Puntualizando
sobre lo transpersonal y lo personal
Actualmente se habla mucho de lo Transpersonal o trascendente.
Y ¡cómo no! Aparece el mercado.
Mi intención es, ahora, reflexionar un poco al respecto.
No siempre las vivencias intensas son transpersonales; las hay personales e
incluso propias del ego. En ocasiones la madeja creada tiene muchos nudos y
resulta muy difícil separarlos.
Hay que advertir que lo transpersonal no es un simple proceso de
sublimación. Demasiado a menudo los contenidos afectivos y emocionales
afectados de inhibición y represión, alentados por la presión exterior, a veces
mediática, o por las creencias propias, encuentran una senda de manifestación
simbólica a través de la sublimación creando anhelos y deseos espirituales o
transpersonales que buscan su satisfacción; estando, entonces, en condiciones
de crearse condiciones de dependencia e incluso de adicción. Siendo esto una de
las causas propicias para manipulaciones sectarias. El acceso a lo
transpersonal, al igual que lo pre personal, precisan previamente o
simultáneamente de un proceso de intenso autoconocimiento.
El camino fácil no es habitualmente lo más acertado y sensato. Crea una
sensación inmediata de excitada intensidad y emoción de pertenencia o adhesión
a un contexto energético-vivencial. Y muy fácilmente puede confundirse e
interpretarse como una “experiencia pico” de tipo transpersonal.
Lo transpersonal es una dimensión del self que se abre progresiva y
madurativamente a resultas de un trabajo profundo de tipo personal. Antes hay
que ordenar el ego y enraizarse con el “Yo corporal”. A través del “Yo
corporal” (El cuerpo terapéutico) es posible acceder progresivamente al self y
desde tal conexión existencial activar un estado acrecentado de consciencia que
permita la emersión de experiencias significativas.
El Self se arropa por el Yo y el
acceso al Yo está protegido por el Ego con sus manifestaciones que denominamos
“carácter”. El Ego y el Yo no se soslayan; son necesarios para proteger y
canalizar el Self permitiéndole la expresión. Todo impulso del Self tiene que
adentrarse y manifestarse a través del Yo, lo que somos como seres vivos
humanos, e impregnándose de sus peculiaridades, atravesar la capa del Ego,
nuestra armadura defensiva, cosificado en nuestro propio cuerpo como tensiones,
bloqueos, órganos hipercargados y otros hipo energéticos. El Ego es un tamiz de
gran eficiencia, en él se apoya la sensación de seguridad y supervivencia en el
mundo social y personal. Interpreta, inhibe y reprime los contenidos que le llegan
del Yo dando lugar a ese sufrimiento y malestar que llamamos neurosis. Hunde
sus raíces en la ignota tierra del inconsciente y crece y fructifica dando
lugar a una pseudoidentidad, en ocasiones muy alejada de nuestra genuina
autenticidad.
Mucho del material reprimido encuentra una vía de manifestación a través de
la sublimación que permite desplazar la pulsión original insatisfecha hacia una
producción fantasiosa e incluso creativa y emocional que la sustituye.
De hecho es como percibir un espejismo en el desierto personal. La genuina
consciencia es darse cuenta de la naturaleza de nuestro desierto personal,
conocer cómo lo hemos construido y qué potencial esconde tras tanta devastación
y desolación. Ningún ego, de motu proprio, se siente con fuerza para
enfrentarse a tamaña hazaña propia de auténticos héroes. La labor del
psicoterapeuta que incluye el contacto con el Self a través del Yo es apoyar y
acompañar al buscador-a en tal
importante desafío de encontrar su autenticidad, su abundancia entre tanta
carencia.
Si alguien trata de soslayar su desierto refugiándose en sus espejismos,
por muy hermosos que estos parezcan, no son realidad y concluirán
necesariamente en una decepción como mínimo, o en u agravamiento del
padecimiento neurótico y más si hay cierta predisposición o presencia de rasgos
de tipo psicótico.
Alerto sobre ello, puesto que cada vez, impulsado por la creciente y global
sensación de carencia material, afectiva y humana, mucha gente se ve impulsada
a aferrarse a propuestas, no siempre malintencionadas, pero sí ilusorias, de
pertenencia a contextos experienciales intensos en los que se canaliza la
sublimación asentándola como un mecanismo de defensa habitual distrayendo o
dificultando e incluso imposibilitando el genuino autoconocimiento.
Ernesto Cabeza Salamó
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