navidad. Ambos son correctos. Utilizad el que mejor sintáis en el corazón; pero ambos son de origen pagano. Uno druídico y el otro del paganismo de la antigua Roma. Natividad sería el cristiano, pues pretende celebrar el nacimiento, la natividad de Jesús.
     La imaginería con la cual abordamos la decoración cultural de nuestras ciudades y hogares brota directamente del pasado pagano. En Oriente no había nieve en la población de Belén y tampoco el árbol de Navidad; pero nuestro espíritu arquetípico, en lo más profundo de nuestro psiquismo recuerda y pervive el sentir de percibir el verde perenne del abeto, del pino o del ciprés cuando los demás árboles ya están desnudos y como muertos. Y también es conmovedora la serena paz y amor que en la tradición cristiana une las figuras de la Virgen María y el Niño; que tan claramente evoca el mito de las antiguas celebraciones del culto a la diosa en Yule, con el nacimiento del Niño-Sol durante la noche más larga del año.
     Aunque el carácter festivo de la noche pida ruido y diversión y muchos la celebren bailando y cantando durante toda la noche, en el rincón profundo de nuestro self, en el lugar en el que reside el Misterio en nuestro Ser, permanece el silencio, la quietud. La espera atenta, reverente, esperanzada del nuevo amanecer. La quietud de la Tierra en el descanso invernal, esperando que la luz aumente y las semillas de vida puedan, una vez más, germinar y dar su fruto. Esta quietud silenciosa, atenta, esperanzada, convocando la nueva vida que llena lo profundo de nuestro ser y lo que nos alegra al confiar que un nuevo ciclo de vida está naciendo en el recóndito refugio de nuestro ser.
     Las cuevas, arquetípicamente, representan el tránsito entre nuestra conciencia ordinaria y la propia de nuestro Ser, nuestra “Tierra Interior”. En lo profundo de estas cuevas reside la otra tierra luminosa y con poder. Por eso en la cueva, en el humilde pesebre (refugio de animales, es donde nace el Niño-Sol  o el Niño-Luz. En lo profundo de la cueva, donde no puede alcanzar el rigor de los fríos y vientos luce nuestro “sol interior”, nuestra espiritualidad; y en tal fecha se armoniza con la Tierra y el Astro Solar para recrear el Misterio. El misterio del “Alumbramiento de la nueva luz” en nuestro corazón y en la Naturaleza Viva.
     Si nos tomáramos la molestia de acudir a la naturaleza en estos días tranquilos de invierno, contemplándola, nos daríamos perfecta cuenta de la inmensa belleza, pruebas de sosiego y calma que nos rodea aunque sea de bosques desnudos, con o sin nieves, y que el claro-oscuro es el color dominante. Hay quienes dicen que deprime; pero eso refleja la posible distancia que hay entre nuestro mundo ilusorio cultural y social y el de la profundidad de nuestros corazones, muy alejado, a veces, del cotidiano. El invierno nos recuerda la muerte, y en occidente nos asusta en demasía. La muerte tiene su belleza y sus secretos y es esperanza de vida. Esto conmueve cualquier alma sensible tratando de mantener a distancia la presencia, de esta realidad necesaria e inevitable.
     La esperanza del re-nacimiento de la vida, de la luz; es lo que celebramos en Yule, y esta luz interior la proyectamos en nuestro ambiente llenándolo de policromas luces y áureos reflejos. Cuando más oscuro y frío es el país, más necesidad de ello hay, como es natural.
     Voy a proponer el tratar de re-descubrir el sentido profundo de esta celebración y de sus fiestas en esta época tan especial. Con lo cual vamos a motivar que nuestras decisiones y actos se encaminen hacia el mundo interior antes que el comercial, que nuestros hijos se sorprendan y se sientan felices más allá de los listados de deseos en la carta a Papá Noel o a los Reyes Magos de Oriente. Vamos a participar en la familia y con nuestros jóvenes de las sensaciones y sentimientos que crearon nuestros ancestros la necesidad de celebrar estas fechas con sus símbolos, la madera y la luz inextinguible que luce en la oscuridad.
     Yule hace referencia a fiestas muy antiguas indoeuropeas en las que se celebraba los cambios de la naturaleza en su ciclo anual en el Hemisferio Norte. Esos cambios iban en torno a la Naturaleza-Sol, como tratándose de una pareja divina dadores y sustentadores de la vida.
     Comúnmente no se conoce la distinción entre Navidad (Yule) y Natividad, porque ambas celebraciones se han hecho coincidir. Míticamente se refieren al mismo fenómeno, pero religiosa y culturalmente hasta se oponen.
    La palabra Yule todavía existe en algunos países como en Escocia, Noruega, Dinamarca y Finlandia. Se suele considerar actualmente el periodo festivo comprendido desde el día de Nochebuena hasta el primer día del año nuevo, o hasta el día de Reyes.
    En los círculos religiosos cristianos, desde el catolicismo hasta el protestantismo, y en diversas variantes de los mismos, el término Natividad es el correcto, que anuncia el nacimiento del niño Jesús y así se distancia y diferencia de navidad de origen pagano y de yule de origen claramente druídico.
     Los antiguos romanos celebraban el solsticio de invierno, cuando “el sol vence a las tinieblas” y empiezan a alargarse los días. Cuando el emperador Constantino, con el edicto de Milán, declaró el cristianismo romano como religión oficial del Imperio, los romanos seguían celebrando sus tradicionales fiestas solsticiales invernales; entonces la Iglesia decidió absorber esa fiesta dándole un sentido cristiano, puesto que hasta entonces no se celebraba la Natividad del Señor “Nativitas Domini”. El sol pagano (Apolo) que vence a las tinieblas se transforma  en Cristo, y desde entonces la Navidad se corresponde con la noche del 24 al 25 de diciembre, cuando el solsticio es entre el 21 y 23 de diciembre.
     En la mitología nórdica europea, el dios de la luz parte en Sanhaim (31 de octubre a 1 de Noviembre) a la Tierra del Eterno Verano (el Submundo), para preparar su renacimiento, siendo su lado oscuro coronado como rey de la mitad oscura del año. Es la época de la cabalgada de Odín. Es así que en medio de la noche más oscura del año nace la nueva luz, la promesa de vida, el niño-sol divino. Yule significa “Rueda”. Es el punto en el que la Sagrada Rueda de nacimiento/muerte/renacimiento se completa. Se celebra en el propio solsticio el 21 o 22 de diciembre según el año y es cuando se produce la ruptura de la mitad Oscura del año. Con el nuevo amanecer, el sol se eleva ya un poco más y se queda día a día un poco más en el cielo. Yule es la noche más larga del año. Para los antiguos era esperar el nacimiento del Rey Roble, el Dios Sol, el Creador de la Vida, que calentaba la Tierra helada; y la “diosa”, la Madre Tierra, que con él cuidaba y guardaba las semillas durante el otoño y el invierno en sus entrañas esperando el aumento de luz y calor para brotar y florecer.
     Yule encierra en sí todos los dioses solares, las diosas madres y la “Triple diosa” (hija-madre-anciana). El mito más conocido sobre la diosa sería la relación del dios Dagda y la diosa Brighid; la divina hija, Brighid enseñó a los forjadores el arte del fuego y los secretos para trabajar el metal. La llama de Brighid, como la llama de la nueva vida, atraviesa la oscuridad del espíritu y de la mente. Mientras que Dagda con su caldero asegura que la naturaleza, siempre provea para todos los niños y criaturas del mundo.

Caldero

     El nacimiento del dios sol ocurre en una cueva, que representa la propia Tierra; por ello una de las actividades de Yule es construir una cueva.
     En la mitología nórdica europea, el dios de la luz parte en Sanhaim (31 de octubre) a la Tierra del Eterno Verano, en el submundo para preparar su renacimiento, saliendo su lado oscuro coronado como Rey de la mitad oscura del año. Este segundo personaje queda perfectamente reflejado en la figura patriarcal de Odín con su famosa cabalgada nocturna de caza que empezaba la noche del 31 de Octubre y concluía en la propia noche del solsticio en Yule.

Diosa Morringan

     Para los celtas el año empezaba en la Época Oscura en Sanhaim cuando Dagda (dios de la luz, abundancia y la vida) y Morrigan (diosa de la noche, guerra y muerte) hacen el amor, permitiendo que sus dos mundos aflojen sus rígidas fronteras. Pero en tiempos anteriores a su llegada, el año comenzaba el día del solsticio con la fiesta que se llamaba “Fiesta o Noche de las Madres”. Desde los tiempos más remotos había un culto localizado a las Madres. Este culto se encontraba extendido por todos los países germánicos y celtas. Era tal su popularidad que podemos encontrar altares de sacrificios, piedras de inscripciones y exvotos dedicados a las diosas en toda Europa, sobre todo en el Bajo Rin, Colonia, Mar del Norte, Inglaterra, Italia, e incluso en Córdoba (Dedicado a Aufaniae). Las madres eran culto popular dado a que ellas tenían poder sobre la realidad inmediata, y como es normal y corriente de un interés más real. Los nombres de las Madres son muchísimos, pero sin embargo hay una relación en común en su significado. Entre los nombres más frecuentes podemos encontrar las Alagabias "Las que lo dan todo", Aufanias "las Generosas", también Gabias "Las dadivosas" cuyo nombre es el mismo que la diosa Vikinga Gefjon. Otras madres dieron fuerza y éxito como Aflias "Poderosas". Otras ofrecían sabiduría como Saitchamias y Ahueccanias, que significarían "Adivinas de Agua". También encontramos madres con el nombre de algunos ríos sagrados. O señoras de los Árboles tales como Alatervias "Señora del Roble" o Berguiahenae "Señoras del Abedul". Hay madres sanadoras, que ayudan en el parto, de las bodas, del hogar... También Madres que tenían poder sobre los juramentos, o con la guerra, las batallas y la muerte. Sin duda estas fiestas estaban relacionadas con la tradición de la Gran Diosa Madre, seguramente del Calcolítico europeo,  en una época anterior al patriarcado cuyo mayor exponente es el mito de Odín. “La Noche de las Madres” y Yule es la misma festividad y en ambos casos representa el nacimiento del niño-dios-sol como inicio de un ciclo de renacer tras la muerte.

El mito del Árbol y del tronco de Yule


Igdrasil

     El culto druídico veneraba al árbol en especies tales como fresno, roble, pino, tejo, etc., y se debía a la sacralización de todos los elementos de la naturaleza.

    El árbol sagrado tenía el nombre de divino Igdrasil (Árbol del Universo), en cuya copa se hallaba el cielo, Asgard (la morada de los dioses) y el Valhalla (el palacio de Odín); mientras que las raíces profundas se encontraba el Submundo, Helheim, (el reino de los muertos). Los habitantes del Norte de Europa celebraban el nacimiento de Frey, dios sol de la fertilidad, adornando un árbol perenne, en la fecha del solsticio. Posteriormente con la cristianización, los cristianos tomaron la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándose totalmente el significado.
     En la tradición rúnica, se marcaba una pausa de 12 días que iba desde el 25 de Diciembre al 6 de Enero, durante ese tiempo todo debía detenerse. Era un tiempo sagrado que representaba la sucesión de las 12 lunas, y el propio 6 de enero la treceava. Antes de esa fecha se abatía un gran árbol perenne que se mantuviera verde todo el invierno. Para seleccionarlo se atendía a los designios sagrados del propio Odín, según unos, o a los de Morrigan, en otros. Se situaban trozos de carne al pie de los posibles candidatos y unos observadores vigilaban los  cuervos, las aves sagradas de ambas divinidades. Luego se abatía al árbol bajo del cual había estado el primer trozo de carne devorado por los cuervos. El árbol elegido por el poder celeste representaba Igdrasil (El árbol del universo) uniendo los mundos entre sí, siendo considerado del todo sagrado. Se cortaban sus ramas que eran repartidas entre los vecinos y que adornaban con ornamentos evocando la luz de la vida y la fertilidad y abundancia en el mundo (el origen del árbol de Yule). En el tronco se inscribían los deseos colectivos de la comunidad, con la certeza que éstos se harían realidad estando gravadas en su sagrada madera. Y hacia el final de Yule se cortaba y se repartía entre la gente que lo guardaba durante todo el año y que lo quemaría cada uno en la noche de Yule del año siguiente. He aquí el origen simultáneo del árbol de Yule y del tronco de Yule o de la suerte.


Con la cristianización se cuenta que san Bonifacio (680-754), evangelizador de Alemania, tomó el hacha y cortó un árbol que representaba el Igdrasil, y en su lugar plantó un pino, que por ser perenne, simbolizó el amor de Dios, adornándolo con manzanas y velas. Las manzanas simbolizaban el pecado original y las tentaciones, mientras que las velas representaban la luz de Jesucristo en el mundo. Conforme pasó el tiempo, las manzanas se transformaron en esferas y otros adornos.
    Después se agregó la tradición de poner regalos para los niños bajo el árbol, enviados por los Reyes Magos, Olentzero o papá Noel dependiendo de la leyenda de la región donde se encuentre. La tradición del árbol de navidad actual con los adornos actuales parece que se inició en Alemania y Escandinavia en los siglos XVI y XVII, extendiéndose a los otros países europeos.
    En cuanto al tronco de Yule, ahora que la tradición del árbol sagrado de Igdrasil, no se realiza, se ha adecuado guardando el mismo significado arquetípico. Es la representación gráfica y simbólica del renacimiento del dios. Preferiblemente el tronco debía ser de pino o de roble. Tradicionalmente el tronco que se quemaba era el tronco utilizado en la celebración del año anterior o bien un pedazo de tronco del árbol de Yule que después de cumplir su función navideña, en vez de tirarlo, se guarda una parte de él para este fin. Si los que se utilizan son artificiales, se puede adquirir un tronco “nuevo” de los árboles mencionados y hacer la quema del tronco de Yule del modo tradicional.
     Grava o pinta en el tronco la figura del sagrado sol, o un símbolo de la divinidad de tu corazón. La noche de Yule, prende el tronco en tu chimenea, o en una hoguera cuidando de no dañar el ambiente, diciendo las siguientes palabras: “La rueda gira, el poder arde”. Mientras ves el tronco quemarse visualiza al dios sol brillando dentro de él y medita acerca del “renacimiento”. Y debe arder a lo largo de toda la noche haciéndose o no vigilia. Tradicionalmente se hacía vigilia acompañando el renacer del dios sol a lo largo de la noche más larga del año. Es identificarse con su largo proceso de renacer. Y las cenizas resultantes se cree que traerán buena suerte al hogar donde se ha quemado.




     En relación con el tronco de Yule, hay otra tradición que originariamente debió surgir de esta antigua fiesta celta. Es el “Tio de navidad” en Cataluña, Aragón y Occitánia.

     En Cataluña se llama “Tió de Nadal”, en Aragón “Tronco de Nadal” o “Toza” y en Occitania “Cachafuòc” o “Soc de Nadal”.
     Es una tradición emparentada con la del árbol de navidad o Yule que se le hacía arder en el hogar. El fuego de la casa o de tierra. Este tronco al quemarse, daba bienes tan valiosos como el calor y luz; tanto en su aspecto formal como en su aspecto simbólico espiritual evocando valores de la Navidad y del significado del solsticio que ya he presentado; y que para los niños además ofrecía ciertos presentes como golosinas, galletas, turrones, etc., actualmente se suelen añadir pequeños juguetes para completar las expectativas de los más pequeños. Pero aún puede encontrarse en ciertas poblaciones, hogares en los que el “tío” es un gran tronco que se pone a quemar en el fuego de Navidad.

Tió de Nadal

     A partir de su origen celta original (tronco de Yule), sufrió una evolución en la que este mágico tronco, un día cercano a la víspera de Navidad (24 de diciembre); llega a  la casa llamando a la puerta. Quien le abre la puerta y lo acoge en la casa debe cuidarle, darle calor cubriéndolo con una manta y colocándolo cerca de una fuente de calor (chimenea, estufa, calefacción) para que no pase frío y darle de comer hasta el día 24 por la noche, momento en el que se le hace “cagar” con la expresión “caga tió”. Al introducirse esta tradición en las ciudades, al no ser tan fácil conseguir un tronco, se pasó a comercializarlo en diversos tamaños y darle una apariencia cultural, siendo todos los que se venden iguales. Suelen presentar una barretina (gorro tradicional catalán de color rojo), tienen pintada una cara sonriente y, frecuentemente dos patas delanteras. Originalmente todos eran diferentes, porque simplemente era un tronco grande al que el adulto pintaba como quería.
     El “Tio” se instala tradicionalmente en la cocina, comedor o salón, cerca de una fuente de calor. Se leda de comer pan seco, algarrobas, mondas de naranja o mandarina, los propios frutos u otros frutos; hay quienes les dan de comer chocolatinas y otros dulces. También hay que darle agua para beber. Gracias a estos cuidados el “Tió” podrá “cagar” los regalos.
    La tradición del “Tió” era para ofrecer regalos a los de la casa, y estos según las condiciones históricas ha ido variando con el tiempo; antes eran dulces y turrones o repostería de celebración con lo cual se celebraba la fiesta; en tiempos de carestía eran frutos secos; actualmente el Tió ofrece mucha más variedad de dulces, y hasta pequeños regalos; pero sin ser el principal portados de regalos, cuya hegemonía sigue siendo “Papá Noel” o los “reyes Magos”.
     Al Tió, según los hogares, se le hace “cagar” en Nochebuena o en Navidad. Es una tradición que conserva todo un ritual tradicional. Es una ceremonia doméstica o de pequeña comunidad (escuela, grupo de amigos) que consiste en recitar o cantar unas conocidas canciones y al acabar golpear con varas al tronco para que este “cague”.
    La canción típica en Cataluña  es esta que, con diferentes variantes, se mantiene  cantándola los niños:
“Caga Tió
ametlles i torró.
No caguis arengades
que son massa salades.
Caga torrons
que son més bons.
Caga tió
ametlles i torró
i si no vols cagar
et donaré un cop de bastó.

     O esta versión más reducida:

Caga tió
mel i mató.
No caguis avellanes
que no ens agraden.
Caga torró
que es molt bo.
I si no cagues be
et donare amb el bastó.



El mito de Papá  Noel

     Este personaje tan asociado actualmente con el comercio y la Navidad es fruto de un potente sincretismo. Es un personaje legendario inspirado en un obispo cristiano de origen griego llamado Nicolás en el siglo IV en Anatolia, Turquía. Era una de las personas más veneradas por los cristianos de la Edad media, del que aún se conservan sus reliquias en la basílica de Bari, Italia.
    Por otra parte tiene que ver con una evolución de antiguos mitos nórdicos de Odín y de Noche de Yule, a la cual se añadió la leyenda de San Nicolás de Mira, distribuyendo regalos. Los normandos tardaron en ser cristianizados en la Edad Media y en la Europa atlántica coexistieron con el cristianismo ya estructurado. No es de extrañar en que cuando el mito llegó a América fuera a través de los holandeses y alemanes. El porqué de su asociación con Odín se debe a algunos de sus características. A Odín se le representaba acompañado por su caballo Sleipnir y por los dos cuervos que lo ven todo, así como en numerosas representaciones de san Nicolás, éste está acompañado de su caballo y de dos pierrots negros (pierrot representa el arquetipo del criado, y por eso son sus ojos y oídos), obedeciendo a una evolución de elementos mágicos a personajes más cortesanos. De la idea nórdica de Odín también procede la idea de su procedencia polar a través de la cabalgata nocturna de Odín montando el caballo de ocho patas “Sleipnir”. La cabalgada nocturna de Odín  empezaba la víspera de Sanhaim (31 de octubre) y acababa en la noche más larga del año, en Yule, el Solsticio de invierno. También se ve el paralelismo con la cabalgada aérea de Papá Noel desde el Polo Norte a bordo de un trineo tirado por renos lapones todo ello mágico.
Historia de Nicolás de Mira
     Nació en el año 280 en Patara, ciudad del Sudoeste de la actual Turquía. Era hijo de una familia acomodada siendo sus padres muy rígidos. Su padre deseaba que también fuera comerciante en el Mar Adriático, mientras su madre esperaba que fuera sacerdote como su tío, el obispo de Mira. La peste mató a sus padres y él conmovido por la desgraciada situación de los enfermos de su ciudad, repartió sus bienes entre los necesitados y partió hacia Mira para vivir con su tío y ordenarse sacerdote, cosa que logró a los 19 años. Más tarde, al morir su tío fue elegido para reemplazarlo.
San Nicolás de Bari
     El emperador Diocleciano que reinaba entonces en toda Asia Menor persiguió cruelmente a los cristianos. Ello condujo a que fuera apresado y obligado a vivir cierto tiempo en el exilio.
     En el 313 el emperador Constantino restableció la libertad religiosa y Nicolás pudo retornar a su cargo de obispo. Nicolás murió en 343 seguramente víctima de persecuciones religiosas del Imperio Romano. Fue enterrado en Mira.
     De él se cuenta muchas historias, narrando sus milagros y bondades para con la gente humilde, tanto fue así que se convirtió en santo patrón de Grecia, Turquía, Rusia y la Lorena.
     Se cuenta que alguien acuchilló a varios niños, entonces el santo rezó por ellos y obtuvo su curación casi inmediata.
Como repartidos de obsequios se cuenta que un empobrecido hombre padre de tres hijas, no podía casarlas por no tener dote necesaria, al carecer las muchachas de la dote parecían condenadas a ser “solteronas”. Enterado de esto, Nicolás le entregó, al obtener la edad de casarse, una bolsa llena de monedas de oro a cada una de ellas. Se hizo en secreto entrando por la ventana y  poniendo la bolsa de oro dentro de los calcetines de las niñas, que colgaban sobre la chimenea para secarlos. También fue nombrado patrón de los marineros porque estando algunos de ellos en  una terrible tempestad en alta mar y viéndose perdidos comenzaron  a rezar y a pedir a Dios. En ese momento la figura de San Nicolás se hizo presente y calmó las aguas.
     En Oriente se le conoce como San Nicolás de Mira, pero en Occidente como san Nicolás de Bari, ya  que, cuando los musulmanes invadieron Turquía, los cristianos lograron sacar en secreto sus reliquias (1087) y las llevaron a la ciudad de Bari en Italia. En esta ciudad se obtuvieron tantos milagros al rezarse al santo que rápidamente su popularidad se extendió por toda Europa.  Se festeja la noche del 5 al 6 de diciembre.

SinterKlaas

     Antes de que San Nicolás obtuviera el reconocimiento mítico de distribuidor de regalos, había otros personajes tradicionales y culturales que cumplían esta función. En la antigua Roma, cuando se celebraban las fiestas Saturnales, a mediados de diciembre, al final de éstas los niños recibían obsequios de todos los mayores. Más tarde, en otras tradiciones igualmente existía  este rol; el Italia los niños recibían los regalos de un “hada o bruja” llamada Befana. En Cataluña, Aragón Y Occitania de un tronco mágico llamado “Tió de nadal”. En los pueblos de algunos valles vascos y navarros, los regalos los traía en carbonero Olentzero y también duendes de barba blanca, botas altas y gorro de armiño. En ciertas zonas del centro de Galicia se oye la leyenda del “Apalpador”, que llegaba el día de navidad para palpar las barrigas de los niños, dejando castañas a los niños más delgados (para que engordaran) y carbón a los mejor alimentados (para que calentaran la casa). Con el tiempo y con la fama de los prodigios de san Nicolás, éste fue remplazando a algunos de estos personajes paganos.   
     Se cree que fue alrededor del 1624, cuando los emigrantes holandeses fundaron la ciudad que después sería Nueva York, que éstos llevaron sus costumbres y mitos, entre ellos el de Sinterklaas, su patrono (cuya festividad se celebra entre el 5 y 6 de diciembre).  En  1809, el escritor Washington Irving escribió una sátira, “Historia de Nueva York” en la que deformó al santo holandés Sinterklaas, en la burda pronunciación angloparlante Santa Claus. Más tarde el poeta Clement Clarke Moore, en 1823, publicó un poema donde dio cuerpo al actual mito de Santa Claus, basándose en el personaje de Irving. En ese poema se hace mención de una versión de santa Claus, enano y delgado, como un duende, pero regalaba juguetes a los niños en víspera de navidad y que se transporta en un trineo tirado por nueve renos, incluyendo a Rudolpf. Posteriormente, hacia 1863, adquirió la imagen actual de gordo barbudo bonachón, fue gracias al dibujante alemán Thomas Nast, quien diseñó este personaje para sus tiras navideñas en Harper’s Weekly. Allí adquirió su vestimenta y se cree que su creador se basó en las vestimentas de los obispos de viejas épocas para crear este “San Nicolás”, que en ese momento ya nada tenía que ver con San Nicolás de Mira. A mediados del siglo XIX, el Santa Claus estadounidense pasó a Inglaterra y de allí a Francia, donde se le llamó Bonhomme Noël, pero vestía de blanco con vivos dorados. Igualmente a fines del siglo XIX, a partir de un anuncio estadounidense de la Lomen Company, se crearía la tradición de que Papá Noel procedería del Polo Norte; y se popularizarían completamente los renos navideños como medio de transporte de Santa Claus. Luego, a comienzos del siglo XX, en 1902, con  el libro infantil “The Life and Adventures of Santa Claus” de L. Frank Baum, se origina la historia de cómo Claus se ganó la inmortalidad y la santidad. Y también en el siglo XX, en 1931, la empresa Coca-Cola encargó al pintor Habdon Sundhlom que remoldeara la figura de Santa Claus/Papá Noel para hacerlo más humano y creíble. 

Santa Claus o Papá Noel

    El mito actual cuenta que Santa Claus vive en las proximidades del Polo Norte junto a la Señora Claus y una gran cantidad de duendes navideños que le ayudan en la fabricación de los juguetes y otros regalos que le piden los niños a través de sus cartas. Para poder transportar los regalos, santa Claus los guarda en un saco mágico y los reparte a las 00:00h. del día 25 de diciembre, en un trineo mágico volador, tirado por renos navideños liderados por Rudolph; un reno que ilumina el camino con su nariz roja y brillante, siendo el último en agregarse a la historia. Papá Noel puede entrar en los hogares de los niños al transformarse en una especie de humo mágico, y así entrar por la chimenea u otro orificio de las casas. Para saber qué niños merecen regalos, Papá Noel dispone de un telescopio capaz de ver a todos los niños del mundo, además de la ayuda de otros seres mágicos que vigilan el comportamiento de los niños. Así, si un niño se ha comportado mal, se dice que quien lo vendrá a visitar será la carbonilla y no Papá Noel, y como castigo carbonilla le regalará sólo carbón.

Los Reyes Magos
     La tradición más difundida cuenta que vinieron de Oriente, en número de tres, y que iban guiándose por una estrella (conocida como La “Estrella de Belén”) que les condujo hasta Belén. Allí buscaron al Niño Jesús recién nacido y le adoraron, ofreciéndole oro (representando su naturaleza real, como presente conferido a los reyes), incienso (que representa su naturaleza divina, empleado en el culto en los altares de Dios) y mirra (un compuesto embalsamador para los muertos, representando el sufrimiento y muerte futura de Jesús). Antes de llegar, encontraron al rey Herodes el Grande en la ciudad de Jerusalén, quien astutamente les conminó a que, de regreso, hablaran con él para darle noticia del sitio exacto donde se encontraba dicho niño; y, así, poder ir él también a adorarle. (En realidad, lo que quería era darle muerte, por eso ordenó la matanza de los inocentes).
     La tradición sigue contando cómo un ángel se apareció a los tres reyes magos y les advirtió del peligro que corría Jesús si ellos obedecían el deseo de Herodes. Así pues, no volvieron por el mismo sitio. Parece ser que, sólo por el hecho de que el relato evangélico indicara que trajeron tres dones (oro, incienso y mirra), se dio por sentado que eran tres los personajes que los traían.
     La primera vez que surge el nombre con que hoy conocemos a los Reyes Magos es en la iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena (Italia). El friso de la imagen está decorado con mosaicos de mediados del siglo VI que representan la procesión de las Vírgenes. Esta procesión está conducida por tres personajes vestidos a la moda persa, tocados con un gorro frigio y su actitud es la de ir a ofrecer lo que llevan en las manos a la Virgen que está sentada en un trono y tiene al Niño en su rodilla izquierda. Encima de sus cabezas se pueden leer tres nombres, de derecha a izquierda: Gaspar, Melchior, Balthassar...
     Poco a poco la tradición ha ido añadiendo otros detalles a modo de simbología: se les ha hecho representantes de las tres razas conocidas en la antigüedad  y representantes de los tres continentes (Asia, África y Europa).

     En España es tradicional que los regalos de Navidad a los niños los traigan los Reyes Magos la noche del 5 al 6 de enero. Esa tarde las  autoridades organizan la llamada Cabalgata de Reyes, durante la cual los personajes suelen ir montados a caballo o en carrozas, vestidos con mantos y coronas, en lugar de la vestimenta frigia totalmente desconocida. Antes, los niños deben mandarles una carta a los reyes pidiendo los regalos que quieren así como indicar los méritos por los que se merecen recibir regalos. La noche del 5 de enero los niños deben dejar sus zapatos en algún lugar de la casa. También se dejan dulces para obsequiar a los Reyes Magos e incluso agua o comida para los camellos, porque es su medio de transporte.
      Al día siguiente se encuentran allí los regalos o, en el caso de haber sido malos, carbón en su lugar. El día seis de enero suele ser festivo en toda España. Ese día los niños disfrutan  de sus regalos. Es típico desayunar el Roscón de Reyes que en muchos lugares también se toma la víspera para merendar o cenar. Aquí, en España, estos roscones suelen contener una figurita navideña y un haba.


Actividades previas a festividad de Yule
     La celebración de Yule, así como de los días festivos que le siguen requiere una intensa actividad previa de preparación en diversos ámbitos, desde adquirir las diferentes materias primas, recolectar materiales, hacer manualidades y ocuparse de los regalos. Todo ello exige la participación activa de los miembros de la familia desde unos días e incluso alguna semana antes. La razón de ello es que pueda realizarse con sosiego y evitando los apremios de última hora. Por ello en esta sección, después de haber tratado del significado de esta festividad y de los símbolos que la acompañan procedo a tratar de la creación del ambiente y sus componentes para especificar su sentimiento e implicación práctica; siempre bajo la óptica de que se trata de una celebración pre-cristiana y que implica a todos los componentes de la familia sin distinción alguna, con pleno corazón y sentimiento, abierto al proceder sincero y desde el corazón para contactar con la mística y trascendencia que implica este acontecimiento ancestral.
       Preparar “palos de olor” o “bastones olorosos”

     Una tradición secular de los indios norteamericanos es la confección de “Palos de olor”. Para ellos el producir aromas es una forma de orar, purificar y agradecer a la Madre Tierra por toda su abundancia. Preparan “bastones de olor”  a partir de la salvia autóctona y también del “Cedro de incienso” (libocedrus), un tipo de cupresácea americana. Aquí, en Europa, y específicamente en España, el “cedro de incienso” es una especie inexistente de forma natural y aún rara en los jardines, por tanto muy difícil de localizar. Y las que pueda haber se encuentran en jardines públicos o privados. Los cipreses europeos no son tan fragantes, por lo cual no es factible utilizarlos para tal menester. Son difíciles de  conseguir a  menos que se conozca a alguien que tenga uno y permita obtener de él alguna pequeña rama. En cambio,  la salvia es una planta muy corriente, la hay autóctona en las garrigas, y también se la cultiva en jardines, huertos y hasta en maceteros de terrazas. Aquí también tenemos otras plantas aromáticas que pueden utilizarse para este fin como el romero, espliego, tomillo, ajedrea, etc.
    Los indígenas americanos son conocedores de las propiedades del cedro de incienso y de la salvia para purificar, especialmente en el ámbito psico-espiritual. Si la atmósfera del lugar es desapacible, tensa, infeliz, melancólica, etc., un atento recorrer las estancias del lugar con un “palo de olor” encendido es el tradicional medio de restablecer el estado de armonía. También lo hacen quemando hojas y ramitas de estas plantas en sahumadores o tipos de cuencos en los que depositan unos carbones incandescentes y después, con plumas dirigen el aromático humo hacia el lugar requerido. En Europa mediterránea esta función tradicional de limpieza ha sido depositada en el romero además de la salvia; y en otros lugares del mundo con otras plantas como con el eucalipto en Australia. Así que recursos sobrados hay para todos y en todos los lugares de este precioso mundo.
     Al recoger  las ramitas aromáticas declararemos que nuestra intención es procurar la armonía en nuestro hogar y en nuestras relaciones; realizando inmediatamente una ofrenda de tabaco a la planta o a la tierra en la que se encuentra.
     Cada miembro del equipo recolector familiar cosecha algunas cortas ramas de las plantas elegidas, pongamos como ejemplo salvia y romero. Se deben recoger siendo verdes, enteras y con hojas, de entre 20 y 25 centímetros de longitud.  Luego reunís las ramas en hatillos en el que el romero, al tener las hojas menores, quede en el interior del hatillo envuelto por las de salvia; con todas las ramas orientadas en el mismo sentido. Estos hatillos deben tener un grueso en su parte más ancha de 5 a 7 centímetros. Seguidamente envolved cada hatillo con cordel de algodón, eligiendo el color o colores que os agraden, empezando en la parte inferior y subiendo hacia la punta; y luego otra vez hacia abajo haciendo cruzar los cordeles. Como ejemplo muestro estas fotografías de “palos de olor” de salvia hecho por los indios navajo. Tened en cuenta que cuanto más pequeñas sean las hojas y los tallos, más vueltas de cordel tendréis que realizar. Mientras hacéis esta operación podéis entonar una canción-oración apropiada, que puede ser espontánea del momento, o una que conozcáis e, incluso, un ícaro o canción de poder o de medicina. He aquí dos ejemplos:
“Sagrada Rueda de Medicina
gira, gira
envolviendo esta medicina.
Espíritu de salvia y romero,
purifícanos, límpianos.
Que nuestros corazones
Se armonicen con la Madre Tierra.
Sagrada Rueda de Medicina
gira, gira
envolviéndonos de paz y armonía”

     El segundo es la propuesta que hacen las autoras del libro “La Magia de la Tierra”:

Dando vueltas, dando vueltas
en paz, en paz
Dando vueltas, dando vueltas.
Espíritu del cedro
me llamas, me llamas.
Espíritu del cedro
me bendices, me bendices.
Dando vueltas, dando vueltas
en paz, en paz.

     Una vez rodeado el palo de olor con el cordel en sentido ascendente y descendente haced un nudo en la parte inferior y cortad las ramas desiguales unos 2 centímetros más abajo del nudo para que todo él tenga una longitud uniforme. Ahora hay que dejarlo secar antes de poder utilizarlo. Por ello es interesante hacer esta labor unas semanas antes de Yule.
Aunque en esta fecha exponga su confección, los “palos de olor” se pueden ir preparando a lo largo de todo el año, conforme crecen, y florecen las plantas aromáticas, pudiendo prepararlos con tomillo, espliego, serpol, orégano, ajedrea y otras plantas fragantes que os gusten. Añadid algo de pino, abeto, picea o cedro (cedrus) que añade un toque de ambiente peculiar, así como con algo de laurel o eucalipto. También se le puede añadir algo de canela o vainas de vainilla para buscar un aroma más personalizado.
     Para usar el “palo de olor” se enciende la parte superior con una cerilla y se deja arder un momento, luego soplad para apagar la llama, pero dejad que emita humo tanto tiempo como deseéis. Cuando consideréis cumplido el trabajo y deseéis apagarlo, extinguid el humo cubriendo la parte humeante con arena o tierra. Aseguraos que no queden tallos con brasas encendidas. Obviamente hay que tener especial cuidado cuando lo utilizan los niños. Los materiales combustibles pueden chisporrotear, o dejar caer alguna pequeña brasa en el suelo, la propia ropa o los niños produciendo quemaduras o dañar muebles, alfombras y otros tejidos. 
     Si os resulta dificultoso hacer un “bastón de olor” o no podéis conseguir ramas de esas dimensiones, entonces podéis tomar pequeños trozos, dejar que se sequen y preparar con ello un incienso tal y como expongo en las actividades de Ostara (aparecerá casi en primavera). El incienso de Yule debiera contener: Cedro de incienso en ramitas o resina, salvia, lavanda, hojas de pino secas y palo de canela. Mezclad los ingredientes machacándolos en las proporciones que os gusten y luego, con la mezcla preparada y seca, quemadla sobre un carbón incandescente dentro de una concha o recipiente que no se rompa con el calor.  Os remito a la preparación de inciensos en actividades de Ostara.
Receta de Incienso de Yule:
     ½ parte de resina de cedro de Incienso.
     1 rama de canela machacada en pequeños rocitos.
     Esto constituye la base, machacadla y mezclarla bien en el mortero. Luego añadid:

     1 parte de hojas de salvia.
     1 parte de flor seca de espliego.
     1 parte de hojas de pino, pero también puede ser de abeto o picea; o mezcla de todo ello.
     Machacad esta mezcla.

     Ahora reunidlo todo, mezclarlo, macharlo en el mortero. Y ya está listo para usar.


 Utilización de  piedras para meditar y crear

     En la dirección Norte, el invierno, ya vimos que tenía que ver con el elemento aire en su aspecto externo; el elemento aire también representa a la mente. Por ello el trabajo con la mente es una ocupación muy favorable para esta época de largas noches y cortos días bajo el yugo del frío.
     Cuando me refiero a trabajar con la mente, no me refiero a idear y pensar; sino en todo lo contrario. Dejarla reposar. Es sabido que en ella se consume la mayor parte de la energía de un individuo y de que entre  los “occidentales”, es muy difícil mantenerla bajo dominio. En otras culturas el dominio de la mente es la base del trabajo espiritual.
     En budismo, taoísmo y en tantas tradiciones del mundo y amerindias, se busca  la “No-Mente” o “Mente Pura”. Es el estado de atención (alerta) de la consciencia sin procesar la información. Es ser testigo imparcial de cuanto acontece en nuestra consciencia. Existen diversos modos de abordar la meditación, pero el que aquí voy a proponer se puede realizar en el ámbito familiar como actividad de esta temporada.
      La mente con sus contenidos se mueve a una velocidad vertiginosa. Las imágenes, recuerdos, ideas, deseos, etc., se suceden incesantemente, tanto que con sólo considerarlo se suscita estrés. Cuando observamos nuestro mundo, lo que siempre permanece inmóvil, lo que representa la quietud e inmovilidad son las piedras. Por ello las vamos a utilizar juntamente con la arena fina o tierra seca en polvo. Y vamos a preparar con ello dentro de una bandeja un paisaje de meditación.
     Paisajes de piedras y arena se comercializan en tiendas especializadas; pero nosotros vamos a crearnos el propio a partir de lo que nos ofrezca nuestro propio suelo.
    Los indios americanos las llaman “abuelas piedras” y las denominan así porque son muy antiguas. Su edad se cuenta por edades geológicas; por ello, salvo si recientemente han surgido de una erupción volcánica, son mucho más antiguas que nosotros e incluso que la humanidad. Su edad, en general, se cuenta en miles y millones de años. Por ello merecen nuestro respeto y plena consideración.
    Muchas veces tomamos una piedra que por algún motivo nos atrae la atención y, cuando la miramos advertimos su propia “personalidad”. No hay dos iguales. Y si las miramos al detalle advertimos sus singularidades y las “formas” que contiene. Algunas hasta parecen contener un “duende”. Nuestros niños se sienten muy atraídos por ellas y las coleccionan por formas y colores. Es indudable que encierran su “magia”. Y muchas veces esas piedras grandes o pequeñas con significados para nosotros pasan a decorar o acompañar los estantes junto a otros objetos significativos.
    El hecho de tomar una piedra y observarla minuciosamente, descubriéndola, ya es toda una actividad meditativa y de conocimiento. Por ello debemos apoyar en esto las iniciativas de nuestros pequeños y su innata sabiduría.
     En el contexto que nos ocupa, una vez tengamos entre dos y cuatro piedras significativas de un tamaño que no exceda los 5 centímetros de diámetro o de anchura, largura y altura, la colocamos en una bandeja que, incluso la hemos podido construir nosotros mismos para este fin. Las colocamos sobre ella y luego depositamos cubriendo toda la superficie restante de la bandeja con fina arena o tierra en polvo pasada por un tamiz. El trabajo meditativo consiste en observar y contemplar toda la composición del “paisaje” creado con todo detalle y sin pensar ni interpretar nada. Entonces se crea un “vacío mental”, que se llama  “No-mente” o también “Mente pura”, es decir consciencia, darse cuenta, sin añadido alguno. El misterio de esta práctica es que las características del paisaje van cambiando de contemplación a contemplación con sólo mover las piedras o producir modificaciones con una horquilla en la arena como montículos u ondulaciones. No es un pasatiempo, sino un verdadero marco de meditación si con tal finalidad se realiza.
    Otro trabajo con las piedras es descubrir las formas que albergan y los efectos subjetivos que producen en quien las toma. Si la tomas en la mano con los ojos cerrados, puedes preguntarte ¿Cómo siento su pesadez o liviandad? ¿Me produce alguna sensación peculiar en el cuerpo? ¿Me anima o activa o me relaja? ¿Me evoca alguna impresión o imagen? Si se advirtiera una sensación opresora, angustiosa o de temor, deshazte de la piedra enterrándola en la tierra. Hay algunas, muy raras, que pueden contener emociones obsesivas y perturbadoras de personas poderosas de otros tiempos que han quedado fijados en ellas. Después de “sentir” las piedras obsérvalas y descubre qué otros secretos y misterios alberga. Compáralas en tal sentido. Con ellas, generando  formas y diseños se pueden construir círculos, algo semejante a un mandala, o se pueden combinar dando lugar a “formas escultóricas” más o menos abstractas que evoquen sensibilidad estética y artística.
    Si una piedra tiene un efecto benéfico para ti o para tus hijos confecciona  una bolsita de tela y haz que la tenga en su proximidad corporal o en los bolsillos; así le ayudará a dominar la excitación y obtendrá calma y serenidad en momentos en que ésta es necesaria.
     Tengamos en cuenta que algunas piedras pueden permanecer con nosotros a lo largo de toda nuestra vida, recordándonos cuando nosotros ya no estemos.

Adornar el Árbol de Yule
     Por lo dicho al principio de este escrito, el árbol de Yule es la plasmación arquetípica de un gran misterio; y el central de esta festividad. En medio de la aparente muerte que nos rodea, el árbol perenne, verde, nos ofrece la certeza de la continuidad de la vida. El mundo de la muerte, de la vida y del misterio están entrelazados, como el árbol mítico  Igdrasil que unía las profundidades míticas de la tierra con la morada celestial de los dioses.
     Este es el árbol de Yule que con su verdor y aroma nos recuerda que la vida permanece aún cuando todo parece muerto. Este es el poder de la Naturaleza.
     Cuando adquirimos un árbol de Yule que sea conscientemente con este fin. Una parte de la naturaleza se sacrifica en nuestro hogar para ofrecernos nuevamente la enseñanza del poder de la vida y de su continuidad sin fin. No es un objeto decorativo, es el propio símbolo de la vida en vivo.  Morirá para que nosotros participemos de esta verdad cósmica. Para nuestros ancestros era algo de suma importancia y trascendencia y debería seguir siéndolo para las generaciones venideras. Cuando contemplas el pino, abeto o picea, y adviertes su balsámico aroma, su verdor y frescor; entras en contacto con su misterio. También se puede comprar un árbol con raíces y después replantarlo si se le suministra suficiente humedad. Y si es cortado o se seca, puedes reciclarlo por entero utilizando sus hojas secas en la preparación de inciensos, o almohadas, o cortar sus ramas y tronco como leña. O bien puedes sacarlo de casa y colocarlo en el propio jardín, si lo tienes, ornamentado de guirnaldas de palomitas de maíz o collares de arándanos que puedan servir de alimento a los animalillos salvajes del lugar. Los pájaros y las ardillas se sentirán muy felices de este manjar en la época de dificultad y hambruna invernal.
    El decorar el árbol de Yule es todo un acontecimiento familiar, tanto si sus ornamentos son comprados o preparados artesanalmente por la propia familia.
     Se pueden hacer guirnaldas de palomitas de maíz, collares de arándanos o de frutos de rosal silvestre; se pueden moldear formas de estrellas, animalitos y formas vegetales con masas de harina a modo de galletitas. El hacer pastelillos o galletas y darles forma con moldes es algo que fácilmente puede reunir a toda la familia en la cocina. Se les puede dar un tono brillante con caramelo de azúcar. Se pueden preparar moldes en forma de soles, estrellas, lunas, hadas, duendes, diosas, velas, manos, globos terráqueos, animalitos diversos, etc. Y aún, si se quiere, pueden pintarse. Si se moldea con plastilina o arcilla pueden resultar muy pesados con lo que fácilmente deformes las ramas y caigan al suelo rompiéndose. Tened presente al hacer estas figuras de no olvidar el agujero por el que haréis pasar el hilo o cordel con el que lo ataréis a la rama. También se puede hacer tiras de adornos con papel metalizado y recortes del mismo con hermosos reflejos. Así como se puede realizar ingeniosos diseños en papel maché y luego pintarlos para este fin. Tiras de cuentas de bellotas al natural o pintadas también pueden resultar bellas así como pequeñas piñas secas de pino teñidas de oro o plata pueden embellecerlo.
     Otro ingrediente tradicional es el de las luces policromas sean o no intermitentes. Los colores tradicionales de Yule son los dorados y rojos junto al verdor del árbol.
     Sea como fuere que decoréis el árbol de Yule, ello implicará la cooperación de toda la familia teniendo en cuenta su ancestral significado.
Preparar La Cueva Sagrada
     Todo el misterio de Yule gravita en torno al nacimiento del Niño-sol. Ya conocemos su mito. El dios-sol, a partir de Sanheim ingresa en el mundo del eterno verano, en el interior de la tierra, en el submundo. Es la otra tierra de los chamanes. Y desde allí aguarda y prepara su renacimiento. En su momento nace míticamente en las entrañas de la Tierra, en una cueva.
     Esta idea, como apunté antes, la tomó el cristianismo a partir de las fiestas saturnales romanas en las que nacía el dios-sol-Apolo. Y se transformaron de niño-dios-sol a niño-luz-divino. Y en su conmemoración es tradicional recrear su nacimiento en un humilde establo en la población de Belén entre los practicantes cristianos.
     Cuando se prepara la “cueva sagrada”, todos los miembros deben participar, tanto para construir la cueva como para hacer las figuras que la pueblan y acompañan.
     La cueva debe tener la estabilidad de la propia Tierra y su energía. Es la propia diosa, La Madre Tierra o Gaia. Debe estar presente la quietud fría del invierno y debe ofrecer el ambiente de un vientre protector.
     Se empieza construyendo una cueva mediante piedras encontradas en la naturaleza. La entrada de la cueva tiene que ser lo suficientemente grande como para poder albergar las figuras que se desee poner en ella y también para las velas de té o votivas. Es aconsejable hacerla en el exterior (jardín, balcón, terraza). Los adultos deben supervisar el trabajo y diseño de la misma, así como su ejecución a fin de que los niños no puedan herirse acareando o manipulando las piedras. La forma que adquiera es lo de menos, lo necesario es que tenga techo y tres paredes. Una vez se ha hecho la cavidad, hay que colocarle las figuras que la pueblan. Esta labor puede ocupar horas e incluso días de preparación. Las figuras imprescindibles son la de la Madre Tierra (la diosa) y el Niño-Sol como bebé. Sus aspectos y posibilidades son realmente creativos, pudiendo moldearse y pintarse a partir de materiales varios. Luego pueden añadirse otros personajes complementarios como ancianos, dioses de la vegetación, figuras de muñecos de nieve, magos, brujas, gnomos, duendes, seres angélicos, etc. Hay quienes añaden el animal totémico o “de poder” de cada miembro de la familia y cualquier otro que pueda producir atención. El paisaje de la cueva sagrada y alrededores puede llegar a convertirse en un auténtico escenario de cuentos de hadas con zoológico incluido con búhos, cuervos, ardillas, conejos, ciervos, lobos, osos, serpientes, etc., y decorarlo con motivos vegetales como matas o leños que simulan la naturaleza. Y hasta se puede añadir gentes de diversas etnias del mundo.
     La cueva se puede construir a lo largo de diciembre, pero las figuras deben permanecer en casa hasta el atardecer de la víspera de Yule, del solsticio (suele ser la noche del 21 a 22 de diciembre). Con este atardecer de la víspera de Yule se hace una procesión llevando en una cesta las figuras, las ramas de verde perenne, una varilla de incienso para la ocasión y pequeñas velas de té o votivas.
     Cuando el sol se está poniendo, se enciende la varilla de incienso colocándolo en el suelo cerca de la “cueva”. Se coloca las figuras esenciales dentro de la misma; siempre la Madre y el Hijo deben ser las centrales, con una de las velas justo tras ellas. Decorad la cueva con gusto y añadid otra vela por el alrededor cuidando de que no pueda incendiarse nada.
     Luego, mientras la oscuridad aumenta y el frío se hace más presente, siendo esta noche la más larga del año, el portavoz del rito puede decir algunas palabras que hagan referencia al valor que significa brillar o lucir en la oscuridad, o el calor en el frío. Acerca de cómo gira la Sagrada Rueda de la Vida y sobre el poder y magia de la Gran Madre que da nacimiento al nuevo Sol. Seguidamente, a su turno encended las velas.
     Es todo un rito y tiene un poder inmediato electrizante. El aspecto arquetípico de nuestro subconsciente planetario actuará por armonía y resonancia creando un estado de ánimo que acariciará los corazones presentes, así como tocará profundos recuerdos ancestrales.
    Tal vez se desee cantar alguna canción navideña que tenga raíces paganas como “El acebo y la hiedra” (The holly and ivy) y “Adorno el salón” (Decorate the halls) que han sobrevivido sin ser apenas modificadas por las posteriores influencias cristianas; o por canciones de medicina de otras tradiciones que honren a la Madre Tierra o Pachamama.
     Luego ya se regresa a casa dejando que las velas brillen en la oscuridad. Si la cueva y sus detalles se pueden ver a través de una ventana, su magnífica presencia nos recuerda que a lo largo de la noche más larga del año, la luz está naciendo y va a regresar; y que los momentos de mayor oscuridad y frialdad no durarán para siempre. Está naciendo la esperanza de un nuevo giro de la Sagrada Rueda de la Vida una vez más.
    En el día de Yule, renovad las velas y volved a encenderlas cuando caiga la tarde. En ese momento debe haber alegría, la noche más larga ha pasado y el sol va creciendo día a día, alzándose cada vez más en el cielo, dando su luz, calor y vida al mundo.
     Al día siguiente ya se pueden retirar las figuras y guardarlas cuidadosamente para el próximo año. En cuanto a la cueva se puede mantener o desmantelarla para construir una nueva en el próximo Yule.

Decoración del hogar en Yule

     Si seguís el ambiente cristiano con el árbol y el belén ya tenéis el núcleo de la celebración de la Navidad-Natividad; si decidís seguir la tradición pre-cristiana contaremos con el sagrado árbol, el tronco y la cueva sagrada. Con ello ya basta; pero tradicionalmente las fiestas navideñas demandan más detalles ambientales. Ya sabemos que el ambiente hace romper con los hábitos y rutinas cotidianas dando a entender que se vive en un contexto diferente.
     La estancia del hogar en que se situará la vida familiar y social, no sólo en la festividad de Yule, sino en las demás fiestas que le siguen hasta el 6 de enero, es el entorno al salón-comedor. Es por ello que de él nos ocupamos principalmente.
Todo hace referencia simbólica a la luz y su calidez vital en el núcleo protegido de la Madre Tierra, cuando el ambiente exterior es oscuro e inhóspito. Por lo tanto la presencia de luces es un aspecto importante. Las velas, con su luz viva, serían imprescindibles,  pero debemos asegurarnos de atender prudentemente su ubicación y manipulación, pensando especialmente en los más pequeños. Y en los lugares más arriesgados colgad tiras de lucecitas eléctricas, algunas de ellas imitan el efecto de velas.
     En la actualidad los salones y comedores suelen albergar plantas perennes ornamentales de origen tropical como los ficus benjamina, dragos, palmas, etc., y la ya tradicional flor de pascua (poinsettia); pero además en estas fechas es importante el verdor de la vida perenne por todo el alrededor. Ramitas de pino, cedro, abeto, picea, ciprés, enebro,… es también un fragante y balsámico imperativo. Ramas en jarrones, trenzas, guirnaldas sobre el mantel de la mesa, para las escaleras; coronas para paredes y puertas. Una vieja costumbre de origen inglés es el rodear los cuadros y espejos con hiedra y colocar ramilletes de acebo con sus bellas bolas rojas.
     La presencia del sagrado muérdago, la planta más mágica, con sus frutos blanco-céreos, que fueron reverenciados por los druidas, por sus singulares características de ser plantas y vivir en lo alto de los árboles, pero sin raíces en la tierra, y además perennes; con él se hacen ramos que se cuelgan sobre las puertas para efectuar la tradicional costumbre de besarse debajo. Se consideraba sus frutos como el semen del propio dios. Con toda seguridad, nuestros ancestros, bajo el muérdago hacían mucho más que pararse y besarse bajo este poderoso símbolo de fertilidad. ¡Ojo con el muérdago! Sus frutos son tóxicos. Parecen perlas de “chuches” y pueden tentar a los pequeños, por lo que deben quedar fuera de su alcance.
     Como detalle de ternura se puede colocar guirnaldas de pequeñas rosas secas, o bandejitas con pétalos de rosa seca junto a algunas gotas de esencia de rosa para que en su cercanía se sienta su elocuente fragancia.
     Una rama de árbol o arbusto seco, sin hojas, nos muestra en su desnuda belleza el misterio del invierno; y ya en la propia víspera de Yule, lo podemos guarnecer con cordones dorados junto a pequeñas ramitas de cualquier especie de hoja perenne, o con bolas de acebo entre sus desnudas ramas. También algo de musgo puede formar parte de la composición.
    Para la decoración de la mesa también se puede utilizar el dorar nueces, bellotas y pequeñas piñas de pino o ciprés y ponerlas entre musgos o en la base de ramitas de hoja perenne; y sobretodo, alguna velas que, al apagar la luz eléctrica en algún momento de la cena, nos cobijen con su mágico efecto. Una sugerencia divertida y entrañable puede ser el esconder entre los adornos de la mesa y ramas con verdor unos pequeños obsequios y dulces aptos para todos los comensales.
Otros símbolos tradicionalmente ligados a Yule
Además de los expresados como fundamentales de la festividad, suelen utilizarse como motivos decorativos  algunos símbolos de origen celta.

El hombre verde

     Es una entidad que ha sobrevivido a lo largo de la edad Media llegando como personaje acompañante de leyendas y cuentos en la tradición popular. El genuino y originario Hombre Verde, compuesto de hojas y otros motivos naturales como cornamentas, representa el ciclo de la vida de un individuo natural. Representa el ciclo de nacimiento-vida-muerte de una vida y, con ello, el ciclo de la existencia de la plasmación de la Rueda de la Vida, tan propio de Yule. En Yule, al empezar el ciclo de nacimiento y crecimiento del niño-sol, también representa la esperanza del nacimiento del Hombre Verde con la promesa próxima de la primavera. El dios-sol recién nacido, en su momento, lo hará posible. El Hombre Verde es la parte energética masculina que protege  la tierra, es la representación masculina de la naturaleza y también es reconocido como la fertilidad de la primavera. Con el otoño languidece y muere, renaciendo con la llegada de la primavera. Recordemos que en Ostara, el Hombre Verde, es quien coloca los brotes verdes en todas las plantas que renacen tras el invierno.

El Pentagrama
     Otro símbolo presente ornamentado con motivos vegetales es el Pentagrama como representación simbólica del número cinco en el círculo. Es una estrella de cinco brazos con uno de ellos en la parte superior. Esta primera punta superior es el propio Espíritu, la fuerza incorpórea, etérea, invisible. El Pentagrama es la conexión con nuestro ser profundo y su trascendencia. Representa, por tanto, lo que tenemos de esencia divina en su doble aspecto de masculino y femenino en perfecto equilibrio y armonía. Según la interpretación celta, la punta superior izquierda representa el elemento Aire, la derecha superior el elemento agua, la inferior izquierda, el elemento tierra; y la inferior derecha el elemento fuego. Desde el punto de vista ontoenergético sufre un ligero cambio colocando los dos elementos masculinos (aire, fuego) en la derecha, el primero arriba, el segundo abajo, y en la izquierda los dos elementos femeninos (agua y tierra), el primero arriba y el segundo abajo.

Pentagrama Ontoenergético

Entonces su significado es el siguiente: El aire, símbolo de la mente del guerrero impecable activa la representación de la mente individual como consciencia y capacidad de darse cuenta dando cobijo a  la Naturaleza viva (tierra), representada por el poder de nutrir, restaurar, amar y sanar.  La relación igualitaria entre la consciencia con la muerte, el océano cósmico donde se vierte o desagua todo el conocimiento y saber adquirido en la existencia; colocándose en una relación igualitaria y plenamente complementaria. La esencia de la consciencia pervive en el misterio de la muerte y de allí surge el impulso o intento que manifiesta la propia vida.  Y el agua y el fuego tienen una relación complementaria en la que la consciencia de la finitud, con su oscuridad, es iluminada por el fulgor de la propia iluminación, creatividad y autenticidad o verdad personal. Así como la relación, también igualitaria, entre la propia Naturaleza (nutrición, amor y salud) con el fuego (nuestra verdad personal) dándose mutuamente la mano generando armonía y belleza en la interacción en el mundo natural.  Presento así mi interpretación ontoenergética como una variante de la clásica y tradicional de origen celta. Los símbolos son los mismos pero con el intento de transmitir conceptos ligeramente diferentes, sin intención de cuestionar la utilización de la otra visión. Ya hemos visto que la relación Aire-Agua, ontoenergéticamente, representa la dinámica energética del invierno, así como la primavera es representada por la relación Fuego-Naturaleza; el verano Naturaleza-Fuego, y el otoño en la relación Agua-Aire.


El Caldero Sagrado
  
     El tercer símbolo asociado es el “Caldero”, siendo uno que efectivamente podemos colocar en el altar de Yule o en representación simbólica o dibujo del mismo. Es una representación arquetípica de la diosa con todo cuanto encierra como potencial; todo cuanto existe: la realización, la encarnación, la vida, la fecundidad, la abundancia, la nutrición, el sanar y el amor como los principales. Todo ello son los ingredientes que hay en el misterioso arquetipo. En relación con Yule, se representa el poder de dar a luz el niño-dios-sol y el cuidarle, nutrirle, protegerle en su crecimiento y adquisición de poder, por lo que se le representará en su interior como un fuego-luz.

Por ello este caldero ritual, en Yule, debe contener la luz que representa el fuego y el calor que otorgará progresivamente para despertar la vida ya iniciándose la primavera. Por ello colocar combustible y prenderlo representa al propio dios naciente. Según sus dimensiones y dónde se coloque, puede contener una fogata de leña, puede contener alcohol, o se coloca velas en su interior representando exactamente lo mismo, Pero en el caso de velas, que sean en número par y de colores complementarios mostrando la dualidad en la relación masculino-femenino; ya sea mediante el blanco-negro, rojo-verde o azul-amarillo.
     En invierno el Sol  aparece como oculto en el interior de la Tierra, apenas se alza de ella en cortos periodos diurnos y máxime en el círculo polar, donde semeja estar en su vientre gestante o en la cavidad o cueva de abajo, como en el Sagrado Caldero.
     Más adelante propondré un pequeño ceremonial o ritual en el que se celebre y consagre este renacer de la confianza y certeza del nuevo ciclo de vida. El Caldero, en este sentido, es  también el símbolo del Santo Grial cristiano, por albergar la esencia de la vida trascendente como potencia y aspiración en el individuo.
La comida familiar en Yule
     Ya en la introducción en la Ontoenergética del invierno dije que en el sistema Aire-Agua el sabor asociado es lo salado por el hecho de estimular la digestión y realzar el sabor de los alimentos, con lo que se inicia pronto el flujo de saliva y de los fluidos estomacales; pero la sal, en exceso, vence los sabores y resulta nociva para el organismo densificando el cuerpo, aumentando la presión arterial, facilitando inflamaciones cutáneas y exceso de calor. Además es fácil habituarse a lo salado porque al generar tolerancia exige su aumento.
     En invierno el cuerpo pide alimentos contractivos que generan energía interna como lo son las carnes (buey, cordero, pollo, pavo, etc.), quesos curados, bulbos, tubérculos y frutos secos.
     Tengamos en cuenta que en estas fechas se tiende a abusar de los alimentos en general y se le suele añadir mucho dulce, así como alcohol en forma de vinos, cavas, sidras y otras bebidas dulces y secas propias de las celebraciones festivas. La víspera y Yule es festejo de la luz y sensibilidad del mundo interior. El dios-sol nace; no enajenemos nuestro espíritu y desconectemos el cuerpo de su natural armonía y contacto con la fuerza ígnea que late en nuestro corazón.
     Un cuerpo densificado, con la sensibilidad entorpecida y bloqueada no es lo que se precisa en Yule. La sensibilidad, la fluidez, la capacidad de sentir, emocionarse y sintonizarse con lo que ocurre en la naturaleza física y arquetípica es lo más importante.
     Antiguamente, las comidas en la estación de fines de otoño e invierno consistían en la racionalización de lo que en el granero y bodega puede albergar de los bienes del año. Fuera todo es hielo y frío, no hay nada; sólo aquello que como hormiguitas ha podido reunirse en el hogar. El invierno es crudo y largo y debe alcanzar a nutrir a toda la familia; por ello, en la fiesta de Yule se podía realizar un festejo con potentes alimentos. Las comidas de los días precedentes y posteriores siempre eran parcas y hasta monótonas. Esta no es nuestra realidad actual. Ahora disponemos de una variedad de alimentos impensables e inimaginables tan sólo unas décadas atrás. La posibilidad de obtención de ingredientes y de preparación de alimentos es enorme. Antiguamente solo junto a grandes lagos, ríos y mares se podía disponer de pescado.  Hoy en día con el congelado llega a doquier. Por ello al hablar de carnes también incluimos la presencia de especies de las aguas en forma de marisco o pesca. Otro aspecto presente hoy en día, imposible con anterioridad, es la diversidad de fruta a la que tenemos acceso en estas fechas, muchas de ellas exóticas y tropicales, algo imposible para nuestros ancestros.
     Combinar salsas de frutos y especias con carnes y frutos secos da ocasión a mucha creatividad y permite elaborar dos platos con agradables aromas y colores. Ensaladas mixtas con manzana, nueces, piñones y pasas; o con quesos en tacos o semifundido caliente también es algo muy sabroso. Alimentos vegetales de patata dulces con especias, miel y nueces; u horneadas y rellenas también puede ser muy gratificante.
    El vino y la sidra suelen acompañar como bebidas esta celebración en los adultos; y en los niños es posible obtener mostos y otras bebidas semejantes exentas de alcohol.
    Los postres típicos, además de la fruta con su actual variedad, es el de los pastelitos de masa con jengibre en formas enrolladas imitando “troncos de Yule” que pueden decorarse creativamente. Y también incorporar, oriundo de la zona mediterránea, los sabrosos turrones. Son dulces a partir de frutos secos que se originaron de la tradición árabe en el Levante español y que empezaron a prosperar en tiempos del emperador Carlos V, y que más tarde, con el azúcar de las Indias, se diversificó en una amplia gama de sabrosa repostería. En España también se consume otro postre típico: polvorones, originarios en la meseta. Aún con ello, en Yule, debería ser más importante la asociación con sus símbolos: el árbol, la cueva y el tronco y su repostería debería incluirlos, y no tanto las tabletas de turrones, de los cuales se puede disfrutar en las siguientes comidas y cenas festivas que van desde el solsticio invernal hasta el seis de enero.
     Además, conforme a lo pretendido por este escrito, mi interés declara que toda la familia, sin distinción de edades ni sexos puedan participar en la elaboración y preparación de los acontecimientos de estas fechas, por ello preparar galletas con moldes ingeniosos y preparar troncos de Yule con masas dulces y rica decoración puede ser una actividad que motive y reúna a todos en una acción común. Todos pueden ayudar y contribuir a ello.

Elaborar el altar de Yule
     En un rincón discreto de la casa, puesto que se convierte en un santuario puede prepararse un altar. Otra vez su organización puede variar en función del modo interpretativo de la tradición. Hay quienes gustan ponerle simbolismo celta con sus herramientas; yo, por mi parte, partiendo de la Rueda ontoenergetica, prefiero utilizar sus recursos. Tengamos en cuenta que un altar es como un mandala, un lugar en el cual conectamos con nuestra sensibilidad trascendente, un lugar aparte de lo ordinario donde celebrar nuestro encuentro personal o grupal con los misterios cósmicos y arquetípicos y cada cual puede tener sus preferencias de cómo enfocar su atención, su devoción y consciencia.
Altar Ontoenergético para Yule
    No debe faltar el fuego como representación del nacimiento del Niño-sol. Y como hemos indicado ya, tradicionalmente se simboliza con el “caldero de Yule”. El altar siempre debe seguir la pauta del círculo. Se trata de la Rueda girando eternamente con sus ciclos de muerte-renacimiento-muerte; en el sentido de que cada ciclo es un espiral que nos eleva hacia comprensiones más trascendentes y sabias. Dentro del círculo se puede evocar la propia rueda con el eje central (Cielo-Mundo material) y sus radiaciones en las cuatro direcciones (Norte, Este, Sur, Oeste) cada una unida a su manifestación elemental y símbolo arquetípico (aire, fuego, naturaleza y agua); o puede utilizarse el pentagrama que ya hemos visto y que además de las cuatro manifestaciones de elementos, también incluye el propio Espíritu.
    Mi propuesta es utilizar componentes vegetales perennes como ramitas de pino o picea, ciprés, laurel, además de acebo, hiedra. Muerdago, salvia y romero. Todos ellos con aspectos simbólicos y de purificación. Con ellos se traza el círculo y los cuatro radios o el pentagrama. Luego se distribuyen los demás elementos simbólicos: En el Norte pongo plumas de ave representando el aire, sus seres alados y el espíritu del guerrero impecable; en el Este la vela con la luz del sol naciente, de la creatividad e iluminación; en el Sur pongo frutos de la Tierra y algunas piedras con arena representando la Madre Tierra y el poder de su naturaleza; y en el Oeste una vasija con agua representando el agua, el océano y los misterios del Oeste. En el centro coloco una pluma de águila simbolizando el contacto Cielo-Tierra y la aspiración a la elevación trascendente. En esta fecha coloco un pequeño caldero en el sur o entre el centro y el sur con alcohol para prenderlo. Y en el Noreste coloco el sahumador con su carbón donde echo la mezcla preparada de incienso para este evento. Si no se dispone de caldero se agregan velas que suplan su significado, en cuyo caso pónganse en número par y de colores complementarios como blanco-negro; verde-rojo. Uno representa el aspecto masculino y el otro el femenino en plena armonía.
     Además se puede añadir piedras y gemas propicias como el rubí, esmeralda, granates, cristal de roca, etc.; y detalles elaborados por los niños como niño-sol, diosas amorosas, imágenes de  papá Noel, el hombre de nieve, etc., que los pequeños deseen añadir. Todo ello dará más plenitud y sensibilidad al altar familiar de todos y para todos. Y ya lo tenemos preparado para el momento del rito. Pronto veremos el ritual.

La celebración de Yule
     Tanto si se realiza en el propio solsticio (noche del 21 al 22 de diciembre) como si se funde con la Navidad (24-25 de diciembre), considero que el propio solsticio debe estar plenamente presente con su poder arquetípico y en contacto con nuestro sol interior o espíritu.
     Unos años coincide con festivo y otros será un día más entre semana. Ya desde días antes se está preparando sus detalles como ornamentación de la vivienda y preparación de sus componentes, incluso la adquisición de regalos y obsequios de intercambio. No debemos olvidar que Yule es un encuentro con nuestro corazón y éste es grande y está abierto a “todas nuestras relaciones”. Por ello, además de pensar en el intercambio de obsequios, tengamos como objetivo la generosidad y la gratitud hacia la vida y el mundo que nos rodea aunque parezca muerto. Es momento para donar ropa y comida a gente necesitada o a alguna institución dedicada a este fin; y el dejar en el exterior algún alimento para los animales que lo pueblan. El invierno es una época muy dura para todos los seres silvestres tanto en nuestros campos como en poblaciones y ciudades.
La celebración de Yule se inicia con la puesta de sol en la víspera de Yule hasta la puesta de sol del día de Yule. Si coincide con día festivo se puede celebrar intensamente y sustituir a la Navidad; pero si cae en laboral, entonces deberemos simplificarla de modo que pueda realizarse sin alterar sustancialmente el ritmo de nuestra actividad laboral.
    Desde que el día declina debemos contactar con nuestra esencia personal, debemos sintonizarnos con el magnífico y misterioso momento que representa la venida de la noche más larga del año. Y con el mágico y largo nacimiento del niño-sol en el interior protegido de la Diosa-Tierra-Madre.
Al caer el sol se da inicio a la procesión. Se enciende la varilla o cono de incienso colocándolo en el suelo de la cueva. Se colocan las figuras de toda la composición que se llevan cuidadosamente en las cestas. Con esto la oscuridad se va acrecentando y el frío se hace más presente. La oscuridad y el frío inclemente nos da idea de lo que significa la noche más larga del año. Entonces el portavoz del rito declara algunas palabras que hagan referencia al significado del sentimiento cálido y luminoso del corazón, de lo que significa iluminar la oscuridad y dar calor en la frialdad. De que nuestro espíritu natural, nuestro niño interior, renazca entre la confusión de la agitada vida recordándonos lo que de verdad hay en nuestro corazón humano y lo que tenemos como objetivo aportar a este mundo con nuestra presencia y dones personales. Acerca del giro de los ciclos, de la Sagrada Rueda de la Vida, la adquisición de sabiduría a través de la experiencia y dar gracias y honrar el poder y magia de la Gran Madre Tierra que simbólicamente da nacimiento al mismo Sol.

Velas de té y votivas

Seguidamente, al turno, se encienden las velas.
    En silencio abrirse al significado del rito. Dejad que su poder os llene con sus efectos electrizantes, que el corazón pleno de luz se agrande y abra abarcando a todas nuestras relaciones. Armonía en el Ser profundo de cada cual y con el mundo exterior y familiar que acaricia todos los corazones presentes, así como tocará profundos recuerdos ancestrales.
    Tal vez sintáis la necesidad de entonar alguna canción de raíces paganas, o de recitar algún poema o  improvisar unas rimas.
     Seguidamente se regresa a casa dejando que las velas brillen en la oscuridad. Si la cueva y su resplandor se pueden ver a través de una ventana seguiremos percibiendo su mágico efecto.
    Quizá sea el momento de apagar las luces del hogar y sentir el efecto de la oscuridad todos juntos por un rato, dado que es algo que raramente realizamos y produce un poderoso efecto. Luego andando en el sentido de las agujas del reloj (el sentido del sol) recorremos toda la casa, empezando por encender las velas que se han puesto en cada habitación. Los mayores lo hacen mientras los pequeños pueden sostener las cajas de cerillas. Se utilizan las velas votivas. También es una buena ocasión para recorrer las estancias con el bastón de olor hecho días atrás por nuestras propias manos y purificar con su aromático humo todos los rincones de la casa. En caso de no disponer de “bastón de olor”, se puede utilizar el sahumador con carbones incandescentes y verter sobre ellos la mezcla de cedro y salvia para purificar, o la mezcla que tengáis preparada para este fin en Yule. Una vez recorrida toda la vivienda permaneced “sintiendo” el efecto mágico del resplandor de la luz de las velas en todas sus estancias. La sensación del hogar como un lugar de tal luz y calidez es muy especial.
     Ahora es el momento especial y sagrado en el corazón del hogar. Encender el fuego de Yule, el modo tradicional y ancestral de honrar al dios-sol. Nuestros antepasados utilizaban grandes troncos gravados con signos rúnicos y oraciones sagradas del año anterior para mantener la oscuridad a raya, y mientras ardía durante las largas horas de la noche bailaban y cantaban alegre y ruidosamente. Pero antes de tal proceder es conveniente realizar el rito sagrado de Yule en el altar familiar.

     Se necesita un oficiante que sepa el rito, siendo todos los demás ayudantes.
     Se procede conforme al modo personal de abrir el rito. Desde  la óptica ontoenergética, tras interiorizarme  prendo la vela del Este y seguidamente el incienso, sea en barra, cono o sahumador. Ahora el oficiante, junto a los asistentes-ayudantes realizan el acto de purificación sahumándose con el humo del incienso. El oficiante dirigiéndose al Norte invoca al Guardián del Norte, al Señor del Aire y de todos los seres alados, señor de la Mente Pura y al poder del espíritu del guerrero. Ahora se dirige al Este, invoca al Guardián del Este, el Señor de la Luz y el Fuego y de todos los seres de sangre fría que pueblan la tierra, señor de la Inspiración, iluminación y creatividad y de la visión de la Verdad Interior. Ahora se dirige al Sur invoca a la Guardiana del Sur, a la Señora de la Vida y Naturaleza con todos sus seres vegetales y de cuatro patas y sangre caliente, Señora del amor, de la nutrición y salud. Seguidamente se dirige al Oeste invoca a la Guardiana del Oeste, a la Señora de todas las aguas,y de todos los seres que las pueblan, Señora del misterio, de lo insondable y oculto, de la otra realidad, de la puerta de la muerte; del depósito universal de la sabiduría. Ahora invoca a "Todas nuestras Relaciones" con "Mitakuye Oyasin", a nuestros ancestros, a nuestros parientes, amistades, comunidad y humanidad; a todos los seres visibles e invisibles que nos acompañan en este mundo, solicitando su apoyo. Hecho esto, se Invoca a la Abuela y Madre Tierra, esencia de todo cuanto es manifestación material y viva, que nos crea, sustenta y ama; declaramos ser uno/a con Ella. Y se dirige al Gran Misterio, Fuente de toda energía y consciencia y vida; declarando aspirar "ser uno con Él". Luego el oficiante refuerza "Todo es una Totalidad. Todo es Uno. "Todo es Gran Misterio".   Una vez hecho nos ocupamos del Sagrado caldero provisto de las velas o alcohol. Si el altar se prepara en el exterior y el caldero es suficientemente grande, se puede realizar una pequeña hoguera en su interior.
     Antes de prender las llamas se procede con la invocación tradicional. La recita el oficiante:
No me lamento, aunque el mundo esté envuelto en sueño.
No me lamento, aunque el frío viento sople.
No me lamento, aunque la nieve caiga fuerte y profunda.
No me lamento. También esto pasará pronto.

     Ahora se prende el fuego del caldero o las velas que contiene y mientras las llamas se elevan, el oficiante dice, repitiéndolo los demás tras él.
Prendo este fuego en tu honor, diosa madre.
Tú creaste la vida de la muerte,
el calor del frío.
El sol vive una vez más, el tiempo de la luz crece.
Bienvenido, ¡Dios sol que siempre retornas!
Salve, Madre de todo.

     Ahora siguiendo el sentido de las agujas del reloj, los participantes caminan alrededor del altar y el caldero, mirando sus llamas se canta o recita:
“La rueda gira. El poder arde”.
     Con esta expresión tengamos en mente la magnitud de las poderosas energías que subyacen en el invierno, no sólo en la tierra esperando su momento, sino también en nuestros corazones radiantes de vida y amor. Consideremos el renacer en una nueva fase o ciclo de vida en la que todo nuestro potencial se renueva y precisa manifestarse. Así en el mundo de afuera y en el de nuestro “ser el dios” y lo sagrado que tenemos inicia su retorno y manifestación.
     Tras esta oportuna meditación contemplativa, observamos el altar y el caldero en llamas y se dice en coro:
“Gran dios Sol. Doy la bienvenida a tu retorno.
Que brilles intensamente en la diosa.
Que brilles intensamente sobre la Madre  Tierra
Desperdigando semillas y fertilizando los campos.
Concedednos vuestra gracia y abundancia.
Bendito seas. Renacido Sol”


     Y si no hay alguna otra petición o trabajo para declarar ante el altar y el caldero, podemos dar por concluido el rito. El oficiante despide a los Cuatro Guardianes, a "Todas nuestras Relaciones" , de la "Abuela y Madre Tierra" y del "Gran Misterio". Dejamos que la vela y el caldero sigan ardiendo junto al incienso y regresamos al salón.
     Nos dirigimos al fuego del hogar si lo tenemos, y si no prendemos una vela grande en un lugar elevado. Y ante su llama repetimos:
La Rueda gira: el poder arde.”
     Ahora es el momento de iniciar la cena familiar en una mesa en esta misma estancia. El fuego del hogar o de las velas nos acompañará durante toda la cena y velada. En la mesa también podemos prender velas rojas, verdes y doradas para incrementar este mágico momento de celebración. Este es el clima que se crea al cenar al amor del fuego y las velas.
     Después de la cena, dependiendo de si el día de Yule es festivo o no, se puede alargar la velada apoyando el fulgor y calor del fuego sagrado con alegres cantos navideños, tradicionales canciones a la Madre Tierra o improvisando canciones con instrumentos domésticos: zambomba, pandereta, maracas, cascabeles, pequeños tambores, palos de agua, palitroques, cajas chinas, palmas, flauta, armónicas o de lo que dispongáis para este fin.
     Llegado el momento se pueden acostar a los más pequeños en sus habitaciones acompañándolos con cuentos acerca del calor y fulgor que rompe la oscuridad y el frío, dando amor y seguridad.
     Y los mayores, otra vez ante el fuego sagrado de Yule pueden proceder a mantener una vigilia contemplativa con el fuego meditando sobre cómo las llamas son la luz renaciente del sol en el viejo tronco o leña; y cómo renace nuestro ser y corazón, nuestra luz interior ,para realización propia y con ello el bien de todas nuestras relaciones.
     El tronco debiera arder toda la noche, pero si encierra algún peligro su actividad, en el momento oportuno puede apagarse para volverlo a prender en la siguiente jornada. Antiguamente  la gente cantaba y hacía vigilia en torno a una hoguera durante toda la noche hasta la aparición del sol del alba.
     Al día siguiente, si no se ha hecho vigilia, es interesante despertarse con el alba y ver como nace el sol, con el olor de los bastones llenando el aire.
     Si Yule se realiza coincidiendo con el día de Navidad, los regalos y obsequios están bajo el árbol y será un divertido y feliz placer abrirlos y descubrirlos. Si se realiza el “Tió de Nadal”, durante la noche, antes de la cena, proceded como tengáis por costumbre una vez prendido el fuego o la vela y hecha la invocación “La Rueda gira, el poder arde”.
     Si los obsequios se hacen en el genuino Yule, procurad que los “regalos” sean cosas muy sencillas y preferiblemente manualidades hechas por los propios  miembros de la familia. Ya vendrá Papá Noel o los Reyes magos con los juguetes y regalos de mayor envergadura en su día.
    Yule es una celebración de  misticismo profundo y de renovación y renacimiento, no una velada expectante de regalos y juegos.
     El  desayuno, preferiblemente en familia, ambientado  con motivos y colores que tengan que ver con el sol  como zumos de naranja, galletas y pastelitos tostados y cálidos. Si no es día festivo, seguidamente procedemos con el ritmo habitual de vida; pero antes hagamos una ofrenda de comida a los pájaros y animalillos que comparten nuestro mundo en proximidad, dejando algo de alpiste o migas de pan en algún lugar donde puedan encontrarlo. Si es día festivo podemos permanecer contemplando como nuestros vecinos naturales acuden a nuestras ofrendas, compartiendo con nosotros el sentimiento de contribuir en el renacimiento de la vida en el Tierra.
     No es necesario hacer una comida especial ese día, pero podemos ir renovando las velas en la “Cueva” con su incienso y volverlo a prender al producirse la puesta de sol. Así sabremos y testificaremos que la Rueda ha girado de nuevo, que la oscuridad ha pasado y que los días van a ir creciendo paso a  paso acercando la primavera una vez más.
     A lo largo del día se puede volver a prender el tronco de Yule esperando que se consuma por completo, recoger, luego, sus cenizas para verterlas en el jardín, o en el huerto, cultivo o bosque como ofrenda de vida, salud y fertilidad al mundo vegetal; operación que se hace tan pronto como sea posible aunque acontezca en otro día. Esa ceniza no debe tirarse a la basura, por ser sagrada, así como tampoco se debe tirar las cenizas de los inciensos empleados en el altar. Siempre deben regresar a la Madre Tierra, de donde han surgido y que en su honor se han sacrificado, regresando a ella tras cumplir su función.




     Pensad, también que los restos de cera y velas tras estas festividades se pueden reutilizar o reciclar más adelante en Imbolc, como veremos muy pronto al acercarnos a esta otra festividad. Así que tampoco las tiréis, conservadlas en cajas unas pocas semanas más.
     ¡Que la integridad, la autenticidad, la salud y la sabiduría florezcan en vuestro ser ahora y siempre! Así sea.

Ernesto Cabeza Salamó