A principios de febrero publiqué el escrito "¿De vuelta al Humanismo?" y un mes después el titulado "Nuevo humanismo. La Primera y Segunda Humanidad". Hoy prosiguiendo el tema propongo éste algo más extenso, tomando el hilo de los anteriores.
Por otro lado, el considerar que el
ser humano tiene un potencial latente inconmensurable que justamente hoy
empieza a estar en condiciones de activar. En este segundo caso, la tecnología
seguirá siendo un importante auxiliar en el progreso de la cultura humana, algo
que podemos intuir, pero apenas imaginar por estar en sus albores apenas recién
nacidos.
También apunté que esta nueva
humanidad emergente no ha resuelto los desafíos de la anterior.
Desgraciadamente la mayor parte de la humanidad aún no ha podido, ni puede, ir
más allá de la subsistencia y la seguridad. El contexto dominante de la
ideología del poder económico lo determina. La economía dineraria- financiera mantiene la
persistencia de clases sociales acomodadas (en bienestar económico) y a una
masa muy numerosa en situación de segregación económica, en la pobreza y
miseria material. Las causas pueden ser las políticas postcoloniales, las
diversas guerras por diversos motivos, la propaganda mediante corrientes de
opinión, el considerar naciones-estado y defender cuestiones identitarias
frente a los otros, siendo susceptibles y hasta paranoides respecto a los que
no comparten nuestra identidad o muestran alguna diferencia. Esto hace difícil
una conciencia de ciudadanía planetaria, de pertenencia a la especie humana del
Planeta Tierra. Las relaciones económicas, de creencias e ideologías y de poder
causan fuertes tensiones que estallan en terribles y mortíferos conflictos. Las
guerras geoestratégicas y por el control de los recursos del planeta, las
mareas de refugiados y también de emigrantes por diversos motivos, entre otros,
postcoloniales y climáticos que, a riesgo de morir, cruzan mares y desiertos y
de ser confinados en campos inhumanos a la espera de regresar de modo forzoso a
sus lugares de origen, lo apuestan todo en la consecución del sueño de poder
cruzar al mundo privilegiado. ¡Cuántas ideologías a favor y en contra de todo
ello! Y mientras se debate si se les permite o no, mueren física y humanamente
(desesperanzados y traumatizados) en esos campos hacinados.
Las grandes corporaciones, oligarcas del
mundo, no ceden en lo más mínimo en su fantasía de control y explotación de los
recursos del planeta sujetándolos a un precio que sirve únicamente a su
beneficio económico y consecuente poder; sin escrúpulos de influir en las
políticas y gobernantes de los países dominantes y en los de los explotados. La
persuasión, la seducción, el bloqueo o el recurso a enviar sicarios económicos
sean por intereses nacionales o de las corporaciones transnacionales. No se
tiene en cuenta que los recursos del planeta son “para todos”, tanto
humanos como no humanos. A los segundos se les obliga a la extinción; a los
primeros se les somete de múltiples maneras desde la seducción y la persuasión
a la imposición (el clima de inseguridad, la tecnología por imposición de la
inteligencia artificial y el temor que es un arma muy eficiente).
Cuando alguien sugiere una concepción
económica basada en los recursos, siente caer sobre sí la amarga sombra de la
desesperanza, el pesimismo y la impotencia. ¡Es una utopía! ¡Es lo imposible!
Sin embargo, la economía de lo sostenible va ganando terreno en nuevas praxis, cada
vez alcanzando a mayor número de pobladores del mundo acomodado. El análisis
crítico a partir de lo sostenible nos va a conducir irremediablemente, a pesar
de los grandes obstáculos, hacia la Economía de Recursos a nivel planetario. El
factor tiempo de tránsito se ajusta al incremento de la alteración del campo
climático planetario. Cuanto antes alcancemos la Economía de Recursos, antes
cesaremos de acrecentar la alteración climática y las crisis humanas. Y sabemos
que el efecto negativo es acumulativo; cuanto menor sea el tiempo de transito, mejor para la biosfera y la
humanidad.
¡Cuánta humanidad no puede sustraerse
más allá de la satisfacción de las necesidades de seguridad! ¡Incluso en las
propias sociedades del llamado ¡Primer Mundo! (Considérese como ejemplo el
impacto en estos días de la pandemia “coronavirus”). La justicia en el reparto
del bienestar y recursos necesarios es la clave y tiene que ser un componente
ideológico. Las políticas retributivas de las haciendas nacionales tienen este
cometido; tenemos democráticamente (quienes gozamos de democracia) el poder de
decidir cuál es la política fiscal más equitativa. El tema de lo que debe ser
el justo reparto de la riqueza de una sociedad es algo muy controvertido,
estando sujeto a determinadas ideologías y creencias. Es decir, depende del
marco interpretativo del papel que desempeña el ser humano y sus relaciones
afectivo-económicas y lo que cree que significa ser humano.
Ello nos conduce al meollo del
asunto. El concepto del significado de “ser humano” que cada uno profesa de
forma individual y su repercusión en la propia salud.
Indagar en ello supone sumergirse
entre contradicciones que filosóficamente se han planteado desde hace siglos.
La defensa de que la persona debe obtener satisfacción a sus deseos y obtener
placer de la satisfacción de sus motivaciones; pero sin acertar en distinguir
entre las que son sanas y las que son patológicas. Si a todas se las mete en el
mismo saco, cada cual propone un tipo de acuerdo personal que justifica su
pugna interna.
Esto elevado a la categoría de moral
y ética produce un promedio “normal” que desnaturaliza aquello que cursa con
salud y lo que incide en lo patológico. Así se crea la imagen de una persona
éticamente “media” = “normal”; consecuentemente con este modo de concebir a la
persona, no se pueden atisbar cuáles son las grandes posibilidades humanas,
puesto que aspectos de desvalorización de la propia humanidad personal se
integran en este promedio o “normalidad”.
Desde la concepción humanista y, en
especial, desde la psicología humanista, debemos poner en claro este punto. Las
motivaciones patológicas disminuyen la propia humanidad al destruir la
integridad y colocan a la persona en una auto desvalorización que tiñe y
desdibuja la presencia de los otros más saludables. Esta persona, en parte disociada, no está en condiciones de atisbar su potencial y actualizarlo. No
confiará en sus posibilidades y se sentirá con malestar. Esto, en un grado u
otro, todos lo compartimos, porque todos participamos en algún grado de la
condición patológica. En nuestra cultura esta contradicción es lo más común;
resulta excepcional quien sólo satisface sus necesidades, deseos y motivaciones
saludables; puesto que el desarrollo y práctica de estos sanos valores deberían
estar apoyados y promovidos por el ambiente cultural y social. Una sociedad
asentada en el ocultamiento y la disimulación es una sociedad que se resiste a
que sus miembros puedan llegar a ser auto realizadores. Por ello se puede
afirmar en pleno acuerdo con A. Maslow que “es buena aquella sociedad que
promueve al máximo el desarrollo de los potenciales humanos, el máximo grado de
humanidad”. Y, además, que aquellos seres humanos más motivados a la auto realización
necesitan, en lo posible, una buena sociedad en la que crecer.
Es obvio que la sociedad en la que
vivimos, en la que vivo, está aún muy lejos de este punto, aunque sirva de
consuelo considerar que hay, aún, otras más rezagadas. Las personas en auto
realización son aún la excepción. Estamos, por lo común, atrapados en la contradicción
indicada antes. Sólo hay que observar de qué modo nos atrapa las modas, el
fenómeno de fans de esto y aquello, el cómo nos entregamos a la manipulación
mediática y consumista, el cómo de vulnerables estamos ante las corrientes de
opinión y lo poco o nada críticos que somos con las manipulaciones,
tergiversaciones y traiciones de los genuinos valores humanos. Los valores
humanos que decimos compartir y/o defender lo son en el ámbito teórico, pues,
de otro modo, no se daría desigualdad conducente a la pobreza y miseria; no se
darían condiciones que favorecen las conductas abusivas y de maltrato en
cualquiera de sus formas; no se permitiría que regiones del mundo fueran
asoladas por guerras, por hambrunas y pobreza; y que sus pobladores se tengan
que jugar la vida para aspirar a un porvenir. Tampoco que se les cierre y se
construyan muros en la frontera o se los confine de forma hacinada e inhumana
en campos de refugiados o campamentos clandestinos de emigrantes. Consentir que
esto pueda ocurrir impunemente ya es un conflicto profundo en la humanidad de
los integrantes de una sociedad; y los representantes políticos el exponente
visible de esa deshumanización. Esto no resiste la más sencilla crítica, pero
mayormente se justifica y consiente. Desculpabiliza el acudir a la caridad, sólo eso.
Bajo esta consideración, hay que
tener en cuenta que aquellas personas sensibles y auto realizadoras son menos
susceptibles a las modas, propagandas, tendencias y corrientes de opinión que
la gente común y corriente.
Todos, como integrantes humanos,
llegamos al punto en que asumimos o debemos asumir, de modo incuestionable, la
responsabilidad de nuestra propia evolución. Hoy en día, evolución, no se
entiende desde el punto de vista darwinista. Hay una integración de aquellos
logros satisfactorios obtenidos gracias al apoyo mutuo; dado que la humanidad
sólo puede evolucionar como una comunidad de mutuo apoyo en casi todos los
ámbitos de su actividad y relación vital. Además, evolución, en lo que nos
respecta, supone selección (aquí no en sentido natural, sino social y
cultural); y por consiguiente elección y decisión. Lo que significa contacto
con los valores que nos son propios. Actualmente sabemos que la evolución de
las especies no es sólo para la supervivencia de los más fuertes y dotados,
sino que sobre todo para quienes sean más adaptables a los cambios, tanto
naturales como no, que se imponen con sus condiciones. Un ejemplo de ello es la
conducta de ciertas personas con relación al riesgo de contagio del
coronavirus, que, por rigidez, no comparten las medidas de cuidado y prevención
de la pandemia; se exponen y exponen a los demás.
En tal sentido, el ser humano, tan
vulnerable a los cambios medioambientales naturales como a las contingencias
derivadas de su interacción social y cultural (conforme a la triple dirección de
cualquier impulso vital: afecto, acción y conocimiento). La adaptabilidad es el
fenómeno resultante de la unión de creatividad, flexibilidad, espontaneidad y
motivación. Estructuras de carácter rígidos bloquean y hacen inoperativa la
adaptabilidad humana, entonces la propia vulnerabilidad y el proceso
autodefensivo frente al temor, lo convierte en un temible adversario de sí
mismo y de sus congéneres; de la propia vida y de la biodiversidad del planeta.
La sintomatología ideacional neurótica se expresa creativamente en la
consideración actual de innumerables distopías que superan, en mucho, a las
utopías y, por supuesto, no aparecen eutopías. Parece un juego de palabras,
pero no lo veo así. Gran parte de la producción creativa manifiesta contenidos
más o menos manifiestos y latentes de neurosis a través de diversidad de distopías.
¡Consideremos el contenido de la mayoría de las series televisivas de ficción y
de creaciones literarias! Un ejemplo de ello es la penetración del término
“matrix” en muchos aspectos reflexivos y valorativos, claramente algo
distópico.
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Novelas de ficción distopicas |
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Serie distopica "El cuento de la criada" |
Paralelamente a todo esto está la
consideración, sea ligada a las distopías o no, de la ciencia. La palabra
ciencia procede del término latino “Scientia” que significa “conocimiento” o
“saber”. Así, pues, la ciencia se dedica a estudiar, investigar, interpretar y
explicar todos aquellos fenómenos naturales, sociales y artificiales que tienen
lugar en el mundo y el universo. Dicho esto, en su propósito de estudio
verificable, interpretable y explicativo, la ciencia, trata de hallar leyes
naturales que aseguren la veracidad; así que los objetivos tradicionales de la
ciencia son la predicción y el control. Elementos fundamentales de la
validación de los experimentos científicos; dado que así se hace posible la
replicación experimental y el convertir una teoría o hipotesis al rango de ley
natural. Sin duda esto es acertado en el mundo de la química, física y
biología, en las cuales bien podemos afirmar que cumplen con un estricto
programa fijado por la naturaleza; pero en los organismos superiores y, en
especial, el humano, resulta evidente que no le sirve y que acontece incluso lo
contrario. ¿Queremos ser previsibles y predecibles? ¿Controlados y
controlables? ¿Sería ley natural científica el que se nos definiera como
previsibles, predecibles y controlables? Sería, sin duda una ley coercitiva, no
humana, contraria a la libertad, al libre albedrío; pero muy a menudo actuamos
conforme a estas restricciones auto aplicables. Estas cuestiones claman nuestra
atención y tienen que ver con el sentimiento subjetivo de ser libre en lugar de
estar determinado, de escoger por uno mismo en lugar de estar controlado
externamente. Puedo afirmar sin margen de error que a los seres humanos
psicológicamente sanos no les gusta que les controlen y prefieren sentirse y
ser libres.
La concepción clásica de la ciencia
es la del investigador científico que controla, dirige y manipula a personas,
animales y cosas. Así es el dueño de lo que está estudiando. Se postula como
jefe, como autoridad de experto, y así el que se hace cargo y dice a los demás
lo que les define y deben hacer. Evidentemente, este conocimiento es
inaceptable. En relación con lo humano tiene que darse otro tipo de
objetividad, que implique lucidez y permita una percepción precisa de la
realidad externa a nosotros, externa al “observador”. La la respuesta a cuestión es la derivada de la “observación
amorosa” que aporta formas de conocimiento inaccesible para quienes no aman;
pensemos en el conocimiento que se da entre dos enamorados o entre padres e hijos
como ejemplo. Este conocimiento por amor aporta bastantes ventajas consistentes
en que autoriza a que la persona amada se abra, se manifieste, abandone las
defensas, se desnude psicológica y espiritualmente. Así se permite mostrar en
vez de disimularse u ocultarse; pero, por otro lado, a modo de
inconveniente a la pretendida objetividad y claridad, también tenemos que el
hecho de amar a alguien, si la persona amada nos interesa fuertemente o nos
fascina, nos puede hacer caer en la ceguera de lucidez, y debemos estar suficientemente prevenidos
puesto que, si se trata de algo problemático, nos puede causar cierto
desequilibrio personal como observador. Una propiedad humana es la capacidad de
desapegarse, aparece tanto más cuanto más centrada e íntegra es la persona; es
decir cuanto más comprometida esté en su auto realización.
Me permito decir que las personas
insanas (como menos, neuróticas), en la utilización de la tecnología participan
de un efecto secundario que hace que puedan convertirse en más peligrosos, más
amenazantes en virtud de los recursos tecnológicos que pueden manejar y más
cuanto más manejen aspectos de poder. El malestar causado por las defensas ante
las heridas internas y el temor al dolor que el mundo externo puede causar, les
aleja de su humanidad, autenticidad, creando dependencia, suspicacia,
desconfianza y confusión. Todas estas emociones, unidas al uso de la tecnología
existente, nos puede dar una idea del posible potencial dañino que podemos
manifestar.
Las heridas o traumas pueden
acontecer en todos los estadios de la vida, pero son tanto más graves cuando
acontecen en edades muy tempranas o al inicio de la vida, dado que entonces o
no hay defensas o estas son muy frágiles e inmaduras. El conjunto defensivo se
estructura creando una capa sobre la personalidad, lo que se llama coraza o
armadura caracterial; y en la conducta, el propio carácter, Ocurre que se dá una
relación inversamente proporcional entre carácter y personalidad. Dicho de otro modo, cuanta
más presencia adquiere la estructura caracterial, más disminuye nuestra
personalidad, es decir, el contacto con nuestra integridad y humanidad. Cito a Maslow: “…la insatisfacción de las necesidades de seguridad, protección,
pertenencia, amor, respeto, autoestima, identidad y auto realización genera
males y enfermedades carenciales”. Aquí entran todos los padecimientos que
calificamos como neurosis y ciertas psicosis. Dicho esto, se podría proponer
que el compromiso de auto realizarse, disiparía tales enfermedades carenciales;
pero la realidad es que incluso quienes tienen las necesidades básicas
satisfechas y ya son auto realizadoras, con gran contenido motivacional y meta
motivacional, con meta motivaciones tales como la verdad, la bondad, la belleza,
la justicia, el oren, la ley, la unidad, la fraternidad universal, etc., sufren
de privaciones a nivel meta motivacional. Bajo ciertas condiciones esta
insatisfacción meta motivacional, o de los valores que representan, también
produce condiciones patológicas, que Maslow define como metapatologías
generales y específicas; dado que resultan ser igualmente enfermedades
carenciales. Mi punto de vista al respecto es la posible pervivencia de traumas
compensados y no bien resueltos que logran impregnar el presunto bienestar de
la satisfacción de necesidades y dirigir el contenido de las motivaciones y
asimismo de las meta motivaciones.
Imaginemos una persona que ha sufrido
privaciones básicas en la tierna infancia, luego decepciones relacionales, sexuales y laborales y está en lucha contra un sentimiento latente de victimismo; entonces
esta persona puede sentirse que ha resuelto las necesidades básicas y siente
deseos, aspiraciones y medios para atender estados motivacionales y meta
motivacionales. Ese dolor de haberse vivido víctima teñirá los campos
motivacionales y le conducirá a un estar en alerta frente a causas de presuntas
víctimas en diversos ámbitos, a militancias exageradas e incluso con el riesgo
de obsesionarse con la temática. Se da una pérdida de objetividad y
discernimiento debido a un apego histórico latente. El componente, cuanto
mínimo neurótico, sigue vigente en lo profundo de su ser, a modo inconsciente,
impregnando con esa temática su identidad, alterando su autenticidad e
integridad. Y lo mismo ocurre con otras posibles temáticas.
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Desventajas de la manupulación genética |
Quienes imaginan e idean el futuro
considerando al ser humano como limitado consideran que la tecnología es lo que
puede extender sus capacidades y llenar las limitaciones. A pesar de la
creatividad y el intelecto que manifiestan, dejan ver lo distantes e incluso
disociados que están de las cuestiones humanas. Se les denomina tecnólogos
(expertos comprometidos con una concepción de la ciencia que pueden ignorar los
valores). El considerar ineficaz y limitado al ser humano les distancia del
contacto con su propia humanidad y del contacto con su propio potencial y
desarrollo valorativo-motivacional, por mucho que se sientan fascinados con su
progreso y evolución. Nos sugiere conflictos personales con sus propias
necesidades, motivaciones y meta motivaciones, es decir, como mínimo con
sintomatología neurótica. Se da un mecanismo defensivo hacia lo valorativo y se
asientan en lo descriptivo como concepción de la ciencia y así la pretenden
como algo amoral. La vivencia de su propia humanidad es conflictiva (patología
carencial) desarrollando una estructura mental defensiva con la cual abanderan
la creencia de que la ciencia y la tecnología es amoral. En la medida en que la
aplicación práctica de la tecnología en lo humano no les cause respuesta
emocional alguna sugiere la presencia de rasgos psicopáticos.
Desde el punto de vista de la
psicología humanista, la neurosis, además de tratarse de un tipo de dolencia,
se la ve como un intento de avance, tímido e inseguro; que influenciado por el
temor tiende en la búsqueda de un estado saludable y a una condición humana más
plena planteándose en el presente y proyectándose al futuro. Es un intento
ineficiente de vencer el dolor (psíquico) y restaurar el equilibrio y armonía
de la personalidad tratando de obtenerlo sin considerar el efecto defensivo del
carácter, por considerar que carácter y personalidad es lo mismo. Ya dije que
se da una relación inversamente proporcional, y el neurótico lo considera como
relación directamente proporcional. El esfuerzo por superarse intensifica o
aviva el conflicto.
Al margen de los problemas de tipo
cromosómicos y genéticos, la totalidad de los seres humanos, desde antes del
nacimiento, manifiestan una dirección y voluntad activa hacia la salud, con un
impulso hacia el crecimiento o la actualización de las potencialidades humanas.
Es propio de los seres vivos (el aspecto trino del impulso vital: afectividad,
acción y conocimiento), pero se hace consciente entre los humanos. A pesar de
ello asistimos a la triste realidad de que aún hay una mayoría que no considera
la utilidad de la auto realización; y son limitados quienes lo logran
plenamente. Sólo una pequeña fracción de la humanidad alcanzan la realización
de la plena humanidad, de la auto realización; incluso como miembros en
bienestar de una sociedad relativamente afortunada como la nuestra. Esto
resulta ser una gran paradoja. Si hay personas que tienen las necesidades
básicas satisfechas y medios para proponerse metas motivacionales ¿por qué no
es lo más frecuente?
Nuevamente apreciamos el
aspecto interpretativo de nuestra realidad. ¿Qué entendemos por el concepto de
normalidad? Desde el punto de vista de la salud desde la acepción descriptiva y
por tanto “no-valorativa” se considera que esta normalidad es lo mejor que cabe
esperar (lo promedio = normal) y, por consiguiente, debemos estar satisfechos
con ella. Así, por todo lo visto, desde esta perspectiva, la normalidad se
trata más de un tipo promedio de enfermedad, mutilación o atrofia que
compartimos con todos los demás y que, por ello, no advertimos como limitante.
En relación con esto nos enfrentamos con el complejo problema de la relación
entre “ser y tener”, entre lo que se hace y los valores que acompañan, entre lo
que surge de mi libertad y espontaneidad y lo que debo hacer, pensar, etc.
Magistralmente considerado en el clásico libro de Erik Fromm “Tener o Ser".
El término neurosis originariamente
significaba “alteración o enfermedad de los nervios”, algo plenamente
prescindible actualmente, pero que se ha seguido utilizando como designando un
estado de desequilibrio de la mente causado por la ansiedad principalmente y
que se produce sin que exista ningún daño orgánico. Dentro del campo de la
Psicología humanista, sería conveniente sustituir el término “neurosis” por la
idea de “disminución humana”. A nosotros nos interesa apuntar hacia la
evidencia de la pérdida o la falta de actualización de las capacidades y
posibilidades humanas, dentro de una representación de grado y cantidad.
El término “Disminución de la
actualización humana” incluye tres vertientes: A) La manifestación de la
conducta con todas las categorías clínicas clásicas (Todas las atrofias,
mutilaciones e inhibiciones derivadas de la pobreza, la explotación, la mala
educación, la esclavitud, etc. B) Los trastornos existenciales y
caracterológicos que afectan a los económicamente privilegiados. C) Todas las
disminuciones de la propia humanidad resultando de toxicomanías, psicopatías,
autoritarismo, criminalidad y otras disminuciones que causan pesar, dolor y
sufrimiento. No debe confundirse con la condición de discapacidad física,
sensorial o psíquica que apunta a otras condiciones biológicas y existenciales;
aunque bajo sus efectos pueda conducir a la creencia de una disminución de la
propia humanidad.
Tanto la acepción originaria de
neurosis, como el entenderla como desequilibrio debido a la ansiedad o
“enfermedad psicológica” pone a la neurosis en el mismo plano que si se tratara
de lesiones, infecciones bacterianas, fracturas de huesos, etc. Hoy, aquí,
desde el humanismo la consideramos como una alteración espiritual (no es lo
mismo que religiosa), una pérdida de significado, el dudar acerca del sentido
de la vida, el dolor y la cólera por la pérdida de amor, la pérdida de coraje o
de la esperanza, la desesperación ante un incierto futuro, el disgusto por uno
mismo, el reconocimiento de que malgastamos la vida, de que disminuye o
desaparecen las posibilidades de amor o alegría, entre otras muchas
dificultades a la auto realización. Todo ello son pérdidas pasajeras o asentadas
que disminuyen nuestro contacto y actualización humana; de aquello que
consideramos que hubiera podido ser y que, tal vez, todavía pueda ser.
Los grandes determinantes de esta
condición neurótica es el poderoso papel que desempeñan los condicionamientos
sociales, económicos, políticos, religiosos, educativos, filosóficos,
axiológicos (el valor y significado de las cosas) y familiares. La finalidad de
la terapia humanista no es adaptar al individuo al estado de cosas, sino
apoyarse a adquirir consciencia de cómo le afectan los grandes determinantes y
que, así, surja de sí mismo el cómo conducirse saludablemente con ellos y el
poder transformarlos, en la medida de lo posible, en menos opresivos.
Ayudar a alguien a avanzar hacia la
plena humanidad pasa inevitablemente por el camino de la toma de consciencia de
la propia identidad (entre otras cosas). Una parte muy importante de esta tarea
consiste en la toma de consciencia de lo que se es, biológica, temperamental y
constitucionalmente, como miembro de la especie; tomar consciencia de las propias
facultades, deseos, necesidades; y también de la vocación y compromiso con el
propio cometido existencial. Ello nos conduce a la auto realización y con ella
accedemos a lo transpersonal cuando aparece lo meta valorativo y surgen las
“experiencias cumbre” que nos transforma radicalmente.
Ahora estamos en el punto evolutivo
(con el advenimiento de la ciencia relativista y cuántica junto a sus
tecnologías) de liberar al ser humano de las cadenas de necesidades básicas, de
proyectarlo a lo motivacional y meta motivacional. Facilitarle la obtención de
experiencias cumbre y ayudarle a integrarlas en su personalidad en expansión
hacia la concepción del humano con “ser cósmico”, como “ser universal” y por
ello fundamentalmente energético. En estas últimas décadas han sido
descubiertas herramientas muy valiosas en este aspecto, estando a disposición
de las personalidades auto realizantes.