Sola
Laura llegó allí. No sabía muy bien como había ocurrido, sólo que estaba allí.
Se había pasado la vida luchando, y un día se quedó sin objetivos. Lo único que le quedó fue regresar, totalmente vacía, por dentro y por fuera.
Ya no había ningún hombre, para qué los quería... Le gustaría que en el mundo sólo hubiera mujeres, todo iría mejor. El precio de la tranquilidad sería que no hubiera sexo. Quizá tampoco quería eso para ella, pero era una justificación para seguir así, plana de proyectos, sin futuro.
A veces quería recapitular, reflexionar sobre lo sucedido, pero era demasiado duro enfrentarse con la realidad. Él ya no la quería, eso era un hecho. Pero lo que Laura no comprendía era cómo Jaime pudo alejarse tanto, teniendo en cuenta que ella era prácticamente perfecta. Le dio mucho, demasiado.
“La locura por amor mal entendido es más frecuente de lo que parece”, le dijo su amigo. “Tú en realidad no le querías, nunca has sido tonta, lo que te faltaba era un golpe de decisión para acabar con todo”. “Los hombres somos así, no nos gusta acabar una relación sin haber afianzado otra. Y tú te has dejado llevar por la situación hasta llegar a un callejón sin salida”. “Pero saldrás adelante, siempre lo has hecho. Estoy convencido”.
Laura pensaba en lo que le decían sus amigos, pero nunca acababa de creérselo. Ella se sentía muy diferente a cómo la veían los demás. Todo el mundo la animaba, no sabía por qué. Los sentimientos de admiración que despertaba en los demás no se correspondían con lo que ella sentía. No porque fuera mala, sino porque siempre se dio cuenta del velo que la separaba del resto del mundo. Ese velo fue la misma vida quién se lo puso, y ella luchaba por romperlo. Ahora la lucha se había vuelto contra ella, ya no había nadie a quien abrazar y poder tocar en todo momento, y sin contacto el velo se volvía mas grueso.
Pero Laura tenía determinación, y a pesar de todo el dolor y el abandono, decidió mirarse en el espejo y verse guapa, guapa como sólo lo son las mujeres. Sabía que el mundo estaba hecho por los hombres, pero como había visto escrito en alguna parte, otro mundo es posible. La vida la aguardaba. Así que se vistió y salió a la calle confiada en que realmente era posible, que es posible. Laura sabía que por encima de todo, ella era capaz, y el mundo de ahí fuera también lo sabía. Y por unos instantes, el velo se disolvió y pudo sentirse dentro del mundo, por primera vez tras muchos años, desde que alguien le arrebató la niñez.
...sentirse dentro del mundo,... |
Maite.
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