Sobre la sofisticación sexual en Bioenergética y Ontoenergética
En un escrito anterior me ocupé de las
relaciones entre las pulsiones instintivas y lo existencial en el que los
procesos yoicos juegan un papel fundamental.
En el ámbito de la sexualidad humana, el
contenido pulsional instintivo es lo más relevante unido a un vigoroso y sano
predominio yoico; por ello el comportamiento humano en cualquiera de sus
aspectos no puede quedar separado de su personalidad.
He sostenido muchas veces que los tres
aspectos de la manifestación de la vida en el humano son: Amor, Acción y
Conocimiento. No hay aspecto en la personalidad saludable en el que los tres
aspectos no se den. Se da tanto en el ámbito pulsional, en el yoico y el existencial. La sexualidad es el mejor
exponente de este fenómeno. No olvidemos que la sexualidad además de ser
constituyente de la personalidad, también la forma (a través de la sexualidad
infantil y adolescente) y la modela (mediante las experiencias vividas).
Desde la salud se puede afirmar sin riesgo
de errar que en la sexualidad se manifiesta el pleno amor, que la manifestación
de sus sentimientos mueve a acciones con un poder formidable y que, con todo
ello, constituye un vasto conjunto de experiencias que se registran y
constituyen saber.
Tratar de entender lo que es la
satisfacción sexual implica considerar lo dicho y darse cuenta de que se trata
de un complejo mosaico de múltiples satisfacciones que implican todos los
aspectos de la personalidad. Pretender que la satisfacción sexual se puede obtener
a través de información y de la práctica de técnicas sexuales es un
reduccionismo. Cada ser humano realiza su propia satisfacción sexual pues es
una experiencia del conjunto de su personalidad en relación con otra. Reducirla
a una práctica de técnicas es una de las manifestaciones de reducir al ser
humano a un mero objeto mecánico con disposición a manipulación y programación.
La entrega sexual es un producto dinámico de una forma de entender y manifestar
la propia integridad de la vida, y entonces es una experiencia sana y madura. De
igual modo los problemas emocionales se manifiestan en el modo de experienciar
la sexualidad y los problemas que acontezcan de índole sexual reflejan
problemáticas emocionales.
De acuerdo con esto muchos procederes de
los abordajes sexológicos, en su intervención, adolecen de este reduccionismo;
considerando al ser humano como un objeto programable en sí mismo y con sus
relaciones. Así, desde una opción orientada al tratamiento de dificultades y
problemas sexuales, se puede contribuir, de modo más o menos consciente, al
asentamiento y promoción de la sofisticación sexual alentando una notable
confusión: el reunir en un mismo paquete la sofisticación sexual y la madurez sexual.
Desde la bioenergética se hace imprescindible
distinguirlo y deshacer esta confusión a veces deliberada. Ya A. Lowen lo
planteaba en su libro Amor y Orgasmo, diciendo que la sofisticación sexual se
manifiesta sobre todo en las actitudes hacia: 1º) el acto sexual, 2º) la
masturbación y 3º) el cuerpo. Tres aspectos que siguen plenamente vigentes en
la actual bioenergética. Lowen nos dice que la persona sofisticada entiende el
acto sexual como una actuación escénica, y no como la expresión de sentimientos
hacia su pareja sexual. La persona sofisticada sexualmente considera que hacer
el amor es una manifestación victoriosa del ego, mientras que la masturbación
es una derrota.
El enfatizar en los valores o creencias
egóticas de la sexualidad constituye una racionalización de la falta de
adecuación sexual y elimina la conciencia de sentimientos de culpabilidad
sexual. Ahora lo iré explicando.
La actitud sofisticada considera la
personalidad como idéntica a la mente e ignora el papel del cuerpo y de sus
procesos físicos como determinantes del comportamiento y la respuesta humana.
Así ignora que el conjunto de tensiones inhiben o dificultan la función
respiratoria y con ello la producción de sentimientos sexuales, el contacto con
ellos y su expresión. La sexología al servicio de la sofisticación sexual
considera que lo que se experimenta como dificultades, problemas o
insatisfacciones sexuales son algo puramente psíquico y, por ello, cognitivo y
conductual.
La persona sexualmente sofisticada aparece
como libre de la culpabilidad, pero es algo aparente. Es una persona ilustrada
en la variedad de posturas, prácticas, instrumentos y técnicas. Tiene una actitud
de tipo abierta, desinhibida y, en ocasiones, ambigua y laxa acerca de lo que
es considerado normal y lo considerado perverso; para este tipo de personas es
un valor la falta de inhibiciones y de restricción en el comportamiento sexual.
En nuestra época de internet tiene acceso, consume, participa, aporta e incluso
comparte mucha información acerca de literatura, imágenes, prácticas e incluso experiencias
sexuales. Se cree poseer conocimientos, incluso científicos, de la sexualidad.
Esta persona puede ser crítico y mostrar desaprobación e incomprensión hacia
otras gentes con posicionamientos diferentes a los suyos considerándolos
anticuados o mojigatos. Aún con ello, a veces, su desempeño sexual le traición
y entonces siente que fracasa ocasionándole un conflicto interior, lo que puede
conducirle a consultar profesionales. Y esto concierne tanto a hombres como a
mujeres.
Él puede no conseguir la erección, el
perderla al poco o sufrir una eyaculación precoz, en ocasiones el control
eyaculatorio es tan firme que lo que le preocupa es el no poder eyacular. Y
precisamente por efecto de estas ansiedades y temores es por lo que con mayor
probabilidad puede acontecer. En la mujer, a parte de la dificultad de
lubricación vaginal, el temor se centra en el no poder alcanzar el clímax y
mucho menos el orgasmo.
Todas estas manifestaciones no deseadas
ocasionalmente acontecen en todas y todos debido a que las situaciones
estresantes, afectivas y emocionales influyen directamente en el desempeño
sexual; al ser la sexualidad una expresión plena del estado de la personalidad
en un momento vivencial y experiencial dado. Y el hecho de que puedan
presentarse ocasionalmente en episodios de crisis personales o situaciones
estresantes, preocupantes y dolorosas no entraña nada anómalo. Lo propio de los
aquejados de sofisticación sexual es que tales fenómenos son considerados como
un fracaso personal, lo que permite apreciar el alto grado de ego implicado y
de que en vez de ser un encuentro vivencial, se muestra como una actuación o
representación sexual.
El individuo o la pareja sofisticada
representan o actúan sexualmente, son actores y con ello manifiestan sus
intereses y prestigio como ejecutores de un guion, sea manifiesto o latente;
algunas veces combinado con algunas drogas, entre las que suele figurar el
alcohol en cantidades moderadas.
En toda representación o actuación, sea en
su aspecto publico o íntimo, siempre hay una variable que es la “observación”.
No puede darse representación si no hay alguien que “observe” la actuación a
fin de valorarla críticamente. El “observador” no tiene que ser necesariamente
un publico en directo, puede ser en diferido mediante la comunicación de los
hechos relevantes y, sobretodo, el propio sujeto actuante disociándose en actor
y observador de la representación. El aspecto de la autocrítica tiene como
objeto el alabar y exaltar los recursos y habilidades del actor, pero a veces
los juicios y criticas se encaminan al reproche, la ineficiencia y,
consecuentemente, al fracaso.
Cuando en nuestra vida cotidiana
realizamos una conducta, comúnmente es espontánea; pero en ocasiones, cuando
esta sujeta a evaluación social, adquiere aspectos de representación como
formas, modales, adecuación a las expectativas o contexto; tratando de evitar
críticas y obtener aprobación y/o aceptación. Esto nos sirve de ejemplo. Ya no
importa el placer de la espontaneidad y libertad, sino el autodominio y la
adecuación al contexto. El placer y el deseo gozoso ha desaparecido dando lugar
a un tipo de trabajo escénico que trata de obtener un fin público.
La sexualidad es algo íntimo, privado;
pero si se ejecuta con el fin de impresionar a un “observador” se convierte en
actuación o representación y entonces queda sujeta a criterios de evaluación.
Digamos que lo subjetivo cede ante el intento de objetivizar el acto. El gozo,
el placer, el sentimiento, el amor y la mutua entrega son aspectos subjetivos
del encuentro sexual saludable. Es una experiencia libre, espontanea, gozosa,
afectiva y feliz. La experiencia o encuentro sexual se convierte en
representación cuando trata de impresionar satisfaciendo a la pareja y no el
compartir los sentimientos. Es representación cuando la satisfacción del otro
es algo más importante que el propio gozo, deseos y necesidades. De este modo
el disponer de ingente información y recursos propios y técnicas para producir
excitación y placer e el otro/a es más importante que la propia relación
sexual.
La búsqueda de proezas sexuales, de
maniobras y recursos diversos que acentúen la excitación y la lujuria tienen
como objetivo satisfacer la necesidad de impresionar a los otros y al sí mismo,
alardeando de esta evidente sofisticación de recursos. Evidentemente se trata
de una compulsión y puede conducir a una adicción.
Esto es así dado que el incentivo de
impresionar a uno mismo y al otro/a es el de cada vez superarse. Si la práctica
se mantiene en un mismo grado de intensidad pierde su poder, se convierte en
monótono e insustancial y el individuo no puede satisfacer su fin de
impresionar. Así, pues, o se cambia frecuentemente de compañero/a o se tiene
que innovar técnicamente aportando mayores aspectos pretendidamente excitantes
produciéndose así una incesante sofisticación que puede conducir a
posicionamientos peligrosos para los atletas sexuales y situarlos en los
límites de lo delictivo. Sea como fuere, a mayor apuesta excitatoria y
sofisticada, mayor riesgo de fracaso y mayor temor al mismo. Y cuando esto
ocurre, entonces uno tiene el sentimiento de fracaso aunque la defensa a su
frustración le empuje a culpar al otro/a por ello.
Cuando el desenvolvimiento sexual como
representación forma parte de la identidad, aunque se trate de una falsa
identidad, el deseo hacia la sexualidad no parte del sentimiento y el deseo
físico; sino de la autoafirmación egótica. Es comparable, en algunos aspectos,
a la anorexia y la bulimia. La angustia y ansiedad ligada a la imagen que se
tiene de sí hace que la persona se dañe a sí misma por inaceptación. Se trata
de una pseudo identidad egótica a la que se aspira junto a un desprecio por
falta de contacto con la genuina identidad.
Perseguir una imagen idealizada es lo
buscado y no el vivir gozosamente en la realidad psico-corporal.
La disociación de mente y cuerpo está asentada
y ambos aspectos pugnan entre sí sin tregua. El objetivo es amoldar el cuerpo a
la imaginería mental; el cuerpo va renunciando a sus sensaciones, sentimientos
y salud para adecuarse. Como la mente se asienta necesariamente en la dimensión
somática, está condenada al fracaso y al sufrimiento, a la angustia, a la
ansiedad y a la depresión. El cuerpo resulta forzado y se debilita acercándose
a la enfermedad e incluso al confín de la muerte.
¿De dónde procede esta inadecuación? ¿Cuál
es la etiología de esta situación problemática?
La respuesta es plenamente personal. Está
íntimamente ligada a los sentimientos y vivencias que le han apartado de gozar
de su integración psicosomática. El híper desarrollo del ego al sentir
ineficiente el propio yo. Cuando los sentimientos ligados a los deseos
corporales son cuestionados, considerados inoportunos o no aceptables, no
respetados, no reconocidos y no atendidos, es cuando el esfuerzo de obtener
aceptación, respeto, reconocimiento, atención y aprecio se desplaza al terreno
egótico. Ello nos conduce a unas condiciones edípicas mal resueltas, a aspectos
evolutivos psico-afectivos constituyentes de la estructura defensiva
caracterial frente a la personalidad que, en proporción inversa, disminuye al
aumentar la estructura caracterial.
El cómo expresa y manifiesta una persona
su sexualidad, sus sentimientos y vivencias sexuales está necesariamente unido
a su personalidad; y a la aplicación de técnicas y procedimientos que esquiven
el contacto con la realidad somato-psíquica propia (personalidad) no resolverán
la problemática en el ámbito subyacente, siendo la posible mejora un aspecto
añadido de representación sexual y obligando a una sustitución de la
sintomatología sexual a otro aspecto de su vida y personalidad; salvo en las
situaciones leves en las que el propio placereado y mejoras de comunicación
psicoafectiva posibilite la toma de consciencia y favorezca que los
sentimientos sexuales y corporales puedan reactivarse naturalmente.
Mientras la actitud sexual albergue
ansiedades, hostilidades y sentimientos de culpabilidad en forma latente o
podrá manifestarse una sexualidad sana autorregulada; y aparecerá como
contraparte la tendencia hacia la representación con la consecuente
sofisticación sexual.
En este aspecto vemos claramente que nuestra
cultura y sociedad actual está irremediablemente entretejida con este aspecto
de imagen o representación de la sexualidad. El erotismo comercial y la
pornografía hunden sus raíces y tentáculos en todo ello. Incluso la
comercialización y el deseo de consumo de artículos aparentemente desligados de
lo sexual están influidos por sugerencias, invitaciones y analogías de tipo
erótico o sexual.
Por doquier y constantemente nos llegan
representaciones y actuaciones de tipo sexual; aunque, claro está, no es ni
mucho menos la única faceta en la que se manifiesta. Se da la constatación de
que nuestro mundo “occidental” entiende el control cultural, social, político y
económico como una puesta en escena que incluye infinidad de aspectos. La
propia propaganda y publicidad se ocupa básicamente de ello; con todo se
pretende crear imágenes y discursos que respondan a un guión y escenario de
estrategias y representaciones. Las nuevas tecnologías de imagen y comunicación
crean una imaginería global en la que se representan y actúan aquello que se
desea promover como ideología y consumo. Todo este aspecto, por sí mismo, exige
un estudio y apartado concienzudo, pero no es el momento oportuno.
Hasta no hace muchas décadas, la
conciencia de las personas influidas por dogmas religiosos y de la cultura
represora consideraba una problemática el que un individuo no pudiera contener
sus deseos y su actividad sexual. El que tuviera problemas en controlar el
poder de su libido le hacía sentir que fracasaba como persona. Ahora, esta
actividad nos resulta ridícula y mojigata. En especial en lo concerniente a la
sofisticación sexual. Esto me incita a plantearme una pregunta: ¿Realmente se
ha dado una revolución en este sentido a lo largo de unas décadas? Me respondo
que se ha modificado el enfoque, que se ha desplazado la sintomatología, pero
que esencialmente no ha habido cambios contundentes. El conflicto se ha
confinado en un estrato más profundo de la personalidad; ya no es tan aparente
y manifiesto; pero sigue dándose.
Más arriba he dicho que lo que determina el
aspecto de la sofisticación sexual es vivir la relación como actuación o
representación en la cual los propios sentimientos sexuales son sustituidos por
el juicio de la representación, sea en auto elogiarse por destreza y prácticas
y/o por la necesidad de satisfacer al compañero/a en el encuentro. Vemos que se
da una represión que no es de la parte formal y técnica de la sexualidad, sino
del sentimiento ligado a la manifestación del Yo saludable.
Antes se pretendía reprimir el imperioso
impulso sexual ligado a lo pecaminoso y reprobatorio en el ámbito social
(siempre con una doble vara de medir, ya se tratara de hombres o mujeres). Los prostíbulos eran
instituciones toleradas hipócritamente. La mujer decente debía ser casta y pura
salvo para cumplir con su deber conyugal.
Un aspecto que creo es importante a
considerar en este punto es el factor que juega la masturbación en todo este
asunto que nos ocupa. Si hace décadas todo cuanto tenía que ver con la “carne”
era pecado; y lo único aceptado era el coito conyugal con la finalidad de
procrear; el aspecto de satisfacerse y proporcionarse placer y descarga sexual
mediante la masturbación era también condenado. Era, como ha sido siempre, la
práctica habitual en niños, púberes y adolescentes; y el desahogo de
aquellos/as que, por no constituir pareja o familia, no podían satisfacer sus
pulsiones por otros medios igualmente pecaminosos. La moral sexual condenaba
tales prácticas, pero era condescendiente en ciertas circunstancias. Esta moral
era brutal respecto a la homosexualidad. El que poco a poco los homosexuales
abandonaras la clandestinidad y se manifestaran exigiendo su libertad en el
terreno personal y civil, exigió una respuesta moral social y se empezó a
cambiar el significado de lo relacionado con la masturbación. Masturbarse era
tener relaciones sexuales consigo mismo y, por ello, se asoció con que
disminuía la propia virilidad y sana feminidad aproximándose a la
homosexualidad. En una mezquina manipulación de la sexología, se describían los
presuntos problemas asociados a la práctica de lo que se denominaba “el vicio
solitario”. Si el coito era el recurso “natural” adulto en el seno conyugal, la
masturbación propia era algo inmaduro por edad y mentalidad si se realizaba en
solitario, pero asimismo era una práctica habitual entre los homosexuales, junto
a otras aún más reprobables.
Esta actitud sospechosa acerca de los
nuevos juicios y creencias acerca de la masturbación, de un modo sutil fue
extendiéndose en la cultura y socialización y ¡cómo no! En parte importante de
la cultura familiar y de las consecuentes preocupaciones de los padres respecto
a sus hijas/os. Así se fue incorporando el aspecto de la dinámica
psico-afectiva de la familia y
añadiéndose a la situación pre-edípica y edípica. La evolución tecnificada
familiar que ya exigía muchas horas de convivencia en el hogar intensificaba
los sentimientos y emociones edípicas; recordemos que antaño los niños
desaparecían de los hogares y tan solo aparecían para satisfacer necesidades de
alimentación y sueño; todo lo demás se satisfacía en la pandilla con su enorme
poder socializador.
Cuando el urbanismo rompió con los campos y
descampados y el tráfico de vehículos hizo peligroso el jugar en las calles,
los niños se vieron obligados a permanecer más y más tiempo en los hogares
acentuándose el efecto de la condición edípica y sus subyacentes conflictos
entre los padres. El control sobre las prácticas indeseables en los hijos se
convirtió en motivo de preocupación de los padres. Y contribuyó en crear un
aspecto perturbador y generador de culpabilidad sexual.
El incremento de sentimientos y relaciones
edípicas junto al esfuerzo de contener y reprimir estos sentimientos en los
niños y púberes ha creado un substrato importante que da explicación a aspectos
relacionados con la actual sexualidad y, en concreto, con la temática de la
sofisticación sexual. En un contexto de control de la sexualidad infantil por
parte de los padres unido a una manipulación de los sentimientos asociados se
crea una intensa problemática edípica en la que la excitación sexual unida a
deseos libinidales y alianzas de lealtades conflictivas impone al niño/a un
gran esfuerzo de dominio y represión. El problema es que la sobreexcitación
libinidal conflictiva impulsa a excitaciones intensas que se liberan en las
prácticas masturbatorias, pero están asociadas a angustia y culpabilidad y el
niño/a trata de controlar sus actividades masturbatorias. Entonces el
masturbarse se convierte en un fracaso de la voluntad, de la autodisciplina.
Más tarde, al ilustrarse, llega a la conclusión de que la masturbación es algo
inocuo, pero sí ligada a insuficiencia de su identidad, a su autodominio. Y
aquí tenemos el substrato importante sobre el que se erige la sofisticación
sexual. El que los sentimientos sexuales deben estar sujetos a control y dominio; que se considera un fracaso
el entregarse a ellos asociándose a ansiedad y culpabilidad. No queda más que
generalizarlo a continuación a cualquier ocasión en que éstos puedan acontecer.
La información técnica y de recursos pasa a compensar y sobreponerse a la
ansiedad que producen estos sentimientos.
Ya podemos ver que la represión, a pesar
de las décadas, sigue presente aunque ahora en un ámbito más profundo.
Actualmente no se reprime la conducta de ceder a la “carne”, sino todas aquellas
sensaciones y sentimientos que van ligados a la sexualidad, desde el más
próximo a uno mismo, la masturbación, y con estas palabras sugiero el último
aspecto concerniente a la masturbación y es que, como ya he dicho en
anterioridad, masturbarse es tener relaciones sexuales con uno mismo y, con
ello, muestra y manifiesta el amor, la sensibilidad y el placer a uno/a
mismo/a.
Aunque la masturbación palidece ante la
sexualidad compartida, no pierde su significado, dado que significa asimismo
una ocasión para encontrarse consigo mismo, con todo cuanto puede contener esta
expresión “Encuentro consigo mismo”.
¿Qué significa desde el punto de vista
vivencial encontrarse consigo mismo? Desde mi punto de vista significa que la
consciencia abarca todo mi organismo como una unidad inseparable, íntegra.
Donde mis sensaciones, mis sentimientos, mis emociones, mis deseos y mi
pensamiento configuran una única realidad plena de vibración y vida. La persona
herida, sea o no sofisticada, no puede afirmar este punto de vista; y si lo
hace sólo lo hará en teoría dado que tiene aspectos de contacto con su realidad somática bloqueados por el
dolor, el miedo y la angustia. En bioenergética hablamos de la coraza caracterial
y de su función defensiva frente al mundo (todo lo que me rodea y con lo que
estoy en relación) y en el mundo interior (aquello que me oculto y niego de mi
mismo como inaceptable). Así la coraza me defiende del mundo externo y del
mundo interno. ¿Qué me queda entonces? Queda la interpretación del mundo desde
mi mente y la creación de una imagen o ideal de mí que no se ajusta a lo que
espontáneamente manifiesto de mí. Lo que queda entonces es una creación mental
interpretativa de la realidad tanto fuera como dentro de uno mismo, es decir el
ego, el yo mental, disociado del cuerpo.
La expresividad del cuerpo ya sabemos que
puede ser espontánea y aprendida, se manifiesta a través de la movilidad y la
motilidad; la aprendida, análoga a la sofisticación, solo puede interpretarse,
representarse durante el tiempo de actuación dejando aflorar después su verdad.
La expresividad espontánea sana es vibración y gracia en los gestos y
movimientos manifestando la excitación interna en sus sentimientos y acciones
sin rigidez alguna y con armonía.
Qué decir tiene que cuanto más en contacto
se esté con la libertad y espontaneidad del cuerpo, mejor será la vivencia de
la entrega sexual. Los sentimientos sexuales fluyen desde el núcleo de la
personalidad y fluyen por los órganos y tejidos manifestando el placer y el
gozo, la expansión y el amor.
La coraza bloquea el contacto, la
producción y expresión de las sensaciones, sentimientos y acciones
sometiéndolas a los dictados interpretativos de la mente. Se traba la
mandíbula, se bloquea la garganta, la piel palidece, los ojos se apagan o
muestran dureza e insensibilidad cuando no temor o solicitud de apoyo. La respiración
se bloquea y fragmenta o se hace superficial y se agita, impidiendo la
suficiente oxigenación del organismo para producir sentimientos. La espalda se
contrae, endurece inflexiblemente o pierde su capacidad de soporte. La pelvis
se contrae por delante y por fuera inmovilizándose, apretándola o bloqueándola
interfiriendo con la entrega a las oleadas de excitación y sentimientos
sexuales. Las piernas y pies se ponen rígidos y pierden arraigo imposibilitando
la seguridad y confianza en uno mismo.
La entrega a los sentimientos y a la
experiencia amorosa queda reducida y en su lugar toma posesión los
requerimientos del ego, la representación de lo que se considera que es la
sexualidad sea como representación de las propias destrezas y técnicas, sea
como la necesidad de complacer y satisfacer al compañero/a.
El cuerpo sano manifiesta su vitalidad en
sus expresiones y acciones, vitalidad es la cualidad vibratoria del conjunto de
las células, tejidos y órganos manifestando el bienestar y el gozo de vivir
confiriendo plenitud y gracia al porte y a los movimientos que resultan
expresiones de genuinos sentimientos y no actos rígidos programados. El cuerpo
sano reconoce su estado y se auto regula sabiendo qué necesita en cada momento.
No se agota al estar en contacto intimo consigo mismo y cuando se expresa lo
hace de forma expansiva manifestando el gozo de vivir. El cuerpo sometido al ego,
a la mente, pierde contacto con sus deseos y sensaciones, hace más de lo que le
permite su estado e ignorando el cansancio fuerza el cuerpo insensibilizado
hacia la fatiga que se puede hacer crónica. Considerar el cuerpo como un
instrumento de la mente, como un mecanismo que se usa, es lo propio de
cualquier estructura caracterial y cuando se produce en el ámbito de la
sexualidad, entonces se actúa con el cuerpo, se representa con él lo que cree
debe ser la sexualidad como acción y relación. La persona sofisticada
sexualmente no se hace consciente de que los sentimientos y las emociones
tienen su origen en las funciones y necesidades del cuerpo siendo la
manifestación de su propia vida. Pierde el contacto con el cuerpo y trata que
éste se adecue a los requerimientos de su mente, a su modo de interpretar el
mundo relacional; se puede decir que en la persona que aborda así la
sexualidad, la propia sexualidad se encuentra en su cabeza, lo que la coloca en
una situación de no-realidad, ilusoria y egotista por lo menos.
Aunque la persona sofisticada sexualmente
parecer, como imagen, una persona abierta sexualmente y liberada; se haya muy
lejos de la madurez.
La
persona abierta sexualmente sana y madura no interpreta, su expresión sexual es
la expresión de sus sentimientos; no teme fracasar porque está en contacto con
sus circunstancias, tampoco se exige un grado de desenvoltura porque no actúa
y, cada encuentro es una vivencia. No se juzga ni juzga valorando en términos
de perfección o fracaso porque siente y vive y no representa. En general la
persona sana no distingue entre el gozo de vivir y el gozo de amar, ambos
aspectos son una misma realidad y se entrega a los aconteceres de su vida, sean
los que sean con entusiasmo y asombro.
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"Gozo de vivir, gozo de amar, amar la vida. Todo es lo mismo" |
(Escrito en Agosto de 2014)