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sábado, 23 de septiembre de 2017

Los ritos de la actual cultura alienada


Los ritos de la actual cultura alienada 


La cultura como manifestación del conocimiento común de un colectivo humano obtenido de la acción, del dinamismo vital y transformador del conjunto de sus individuos constituyentes, está en un continuo devenir a pesar de los deseos conservacionistas de algunos de sus miembros.

No es posible parar el flujo del contenido de la cultura como tampoco lo es detener el flujo de un rio hacia el mar. Se puede construir obstáculos, pero siempre encontrará el cómo alcanzar el mar de una u otra forma, no se puede parar el viento o evitar las mareas.

La Cultura como Amor

En este sentido la cultura cuenta con un constituyente esencial que es el amor. Sin amor por la vida, por lo constituyente del colectivo social (pequeño, grande o planetario), por el saber y por el progreso es impensable una cultura. Así la cultura forma parte íntima del sentido del yo de sus miembros constituyentes y canaliza sus necesidades, deseos, anhelos y motivaciones en todos sus ámbitos.

La política, la salud, la educación, las creencias y tantas cosas más están englobadas en el ámbito cultural. Es por ello que se puede decir que la cultura da significado y dirección a una sociedad. La manifestación cultural tiene componentes públicos y personales, unidos por un pegamento o consenso común de mutua pertenencia y relaciones dignas. Canaliza sentimientos compartidos apoyando unos y conteniendo o controlando otros. Tiene el relato de una historia que reúne a sus miembros constituyentes y desde este presente se proyecta a un futuro consecuente; actúa organizando y dando sentido al espacio y el tiempo del colectivo; promueve anhelos, deseos y motivaciones. Con todo ello trata de cohesionar y dar significado a la vida y convivencia de sus miembros y mediatiza sus modos de relación. Dentro de la cultura, con la finalidad de que todo lo dicho tenga cumplimiento, se realizan determinados rituales; son manifestaciones en las que se afirma el sentido de identidad personal y social. Así pues, los rituales conforman y vertebran la estructura social de una comunidad humana.

He dicho antes que en la esencia del contenido de una cultura está el Amor que es la sangre o savia que anima los actos de sus miembros y sus motivaciones hacia el conocimiento y progreso. Actualmente, con una historia que ya se remonta como mínimo al 11 S. del 2001 se está estableciendo un cambio de rituales que ahora se basan en el temor, la suspicacia hacia otras culturas con sus tradiciones religiosas y la exhortación al control y a la seguridad por imposición ¿necesaria? Que ha ido limitando cada vez más la libertad individual. 

Las estructuras de poder del colectivo social (legislativo, judicial y de seguridad -policial y militar) toman progresivamente mayor presencia y sus decisiones y actos pasan a formar parte del discurrir de la vida cotidiana. Con la globalización técnica y económica el sentido de formar parte de una gran civilización, es decir de una macro cultura polimorfa, se produce de forma automática e insidiosa. Ello es, sin duda, algo muy valioso para crear consciencia de pertenencia planetaria con su corresponsabilidad asociada; pero dentro de los rituales que se van creando cada vez más están nutridos del temor de unos a otros, del enfrentamiento contenido, de dolor y de suspicacias; y no de amor, compasión y respeto por las gentes y culturas diferentes en el planeta y por su diversidad de vida.

Rituales edificados en el temor que justifican la renuncia a la libertad, la entrega al control como mal necesario y que aglutinan a sus miembros en una solidaridad para consolar a las víctimas en sus diversos grados, a recordar a los bárbaramente asesinados y a la protesta por el desquicio de los opresores y terroristas con sus círculos de apoyo radicales. El dolor, la impotencia, la certeza de que cualquiera puede ser una posible víctima, el temor, la rabia contenida, se mezcla con la compasión por los actos de terrorismo y de opresión y el sentimiento de unidad y apoyo entre los participantes. Actos que se realizan con la supervisión y disponibilidad de lugares públicos (ubicaciones, medios técnicos) en tiempos que las estructuras de poder, en nombre de la democracia (municipio, comunidades, nación y naciones aliadas) proponen y promueven.

Momentos de abreacción y de catarsis como nuevas formas rituales de cultura. Muy lejos de su natural génesis basada en el amor, la fraternidad, la franqueza y la alegría de vivir y compartir. Basadas en las limitaciones por temor y seguridad y no en la expansión y altruismo. Prueba de ello es que en un mundo capaz de grandes logros técnicos y científicos aún no se ha querido invertir en el amor al prójimo acabando con la pobreza y miseria de una gran inmensidad de pobladores del planeta; que se concentra cada vez más y se potencia la riqueza y poder en unas pocas manos oligarcas y desde allí se mueve los hilos de millones de pobladores planetarios que cada día sufren y perecen en un silencio acordado mediático. Mientras el Amor no les alcance y los promueva en una igualdad, que significa que los que se vanaglorian de pudientes tengan que renunciar a sus posesiones para que una gran mayoría pueda ser igualada en recursos y dignidad. Mientras estos nobles sentimientos de compasión y amor no se vertebren en rituales significativos y den sus frutos, será imposible que se supere a los otros basados en el temor, dolor y suspicacia. Hay intereses comprometidos en fomentar rituales de “negación” y no de “afirmación vital”. Unas pocas fortunas y corporaciones están interesadas en apoyar e incluso indirectamente (a escondidas) financiar los conflictos entre naciones, culturas y religiones con fines egoístas. Sofisticadas inteligencias institucionalizadas al servicio de diseños estratégicos cuyo objetivo es afianzar su poder y control limitando o bloqueando la fraternidad y la confiada y apacible convivencia entre culturas y creencias religiosas o ideológicas diversas. Nuestro mundo es un engendro creado de la unión de un complejo juego de ajedrez y el juego del monopoly mundial en el que sus jugadores alientan sentimientos avaros, vanidades y soberbias en su gueto como si estuvieran en otro mundo, y los no pertenecientes a su “organismo corporativo” fueran simples fichas y piezas contingentes de su astuto e inhumano juego de celebración de autodefinida supremacía, ya se trate de individuos, de sociedades o de agrupaciones de naciones.



Nota: Este post hace referencia a conceptos elaborados en un anterior post editado en este mismo blog: "Cuando se distorsiona el Self" (07 de junio de 2015).
cepsiblog.blogspot.com.es/2015/06/cuando-se-distorsiona-el-self.html


Ernesto Cabeza Salamó