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lunes, 9 de julio de 2012

Puntualizando sobre lo transpersonal y lo personal


Puntualizando sobre lo transpersonal y lo personal

Actualmente se habla mucho de lo Transpersonal o trascendente.
Y ¡cómo no! Aparece el mercado.

Mi intención es, ahora, reflexionar un poco al respecto.
No siempre las vivencias intensas son transpersonales; las hay personales e incluso propias del ego. En ocasiones la madeja creada tiene muchos nudos y resulta muy difícil separarlos.
Hay que advertir que lo transpersonal no es un simple proceso de sublimación. Demasiado a menudo los contenidos afectivos y emocionales afectados de inhibición y represión, alentados por la presión exterior, a veces mediática, o por las creencias propias, encuentran una senda de manifestación simbólica a través de la sublimación creando anhelos y deseos espirituales o transpersonales que buscan su satisfacción; estando, entonces, en condiciones de crearse condiciones de dependencia e incluso de adicción. Siendo esto una de las causas propicias para manipulaciones sectarias. El acceso a lo transpersonal, al igual que lo pre personal, precisan previamente o simultáneamente de un proceso de intenso autoconocimiento.
El camino fácil no es habitualmente lo más acertado y sensato. Crea una sensación inmediata de excitada intensidad y emoción de pertenencia o adhesión a un contexto energético-vivencial. Y muy fácilmente puede confundirse e interpretarse como una “experiencia pico” de tipo transpersonal.
Lo transpersonal es una dimensión del self que se abre progresiva y madurativamente a resultas de un trabajo profundo de tipo personal. Antes hay que ordenar el ego y enraizarse con el “Yo corporal”. A través del “Yo corporal” (El cuerpo terapéutico) es posible acceder progresivamente al self y desde tal conexión existencial activar un estado acrecentado de consciencia que permita la emersión de experiencias significativas.
El Self  se arropa por el Yo y el acceso al Yo está protegido por el Ego con sus manifestaciones que denominamos “carácter”. El Ego y el Yo no se soslayan; son necesarios para proteger y canalizar el Self permitiéndole la expresión. Todo impulso del Self tiene que adentrarse y manifestarse a través del Yo, lo que somos como seres vivos humanos, e impregnándose de sus peculiaridades, atravesar la capa del Ego, nuestra armadura defensiva, cosificado en nuestro propio cuerpo como tensiones, bloqueos, órganos hipercargados y otros hipo energéticos. El Ego es un tamiz de gran eficiencia, en él se apoya la sensación de seguridad y supervivencia en el mundo social y personal. Interpreta, inhibe y reprime los contenidos que le llegan del Yo dando lugar a ese sufrimiento y malestar que llamamos neurosis. Hunde sus raíces en la ignota tierra del inconsciente y crece y fructifica dando lugar a una pseudoidentidad, en ocasiones muy alejada de nuestra genuina autenticidad.
Mucho del material reprimido encuentra una vía de manifestación a través de la sublimación que permite desplazar la pulsión original insatisfecha hacia una producción fantasiosa e incluso creativa y emocional que la sustituye.
De hecho es como percibir un espejismo en el desierto personal. La genuina consciencia es darse cuenta de la naturaleza de nuestro desierto personal, conocer cómo lo hemos construido y qué potencial esconde tras tanta devastación y desolación. Ningún ego, de motu proprio, se siente con fuerza para enfrentarse a tamaña hazaña propia de auténticos héroes. La labor del psicoterapeuta que incluye el contacto con el Self a través del Yo es apoyar y acompañar al buscador-a  en tal importante desafío de encontrar su autenticidad, su abundancia entre tanta carencia.

Si alguien trata de soslayar su desierto refugiándose en sus espejismos, por muy hermosos que estos parezcan, no son realidad y concluirán necesariamente en una decepción como mínimo, o en u agravamiento del padecimiento neurótico y más si hay cierta predisposición o presencia de rasgos de tipo psicótico.
Alerto sobre ello, puesto que cada vez, impulsado por la creciente y global sensación de carencia material, afectiva y humana, mucha gente se ve impulsada a aferrarse a propuestas, no siempre malintencionadas, pero sí ilusorias, de pertenencia a contextos experienciales intensos en los que se canaliza la sublimación asentándola como un mecanismo de defensa habitual distrayendo o dificultando e incluso imposibilitando el genuino autoconocimiento.

Ernesto Cabeza Salamó