Informe sobre
el experimento en adultos de “Activación de la Visión extraocular”
Basado en los
estudios del doctor Jacobo Grimberg de “visión extraocular” en niños.
Se trata de un experimento
realizado a lo largo de tres meses en un pequeño grupo constituido por 8
personas, del cual dos son hombres y el resto mujeres. Todos adultos con edades
comprendidas entre 30 y 60 años. Todos debidamente informados del propósito y
dispuestos a colaborar.
Todas estas personas tienen
en común una flexibilidad mental y la práctica de diversos procedimientos
meditativos, con experiencias en este campo diversas, desde meditadores con
años de experiencia a otros noveles con, a lo sumo, un año de práctica.
Hay documentos
incuestionables de que los niños tienen un potencial apenas explorado de
adentrarse en el ámbito de la percepción extrasensorial.
A nuestra vista aparece como inaudita la facilidad que tienen de
acceder a ello. Es muy sorprendente el que se pueda mantener en silencio.
Jacobo Grimberg en la década de 1980
efectuó unas investigaciones sobre este aspecto llegando a las
siguientes conclusiones: “Es posible percibir visualmente sin necesidad de
utilizar los ojos. La finura de detalle de la visión extraocular es similar a
la visión retiniana igual que su fidelidad, pero sin utilizar la complejidad de
las estructuras cerebrales de la visión corriente. Estos niños están más en
contacto con ellos mismos. Los niños más seguros adquieren esta destreza con
mayor facilidad. Su aparición es súbita como de un salto cuántico. Algunos
fenómenos que se presentan a esta destreza incluye la percepción interna de
órganos pudiéndose detectar zonas dañadas o enfermas siendo capaces de revertir
sus síntomas; el que adquieren cierta capacidad telepática; y por último que,
de sostener un cristal de cuarzo, hacen más nítida la visión extraocular”.
Con ello postulé que era posible idear un
procedimiento experiencial que estimulara en los adultos el aproximarse a esta
destreza extrasensorial. Dando lugar a esta experiencia experimental. No es una
investigación científica, pero es todo un experimento piloto en este aspecto.
Espero que esta línea de estudio y experimentación no caiga en el olvido y se
siga investigando con mayores recursos y medios.
El proceso experimental se
ha dispuesto en tres etapas de creciente dificultad a lo largo de tres meses
consecutivos.
En la primera etapa se
procede a plantear el proceso apropiado que, ami juicio, posibilitaría el
establecer unas condiciones oportunas mínimas para que tal manifestación
extrasensorial pudiera manifestarse, a saber: Interrumpir el flujo de las
rutinas cotidianas propias del hacer adulto, por un lado contando con la
intencionalidad de alterarlo; por otro, definiendo un mínimo recurso
ritualístico que favorezca un entorno en el cual el espacio-tiempo sea, en
consciencia, diferente. El contexto de una sala de meditación con un sencillo
altar representando la Sagrada Rueda
Medicinal nativo americana, una limpieza ritual por sahumación y una ofrenda
ritual de salvia a la Madre Tierra.
En esta fase se hace énfasis en el adiestrarse y adquirir rodaje y
pericia de interrumpir el efecto del anclaje en los patrones mentales
relacionados con la conciencia ordinaria adulta que, por común acuerdo,
denominamos “tonal del tiempo”. Por tal motivo se propone una actividad física
de movimiento libre y espontáneo con ojos abiertos que reduzca el
condicionamiento de la vida corriente, el situarse en lo que
ontoenergéticamente denomino una posición a-racional, el acceder a un ánimo
despreocupado y lúdico favoreciendo la curiosidad natural. Todo ello en el
transcurso de unos 15 minutos. El contactar con el cuerpo activo, sensible,
energético, lúdico y, al tiempo, contactar con un posicionamiento análogo al
infantil de observar el mundo con una actitud de curiosidad, de asombro, de
expectación y maravilla; abiertos a lo sorpresivo y al impacto de lo novedoso,
de lo desconocido, y, por ello, asombroso y maravilloso.
Seguidamente se procedía a vendarse los ojos asegurándose de no
percibir el mínimo indicio visual y adentrarse en una actitud meditativa
mediante la conexión con los siete centros sutiles, contando con la
visualización e intento de sentirlos; le seguía una intensa práctica de
respiraciones profundas reparando en ellas, sus pausas y visualizando el centro
del entrecejo. El paso siguiente ha sido el meditar sobre el significado y
profundidad del ser, cuyo efecto es expandir la consciencia y con ella los
límites del espacio-tiempo. Entonces la actividad culminaba en un apoyo mutuo
trabajando en pareja, en la que se tomaban de las manos y se visualizaba en el
otro un canal energético que conectara las manos con la pituitaria y el
entrecejo representándolo como una línea de luz sin interrupción a lo largo de
unos minutos.
Hecho esto se liberan las manos y cada cual permanecía en contacto con
las sensaciones de tipo visual que aparecieran en la pantalla de la
consciencia, tratando de evitar la creación deliberada de imaginería,
pensamientos y recuerdos. Entonces se advierten sensaciones visuales de índole
subjetiva como manchas de colores y otras imágenes espontáneas. Finalizaba el
encuentro con una conversación grupal en la cual cada participante aportaba sus
vivencias a lo largo de todo el tiempo de la experiencia de una duración
aproximada de una hora.
Hice énfasis en que esta
primera fase pretendía la desconexión con las rutinas preceptúales de la vida
cotidiana, el entrenarse en la conexión con la faceta de atención incondicionada
y la disposición hacia el asombro propio de obtener una percepción singular.
Los resultados fueron los
habituales de cualquier otra práctica meditativa: conexiones y desconexiones,
momentos o circunstancias de mayor o menor facilidad de seguir el proceso
propuesto.
La segunda fase consistió
en reducir el tiempo de ambientación y preparación de la actitud favorable y en
el introducir imágenes sencillas en el trabajo en parejas, sin mediar palabras,
siguiendo un turno acordado, en el cual uno exploraba con las manos y dedos una
imagen; se trataba de dibujos sencillos y fotografías de objetos simples. El
que la exploraba (sujeto) debía abrirse a captar las impresiones que aparecían
en su consciencia a lo largo de unos minutos siendo plenamente desconocedor del
contenido de la imagen que se le presentaba. Una vez transcurrido el tiempo, se
quitaba la venda y ofrecía otra lámina al compañero que devenía ahora en “sujeto”
con los ojos vendados para que, a su vez, explorara la nueva lámina.
Igualmente, acabado el tiempo del trabajo de exploración, cada cual,
solitariamente integraba las percepciones y sensaciones obtenidas. En rueda de
conversación subsiguiente se procedía a ver la o las imágenes exploradas y
participaban al grupo de lo experimentado en el proceso.
Inicialmente fue sorprendente el observar numerosas coincidencias
subjetivas y del seguimiento dactilar de la imagen explorada. Era claramente
evidente que las sensaciones y percepciones reproducidas testificadas por el
observador (el que descubría la lámina y observaba las maniobras de manos y
dedos sobre ella) no seguían una pauta al azar, sino que respondían a
movimientos inconscientes, pero muy asociados a la naturaleza de lo manifestado
en el dibujo o fotografía que exploraba. Se daban genuinas percepciones o
indicios, que hacían referencia a percepciones, no todas conscientes, que se
ajustaban a la naturaleza del estímulo explorado.
Dicho esto, también se comprobó, a lo largo de las subsiguientes
sesiones, que se producía un efecto de habituación al experimento y que se
combinaba en mayor grado el querer percibir cosas que la intención de abrirse a
las sensaciones que surgían. Los procesos mentales se producían y contaminaban
esas percepciones singulares. El trabajo consistía en tratar de separar las
sensaciones evocadas mentalmente de las sensaciones incondicionadas. Ello planteaba
un aspecto problemático para el desarrollo del experimento. También se unía el
deseo de percibir y el temor al fracaso y, consecuentemente, la duda y desánimo
por frustración. A pesar de todos estos aspectos inconvenientes e indeseables,
siguieron produciéndose unas percepciones ajustadas al estímulo explorado que
muy difícilmente respondían al azar. Esta fase, con su realismo, en cuanto a
las propias trampas que cada cual desarrollaba, mantuvo el ánimo activo y
favorable a que la percepción extrasensorial pudiera darse. También se trató y
se tuvo en cuenta el aspecto de la aportación de tipo telepático que pudiera
darse e influir; esta era una variable que en este experimento era imposible de
controlar o evitar; por lo cual se aceptó tal posible aportación como un estímulo
también de índole extrasensorial a la activación de la visión extraocular.
En la tercera y última fase
del experimento se utilizó, como refuerzo acrecentador de la posible visión
extraocular, un cristal de cuarzo transparente natural con seis facetas en
prisma, utilizándolo en contacto con el entrecejo del compañero en la fase de
contacto de manos y visualización de la línea de luz de mano a pituitaria y
entrecejo ya explicado en la primera fase. Lo segundo importante en esta
tercera fase consistía en el apoyo y refuerzo verbal del “observador” al sujeto
explorante, haciéndose énfasis en mantenerse neutro y no sugerir pistas acerca
de lo observado. La finalidad era cribar la genuina percepción extrasensorial
de la propia imaginería mental. Después de ello se procedía de la forma
habitual y finalmente se comentaba en la rueda grupal las vivencias y
experiencias obtenidas.
En esta tercera fase aparecieron las dificultades de la fase anterior,
pero se dio acrecentadamente el deseo de querer adivinar el contenido de la
imagen en ese autoengaño de confundir el “ver” con el generar una imagen mental
de lo que se cree manifiesta el estímulo incluyendo las observaciones y
sugerencias a modo de pistas que ofrecía verbalmente el observador al sujeto. Estas
falacias se daban claramente, unidas a una creciente sensación de frustración
por la no obtención de percepciones claras de tipo extrasensorial. Las sensaciones
comunes seguían siendo parecidas a las acaecidas en la fase anterior, como si
se estuviera en un estancamiento. Aún así aparecieron logros realmente
prometedores, como la percepción simultánea de formas y colores, aún cuando no
pudiera definirse objetualmente la imagen observada y, en alguna ocasión, uniendo
y relacionando esas percepciones se lograba deducir el posible objeto
explorado. En un sujeto particularmente dotado de sensibilidad de médium llegó a deducir claramente algunas de las imágenes
por diversas direcciones; sea por sensaciones telepáticas, sea por captar
sensaciones de la naturaleza de la imagen (animada o inanimada), o por
sensaciones con colores y estímulos afectivos (calidez, frialdad, sentimiento…).Tal
persona llegó a identificar de este modo algunas imágenes exploradas, pero su
definición, aunque llegaba a precisarla, no era netamente una genuina visión extraocular.
Al final del experimento ya se producía un cansancio defensivo y el
deseo de concluirlo.
Concluyéndolo manifesté que
el objetivo del experimento de tratar de activar la visión extraocular, se había
realizado positivamente, que todos éramos testigos de los resultados asombrosos
experimentados y que el desarrollo de tal visión extraocular ya sabíamos que
era algo muy difícil y costoso, por lo cual la plena adquisición de tal
destreza era algo muy difícil de obtener en tal escaso tiempo de práctica. Ofrecí
la posibilidad de que si alguien deseaba seguir explorando esta destreza y
actividad, se podría proseguir con ello a título personal y de forma
independiente al propósito de este grupo que era el de meditar en grupo.
Conclusión: Se confirma enteramente el tratarse de una capacidad muy difícil
de activar en adultos, pero con el experimento aparecen indicios y fenómenos
realmente esperanzadores de que ésta se da en un ámbito bastante inconsciente
aunque de forma tosca. Una intensa labor de conexión de ese material
inconsciente al ámbito de la consciencia debe realizarse para hacerla más
objetiva y posteriormente afinarla; que la dificultad principal radica, como ya
se preveía, en la irrupción de los procesos mentales tratándose de adelantar a
la genuina visión extraocular. Hay material para seguir investigando en esta
dirección y no puedo, concluir de su imposibilidad, sino tan sólo de que hay
que vencer fuertes obstáculos para poder acceder a ella.
A 29 de junio de 2014. En Cepsi.
Ernesto Cabeza Salamó