Entradas populares

domingo, 15 de enero de 2012

¿En qué estado de humanidad nos encontramos?

¿En qué estado de humanidad nos encontramos?


     Hay algo que me llama mucho la atención y es la poquísima importancia que se da hoy por hoy al desarrollo del potencial humano. A preguntarse cuál es el grado de humanidad en uno mismo, en el colectivo de la población y al que se pretende llegar en un corto y medio plazo. Y por otra parte qué se entiende por manifestar la propia humanidad.

     En un mundo golpeado por la inseguridad en diversos ámbitos (crisis de valores, crisis económica, crisis políticas, crisis de culturas y crisis religiosas) el plantearse estas cuestiones parece algo secundario o terciario; y, justamente, aquí radica la estrategia de control de nuestro presente y futuro inmediato por parte de fuerzas ideológicas muy sofisticadas.
     Reducir a una gran parte de la población, del mundo occidental, a unas condiciones en las que sus recursos materiales les obliguen a vivir justo sobre el límite de la pobreza con unos deseos y aspiraciones grandes de consumo les provoca una constante frustración y amargura. Si a ello se le une ciclos de liquidez y bienestar entre contracciones económicas cada 10 o 15 años, éstos quedan muy pillados en una permanente lucha por mantener el estatus, el temor de perderlo y la vergüenza de no poder mantenerse a la altura de sus expectativas.

    Los que caen en la miseria del desempleo, avergonzados por su fracaso personal se encierran en un ensimismamiento victimista mientras buscan un empleo y dependen, en muchos casos, del apoyo de otros miembros de la familia, incluso del apoyo de las pensiones de sus mayores y también de los pequeños apaños a manos de la economía sumergida de supervivencia.
     
      Los más acomodados recortan sus gastos suprimiendo parte de su servicio y de empleados en sus empresas y negocios a fin de que la economía familiar se mantenga dentro de las expectativas durante la crisis.  
 
 
     Y los que disponen de capitales son los que tienen la oportunidad de beneficiarse de las posibilidades que ofrece la especulación en diversos aspectos. Con lo cual los ricos, una vez más, se hacen más ricos, y la mayoría de la clase trabajadora se ve reducida a una situación más precaria y aún cayendo en la pobreza.

     Nadie puede hacer nada, ni tan sólo nuestros representantes elegidos en el Congreso o Gobierno, ni en sindicatos; pues debe obedecer los dictados supranacionales de los llamados Mercados financieros y sus técnicos en las altas instituciones económico-financieras del planeta. Está claro que el verdadero poder no está en los estados, sino en los que tienen poder de favorecer o perjudicar en la gestión de las deudas de los estados. De ellos y de las instituciones y organismos que a sus fines acompañan es donde los gobernantes doblan sus espaldas en patética e impotente sumisión. Pero estos estadistas son los que luego imponen implacablemente la presión de rígidas legislaciones económicas que exigen de sus ciudadanos una adaptación sumisa y ordenan la represión de sus eventuales y naturales protestas.
    Hoy por hoy veo tres posicionamientos humanos ante tal estado de cosas que son apoyados por el propio sistema ideológico imperante.

    1º Para unos hay un poder sin nombre concreto ni individuo presente. Es un ente abstracto fuera del contexto de asignación a cualquier nacionalidad. Ejerce una autoridad bajo amenaza continua de castigo o sanción; exige obediencia o, en su negativa, la caída e la miseria. Crea la idea de que sus decisiones afectan a grandes masas de personas, por lo que, esas masas de personas (países) dependen de tales decisiones siendo del todo conveniente no airar ni luchar contra ello. Se crea la situación en la que mucha gente sobreviva en unas condiciones de subsistencia y adopte una actitud de conformidad. El concepto de la persona se convierte en ser “algo”, una especie de mercancía o ente para ser usado, que es sustituible e intercambiable, que carece de propia individualidad por estar sometido a un “ente dueño” que controla sus destinos; ante lo cual el ciudadano aparece como un mero espectador, como siendo una posesión de ese ente-poder. Consistiendo su vivencia económica en la preocupación por mantenerse en la subsistencia y, en el mejor de los casos, poder obtener la satisfacción de algunos deseos consumistas. Esta gente vive inmersa en un contexto de temor e inseguridad; siendo, por ello, su aspiración la obtención y posesión de aspectos materiales.

     2º. Otra visión muy generalizada es la que conscientemente, sus miembros, se sienten dependientes del “poder” que controla los recursos económicos con la facultad de poder abrir o cerrar el grifo de la liquidez económico-financiera, creando la idea de que de estas instituciones o entes surgen recompensas de tipo material-económico si no se les contraria y se sigue lealmente sus dictados; con lo que se pretende tener una situación de relativa seguridad y conservar lo adquirido. En esta situación son las instituciones del estado de quienes se depende y del que surge el poder que asegura el mantenimiento de las condiciones de vida favorables. En tal caso el que estas condiciones se mantengan estables ya proporciona la adecuada satisfacción en su medida ético-moral. En ello no importa el que otras poblaciones o pueblos puedan verse perjudicados ante tal mantenimiento de estatus-quo. El individuo se sitúa en un punto en el que responde fiel y lealmente a las indicaciones del poder que le dirá qué hacer y cómo hacerlo a cambio de la satisfacción de sus necesidades; la propia individualidad está condicionada por la servidumbre leal y dócil al ente que revierte benévolamente su recompensa como pago prometiendo seguridad ahora y en el futuro. Este segundo grupo humano ya reside más próximo a las instituciones que dosifican el poder.

     3º. Y hay un grupo mucho menos numeroso que se integra en el propio mecanismo del poder en el que responden a consignas de liderazgo pues comparten ideología y se ofrecen mutuo apoyo; su satisfacción depende de la calidad del propio desempeño con lo cual el individuo se ve participativo en un proyecto del cual se siente parte, siguiendo aspiraciones e ideologías que causan su campo motivacional. Dentro del ámbito corporativo sus componentes o miembros trabajan y reúnen sus esfuerzos para obtener la realización del propósito o proyecto ideológico que se cree les colmará de comodidad y dicha en lo material y la satisfacción de realizar la ideología o proyecto compartido y, por tanto, la pertenencia al grupo con los afectos dentro del mismo; pero no se puede cuestionar ni juzgar la finalidad del proyecto o corporación, porque eso conlleva la exclusión del mismo y la pérdida de privilegios y   estatus.

     Después se encuentran otras formas de desempeño actualmente escasos y que se da sin apenas o ningún apoyo mediático. No forman parte del diseño deseado de la sociedad y cultura para lo general. Actitudes críticas con el poder ya sea autocrático, patriarcal, de dependencia orgánica o de identificación con el mismo; siendo combatidos mediante el silencio y una tolerancia por su pervivencia anecdótica marginal. 

      En este contexto me pregunto cómo se entiende el potencial humano, cómo se considera el hasta dó:nde puede evolucionar la personalidad individual. La respuesta obviamente es: mientras se mantenga y no choque con ciertos límites establecidos. Evidentemente nos encontramos en un contexto de merma de la condición humana, en un ámbito restringido de desarrollo de la misma, con una dificultad para emprender iniciativas creativas más allá de la conformidad y seguridad pactada.
Einstein y Tagore

     Pueden existir personajes anómalos, singulares e incluso geniales a condición de que sean escasos y considerados rarezas interesantes.

      Dentro de este marco de referencia es muy difícil crear y construir una visión nueva de relaciones humanas con aspiraciones de otra índole que no sean de sumisión-dependencia de un poder más o menos autoritario, benévolo o compartido. Nadie de estos tres posicionamientos humanos antedichos daría apoyo ni comprensión a un nuevo concepto social igualitario, libre, espontáneo y flexible a menos que se haga consciente de su situación de minusvalía o de discapacidad humana.

Ernesto Cabeza Salamó