La Heterosexualidad
En la literatura clínica dinámica e incluso bioenergética loweniana es muy común oponer heterosexualidad y homosexualidad, considerando que las dificultades que acontecen en la manifestación de la heterosexualidad resultan de actitudes que denominan homosexuales ya sean latentes o no.
Desde mi punto de
visto esto constituye un error derivado de la consecuente internalización de un
heterosexismo cultural común de las culturas que se nutren de una tradición
patriarcal.
En un marco
conceptual abierto a la diversidad de posibles atributos en la manifestación de
la identidad de género, la asignación de
heterosexualidad versus homosexualidad carece de sentido, pues responde a una
sana amalgama de posibles atributos en alguien sean más o menos probables, pero
todos posibles. La restricción coercitiva de cómo debe ser un hombre o una
mujer en nuestra cultura de base patriarcal impone una auto represión en muchos
individuos que espontáneamente e innatamente poseen algunos atributos
considerados poco posibles junto con otros probables. Esta represión que se
vive como algo esencialista conduce ese material reprimido y conflictivo hacia
la “sombra” causando bloqueo, dolor psíquico y/o físico y perturbaciones
neuróticas de diversa consideración y manifestación; apartando al individuo de
su integridad y de la consecuente salud.
Si se han leído los
escritos anteriores acerca de la homosexualidad neurótica (http://cepsiblog.blogspot.com.es/2015/06/orientaciones-de-genero-y-neurosis.html,
http://cepsiblog.blogspot.com.es/2015/10/aproximacion-general-la-homosexualidad.html,
http://cepsiblog.blogspot.com.es/2015/10/sobre-la-homosexualidad-latente-3-parte.html,
http://cepsiblog.blogspot.com.es/2015/11/sobre-la-bisexualidad-neurotica-4-parte.html y http://cepsiblog.blogspot.com.es/2015/11/la-homosexualidad-masculina-y-femenina.html
, se ve claramente que lo perturbador no es la categoría homosexual, sino la
presencia de neurosis que conduce a actitudes que clínicamente son comparadas a
homosexuales como consecuencia del prejuicio de considerar que la
homosexualidad es una forma de patología psico-afectiva. Ya e estos escritos
digo claramente que puede darse una homosexualidad de etiología neurótica; pero
que la denominado homosexual puede no ser en modo alguno patológico. En todo
caso su añadido patológico deriva de la intensidad y variedad de conflictos
neuróticos que se añaden.
Desde que la epigenética
da explicación científica, a pesar del gran desconocimiento que aún se da, a la
aparición de tendencias llamadas homosexuales, la presunta patología de la
homosexualidad queda reducida al prejuicio y ámbito de las creencias (ver:
“Aproximación general a la homosexualidad” 2015 y “La homosexualidad masculina
y femenina neurótica” 2015).
El tema del género
entra en una dimensión humana más allá de la posición entre lo saludable = heterosexual, y lo patológico = homosexual.
El ser humano es el resultado de una interacción sistémica del
ambiente-cultura-biología-personalidad en todos sus ámbitos vitales desde la
concepción, la vida intrauterina y la vida extrauterina. El determinismo de los
cromosomas XX y XY tan sólo dan lugar a la morfología física de varón y hembra;
Pero los sentimientos propios del Yo y el contacto con el Self es mucho más
variado y complejo. El efecto de las hormonas sexuales en la maduración del
joven cerebro fetal depende de muchas variables en la ecología del sistema
madre-feto (Ver Epigenética). La cantidad de testosterona en estos jóvenes
cerebros puede variar mucho desde aspectos deficitarios a excesivos, así como
el efecto de las enzimas que aparecen para tratar de regularlo. Así se puede
entender que la dialéctica heterosexualidad versus homosexualidad no es una
oposición sino un artificioso modo lingüístico de proponer dos extremos
idealizados ligados a vivencias organísmicas y sentimientos corporales. Entre
ambos polos hay toda una enorme gama, podríamos decir infinita, de posibilidades de sentirse como individuo
humano. Conforme a la estadística decimos que
hay un alto % de individuos, lo correspondiente a la normalidad
estadística; y después, tanto en dirección a un polo o el opuesto, se agrupan
individuos cada vez en un % más bajo considerados fuera de la normalidad
estadística; es decir hacia lo infrecuente, raro y extremo. Si lo consideramos
desde todo su conjunto vemos una inmensa gama de posibilidades de manifestación
de género dentro de las cuales las hay muy probables, menos probables y
escasamente posibles. Entonces ¿a qué llamamos heterosexualidad y
homosexualidad? Considerar que los atributos más comunes es la norma resulta en
una observación miope; ya que juzga y excluye a otros atributos posibles aunque
estadísticamente sean improbables o excepcionales. Lo importante es que son
posibles.
El conjunto de
atributos que definen una persona masculina de hecho varían de una cultura a
otra en aspectos peculiares; lo mismo que el conjunto de atributos que definen
a otra persona como femenina. Es algo de tipo cultural que se transmite de una
forma performativa. Y en las culturas de tradición patriarcal además están
marcadas por el poder, la autoridad. Los atributos de género están muy definidos
y fijos, siendo normativos. Todo cuanto se añade o se escapa a tal definición
normativa se considera (como juicio) anormal y por ello patológico. El
posicionamiento patriarcal está íntimamente unido a la inexcusable
heterosexualidad normativa con fines reproductivos oponiendo ambos géneros.
Actualmente el feminismo lo ha cuestionado críticamente y algunos avances se
han logrado en la dirección a la igualdad de géneros. Pero el aspecto más
relativista de la definición de masculinidad y feminidad en una concepción
comprensiva amplia aún plantea fuertes dificultades.
Butch Femme |
La pérdida en el Yo corporal e incluso en el
Self (por represión) es una herida de diverso calado, tanto más cuanto más se
aproxime al Self. Produce una melancolía o depresión en el sentido de que se
trata de un duelo no autorizado en exteriorización en su momento vivido. Y si,
además, se reprime lo multiplica en gravedad pudiendo conducir a dramáticas y
definitivas consecuencias (homicidio y suicidio); por ello su dramatización
simbólica, su teatralización, es como un efecto terapéutico que reduce el
dolor, temor y angustia asociada.
Estas
teatralizaciones se manifiestan dentro
del activismo social como travestismo,
los bailes drags, espectáculos butch-femme (machona-mujer); así como la
práctica del “die-in” (fallecimiento en público de terminales con sida) o el
“outness” (declaración pública de la propia homosexualidad), entre otros.
Por otra parte el
discurso asumido del heterosexismo del poder aparece en toda la inmensidad de
recursos llamados “tecnologías de violencia de género” que prácticamente lo
llenan todo sin apenas ser apercibidos. Una infinidad de mensajes desde
explícitos a sutiles que se aceptan acríticamente por considerarse
esencialistas y no como meras creencias propias y derivadas de la tradición
patriarcal imperante.
Entonces cuando
presento el tema de ¿qué es la heterosexualidad? ¿A qué me refiero? ¿A la
defensa del posicionamiento esencialista patriarcal? ¡No!. Tan sólo, ni más ni
menos, a la relación libre y espontanea de dos personas; una de sexo masculino
y otra de sexo femenino que se compenetran afectivamente en una relación
significativa conforme a la armónica interacción de sus atributos de género:
los atributos constitutivos de sentirse masculino y femenino respectivamente.
No de los atributos normativos, sino de los genuinos de cada cual en
interacción armónica.
Desde este
posicionamiento toda asignación heterosexual de origen normativo es una pseudo
heterosexualidad, no por oponerse a homosexualidad, sino por el efecto
perturbador de mecanismos defensivos de tipo neurótico.
Y como el modo más
sencillo de exponerlo, no es tanto describir esta sana heterosexualidad, sino
las alteraciones neuróticas que la imposibilitan o alteran, seguiré de este
modo.
Ya vimos que el
rasgo más destacado de la alteración denominada “sofisticación sexual” ( http://cepsiblog.blogspot.com.es/2014/09/sobre-la-sofisticacion-sexual-en.html
) es el hacer depender la satisfacción sexual tanto del hombre como de la mujer
de las de ella o él.
En la medida que la excitación propia depende de la
satisfacción de la pareja se está exteriorizando una problemática neurótica que
puede juzgarse como homosexualoide. Se trata de hombres o mujeres que saben
mucho sobre la sexualidad del otro sexo estando mayormente interesados en los
sentimientos de la pareja y no en los propios. Indica que se está dando una
identificación con los sentimientos de la pareja sexual. Además manifiesta una
actitud de “estar al servicio” del otro/a; o de la necesidad de complacer y
conducir al clímax al otro/a. Este negarse a sí mismo y al tiempo engrandecerse
de los logros o proezas de exaltar a la pareja nos define una complejidad
neurótica. Una manifestación que puede ser compulsiva y que desafortunadamente
es defendida y apoyada por ciertos sexólogos. Pero ¿esto es genuinamente
heterosexualidad? Aparentemente lo asemeja, pero para que realmente lo sea se
ha de cumplir la condición incuestionable de que una relación sexual es una
unión de iguales, en los que cada cual es plenamente competente de ocuparse de
sus propios sentimientos, emociones y necesidades.
Veamos alguna
creencia neurótica que aparece en presuntas relaciones llamadas heterosexuales.
El hombre que tiende a “alfa” debe tener la capacidad de satisfacer ampliamente
a su compañera sexual, a menudo en relaciones sucesivas promiscuas. Los mitos
culturales de un “don Juan” o de un “Casanova” son comunes; pero también
aparece en los mitos femeninos análogos con manifestaciones ninfómanas. Y como
el ego está en juego, por no herir el narcisismo del/la dominante sexual, la
otra parte finge o representa el cumplimiento de tales expectativas. Y se
confunde esto con placer y orgasmos. En tales casos, muy frecuentes en nuestra
cultura, tenemos el aspecto de representación, teatralidad, y por ello lo
performativo como lo dicho anteriormente en lo referente a la homosexualidad.
Esta representación compulsiva es una descarga de ansiedad y/o angustia ligada
a un temor o dolor interno. De no exteriorizarse como actin-out, los síntomas
neuróticos serían más intensos.
Todos los hombres
debemos ser conscientes y darnos cuenta de que nuestro deseo de placer y
satisfacción mutua, algunas veces nos empuja a olvidar o disminuir nuestra
identidad subordinándola al de producir una “intensa experiencia” en la
compañera. Esto supone una carga de expectativas hacia la compañera que puede
conducirla a fingir la pretendida experiencia acrecentada por no dañar el
orgullo del compañero; hasta el punto de representar orgasmos en vez de
vivirlos. La genuina satisfacción o goce de la relación sexual tiene que ver
con la capacidad de auto entrega, de entregarse plenamente a la experiencia
sexual. Es un mito neurótico el creer y aspirar a que un hombre pueda
satisfacer a una mujer y llevarla al orgasmo o a múltiples orgasmos. Lo
saludable es contribuir a la realización de condiciones de sensibilidad,
comunicación y amor que hagan posible el juego erótico-sexual y que, en tal
diversión compartida, se de la satisfacción por sí misma; pero es consecuencia
de la entrega de ambos con sus sentimientos y deseos. Tanto ella como él deben
ser ellos mismos, dispuestos y realmente capaces de disfrutar del contacto
sexual. Observándolo desde el punto de vista del hombre, la necesidad de
satisfacer a la mujer se correlaciona directamente con cierto temor hacia la
mujer (evitación de castigo) y con la inseguridad de su propia potencia sexual.
Invariablemente, a poco que se lime la defensa aparece un temor a manifestar
impotencia (imposibilidad de erección) y/o a que acontezca una eyaculación
precoz. La falta de confianza en el propio vigor sexual (la erección) y su
desempeño (el tiempo antes de la eyaculación) es consecuencia de una falta de
contacto con el propio Yo corporal y nos sugiere que el sexo es más mental que
organísmico o espontáneo. Si las defensas narcisistas cumplen bien su función,
el hombre se sentirá impelido a creer que es responsable de la satisfacción de
la mujer y ésta, de modo más o menos consciente, participará de este juego
creyéndolo así. Si las defensas flaquean por las razones que sean entonces
puede aparecer la dificultad de erección, el gatillazo o la eyaculación rápida;
y con ello el incremento de la inseguridad, temor y ansiedad al propio
desempeño, dando como resultado un maldito círculo vicioso. De no encontrar
ningún medio para mitigarla o desplazarla, renunciará a su sexualidad. De
obtenerla, acrecentará su imagen de potencia distanciándose de sus propios
sentimientos y excitación; así su propia imaginería metal o la proporcionada
por imágenes pornográficas cumplirá la función sustitutoria.
Una creencia común
es que hace falta un notable tiempo antes de la eyaculación, convirtiendo lo
que debe ser goce y diversión en una labor de control y de prueba de
resistencia. No puede haber un tiempo cronológico definido que determine lo que
no es eyaculación precoz. El condicionar la eyaculación (como orgasmo
masculino) a un tiempo marcado por la forma de reaccionar de la compañera
bloquea el flujo natural de la energía erótica con sus sensaciones y
sentimientos. Tanto él como ella sienten y se dan cuenta que pugnan con algo
que interfiere en la natural y mutua satisfacción. Interfiere negativamente en
la experiencia de satisfacción mutua al imposibilitarse la entrega que, para
obtenerla es necesario sentir confianza. Tratar de producir artificiosamente la
eyaculación retardada es un claro modo de manifestación neurótica.
Sólo puede
considerarse como eyaculación prematura cuando ésta acontece antes de que el
hombre haya llegado a un pico de excitación sexual. Y manifiesta una dificultad
de tolerancia de un umbral suficientemente intenso de excitación; algo propio
de cuadros de ansiedad.
Por todo ello
resulta evidente que el hombre que tiene compulsión o necesidad de “servir” a
la mujer en sus necesidades, como el que es presa de ansiedad aunque sea
anticipatoria de su desempeño sexual; padece una inconsistencia o debilidad en
su personalidad. No es de extrañar que, en asociación a estas dificultades de
descarga orgásmica, puede darse asimismo una dificultad e incluso incapacidad
de gozar y obtener satisfacción de otras facetas de la vida, requieran o no
esfuerzos propios (satisfacción por el proceso de realización y entrega a la
consecución de sus motivaciones). La sexualidad es un aspecto de la
exteriorización de la personalidad sana (íntegra), los otros aspectos atañen a
la auto realización en las motivaciones activas (actividades, hechos,
emprendeduría) y de conocimiento (curiosidad, investigación, deseo de saber,
etc.). Todo ello manifestando un sentido de arraigo flexible con la realidad
(Principio de realidad). La tendencia hacia la auto realización indica que la
propia personalidad está centrada (toca centro) y por ello no precisa generar
la imagen e impresión de complacer y ser “servicial” a los demás.
¿Y lo concerniente a la mujer? Cuando ella se identifica con el hombre (al servirlo o complacerlo olvidándose de su identidad) reduce en la relación sexual el sentido saludable de la heterosexualidad y altera negativamente la satisfacción y entrega al orgasmo. El supeditar su identidad a la identificación con el hombre (sus expectativas, sus deseos, etc.) indica una falta de confianza y contacto con sus sentimientos y sensaciones genuinas, en suma, inseguridad e sí misma. Hay quienes lo consideran como una actitud desde consciente a inconsciente de tipo lesbiano; pero opino, como ya he dicho antes, que estos atributos de semblante homosexual son sólo manifestaciones neuróticas y, como dejé claro, sólo cuando hay una correspondencia de multiplicidad de determinadas manifestaciones neuróticas, se puede configurar una personalidad lesbiana de origen neurótico (ver “La homosexualidad masculina y femenina neurótica”).
¿Y lo concerniente a la mujer? Cuando ella se identifica con el hombre (al servirlo o complacerlo olvidándose de su identidad) reduce en la relación sexual el sentido saludable de la heterosexualidad y altera negativamente la satisfacción y entrega al orgasmo. El supeditar su identidad a la identificación con el hombre (sus expectativas, sus deseos, etc.) indica una falta de confianza y contacto con sus sentimientos y sensaciones genuinas, en suma, inseguridad e sí misma. Hay quienes lo consideran como una actitud desde consciente a inconsciente de tipo lesbiano; pero opino, como ya he dicho antes, que estos atributos de semblante homosexual son sólo manifestaciones neuróticas y, como dejé claro, sólo cuando hay una correspondencia de multiplicidad de determinadas manifestaciones neuróticas, se puede configurar una personalidad lesbiana de origen neurótico (ver “La homosexualidad masculina y femenina neurótica”).
La presencia de una
mayor o menor identificación inconsciente con el hombre en ciertas mujeres
tiene que ver con el planteamiento, la vivencia y la resolución de la fase
edípica en la infancia y hace que tales mujeres configuren una modalidad
caracterial (siempre defensiva) que se denomina “Agresivo-masculina”. En ellas
hay una tendencia motivacional hacia actividades, intereses, actitudes y
comportamientos propios del estereotipo masculino imperante en nuestra cultura.
La mayoría de estas mujeres con esta estructura caracterizar son
heterosexuales, constituyendo unidades familiares con genuino amor al compañero
y a los hijos. Las peculiaridades que le son propias suelen presentarse en:
asumir el dominio de la gestión y organización del hogar, que en su sexualidad
suele gustar de tomar la iniciativa y también puede preferir posiciones
sexuales encima del compañero por ser sus sensaciones genitales más de tipo
clitoriano que vaginal, al tiempo que sus parejas suelen ser hombres con cierta
identificación femenina y, por ello, menos agresivos y más complacientes; en el
terreno profesional tiende a saborear los retos y desafíos además de sentirse a gusto manejando poder y
liderar proyectos y actividades; en el terreno social suelen ser asertivas y
reivindicativas.
En un ámbito más
profundo, conjuntamente con su intensa vida emocional, suele sentirse
insatisfecha consigo misma y con su sexualidad; una queja habitual es también
crítica hacia su compañero al que puede reprochar de falta de iniciativa en
asuntos domésticos, profesionales y sociales y de cierta pasividad en el ámbito
sexual. Es frecuente que sea consciente de que con su propia forma de ser
contribuya y propicie el que esto se dé. Son perfectamente, desde el punto de
vista de género, heterosexuales; pero en su profundidad se sienten cómodas si
sus parejas y relaciones muestran cierta sumisión y dependencia hacia ella. En
otros aspectos es justamente esto lo que
las resiente e irrita; pero esta contradicción es parte de su problemática de
tipo neurótico aunque pueda asemejar un aspecto o rasgo de tipo lesbiano
inconsciente. Le ayuda en la situación psicoterapéutica cuando se da cuenta que
sin apenas advertirlo, transforma sus relaciones sexuales heterosexuales en
actitudes de tipo homosexual. A partir de lo cual se puede transformar el
posicionamiento y Actitud al encontrar los valores compartidos y orientar sus
relaciones sexuales a la confluencia de iguales.
¿Qué significa
confluencia de iguales? Evidentemente no significa que la mujer tenga que ser
sexualmente agresiva como lo puede ser un hombre, pero tampoco el que tenga que
ser sexualmente pasiva. Para el hombre la presión interiorizada culturalmente
le puede impulsar a actitudes dominantes y agresivas en el terreo sexual y esto
le disminuye capacidad de entrega y goce propio. Ni el hombre ni la mujer
pueden sentirse satisfechos sexualmente a través de disposiciones de “servicio”
hacia el/la otro/a. Es cierto que para poder iniciarse un preliminar sexual o
el propio juego sexual es preciso que el hombre manifieste cierta intensidad de
excitación sexual (erección) y que en ella no se precisa que esté tan excitada
para ello; pero sí es necesario que ella desee conscientemente y quiera
involucrarse en la actividad sexual por su propio placer, afecto y
satisfacción.
El
mito de género ya trasnochado de que la mujer debe ser sumisa es un resto de la
dominación sexista patriarcal, una actitud “machista” bien clara. Ajustarse a
esta expectativa y creencia exige que la mujer se disocie de su sentido del Yo.
Su mente (ego) programada con tal creencia debe acallar a su Yo corporal con
sus sensaciones, sentimientos y emociones de dignidad y asertividad. No se
puede ser íntegra y digna respondiendo a esta programación cultural. Obviamente
toda mujer debe tener diáfanamente claro que es preferible evitar cualquier
participación en actividades sexuales mientras no experimente el claro deseo de
las mismas y el sentimiento de entrega propio, que no debe confundirse con
rendición ni claudicación.
Una mujer arraigada
en su Yo corporal es asertiva, defiende sus sentimientos, muestra sus deseos y
se siente con dignidad e integridad. Está confiada y segura de sí por la
intensidad de sus sensaciones vitales y dispuesta a compartirlas con su
compañero en una relación de iguales.
Si el compañero o
marido le pide una actitud sumisa en lo sexual, sea cual sea su justificación,
debe darse cuenta que le está demandando que rompa con su integridad disociando
el aspecto mental del sentir corporal. Y esto es ya, claramente, un tipo de
violencia contra ella, sea o no él consciente de ello. Un consentirlo
justificándolo de cualquier forma da pie a que se asiente una dinámica
destructiva conducente a la violencia machista y las dramáticas consecuencias a
las que suele conducir.
Por lo que vamos
viendo, aparece con claridad que todas estas exposiciones se pueden aplicar a
las relaciones homosexuales. Por ello es del todo injusto e injustificable el
oponer heterosexualidad y homosexualidad. Ambas modalidades de relaciones,
convivencia, creación de proyecto de vida compartido y de familia deben
manifestar dignidad, integridad y salud psico-afectiva. Lo que sirve a la
dinámica heterosexual y sus dificultades también sirve a las dinámicas llamadas
homosexuales.
Ahora voy a
comprometerme algo más en la definición de lo que es “Heterosexualidad”.
La experiencia
heterosexual, sea un encuentro sexual o una relación, por su propia naturaleza
excluye cualquier forma de dominación y de sumisión. Es la libre confluencia de
seres diferentes. En ella tanto él como ella se respetan plenamente. Esta
seguridad y confianza basada en el mutuo respeto hace posible que ambos se unan
como seres iguales en una mutua entrega incondicional.
Entonces la
definición de heterosexualidad sería: La relación de un hombre y una mujer que
manifiesta una actitud que se fundamenta en una arraigada identidad y un
respeto por el propio cuerpo, la propia personalidad y el propio funcionamiento
sexual y, en la misma intensidad, tiene que darse el mismo respeto de todos
estos ámbitos con el otro individuo.
De este modo esta
actitud heterosexual constituye el substrato en el que florece la potencia
orgásmica y la genuina satisfacción sexual.
Veamos ahora cómo
acontece la dinámica que interfiere, limita e incluso rompe la identidad y el
respeto por el propio cuerpo y su naturaleza sexual.
Concluyendo el
periodo de gestación acontece el alumbramiento. ¿El parto necesariamente tiene
que ser doloroso para la madre y traumático para la criatura? Sobre ello ya me
expresé en el escrito: http://cepsiblog.blogspot.com.es/2012/06/aproximacion-ontoenergetica-al.html.
En él me ocupo de sus singularidades, del posicionamiento de Stalislav Grof y declaro mi comprensión al
respecto. Aun cuando no sea traumático sí somete a cierto estrés al naciente.
Las posibles defensas instintivas de la gestación se reactivan y se les añade
alguna más. Y ya nacido se inicia la vida extrauterina.
La vida corporal en
un estadio básico se inicia con la fusión de dos células sexuales de los
progenitores. Desde ese momento hay potentes energías psico-físicas que
empiezan a incidir en esta recién concebida vida. Pongámonos en el favorable
contexto de que ese embrión es viable. Se crea un sistema vital intrauterino,
englobado en otro que es el organismo materno que, a su vez, queda englobado
por el familiar y en el que influye las demás relaciones de parentesco y de la
sociedad en la que vive. No se puede aislar una de otra y es imposible que
desde lo más exterior no se afecte a lo más interior con el embrión. Pero el puente
es el organismo materno. Todo cuanto influya en la personalidad y organismo de
la madre influirá en el embrión y el feto durante la gestación. Esta madre
gestante ¿se sintió gozosa y conscientemente dispuesta al proyecto de maternidad?
¿Su compañero compartió estos mismos sentimientos? ¿Y durante la gestación?
¿Era la relación de ambos amorosa? ¿Pudo sentirse la gestante en soledad, con
sensación de abandono o incomprensión por parte de su compañero o su ambiente
próximo? ¿Hubo algún acontecimiento doloroso que afectó anímicamente a la
familia y en especial a la gestante?
Ya en estas pocas
líneas se esboza las interacciones entre la vida en gestación y su ambiente.
Parto del contexto sobreentendido de que la concepción no fue un error, un
trauma o un accidente; de que la motivación era el deseo de reproducirse
compartido y de que la madre deseaba a este ser que inicia su encarnación. La
madre gestante y la vida intrauterina forman una unidad de tipo simbiótico; de
ningún modo parasitario. Los sentimientos y la vitalidad de la madre envuelven
al embrión o feto dándole un ambiente acogedor, amoroso, nutricio y gozoso.
Mientras la madre vive satisfactoriamente los cambios corporales que le
acontecen, el feto se siente en lo que se llama “sentimiento oceánico”. Sería
lo más parecido a la mítica vivencia “Paradisiaca”.
Si no se cumple el
presupuesto, entonces puede darse un ambiente tóxico tanto químicamente como
vitalmente y emocionalmente. Y ese embrión-feto sobrevivir en un
ambiente-contexto que amenaza su seguridad y existencia; es un superviviente en
un contexto difícil, no facilitador, incluso hostil. Lo que debería ser
paradisiaco resulta infernal.
Si el feto lucha
por sobrevivir en un ambiente difícil, tóxico e incluso hostil ¿no adecuará sus
recursos orgánicos a la tarea de protegerse ante un mundo-ambiente difícil?
¿Generará actitudes innatas defensivas ante el mundo que le envuelve desde una
vertiente celular e instintiva? ¿Y estas maniobras defensivas básicas no
condicionarán a partir de ahora el contacto y relación con el mundo que irá
apareciendo más y más complejo en las sucesivas etapas evolutivas?
El recién nacido es
un organismo animal cuyo cuerpo es amorfamente sexual. Instintivamente una
potente carga de energía erótica se manifiesta en la zona oral donde ahora se
concentra la necesidad de alimentación; pero el cuerpo por completo responde
con placer al contacto con el cuerpo de la madre. Se entiende que limitar y
dificultar este encuentro de ambos cuerpos significa que el bebé pierde
sensación de placer en su cuerpo; y ese displacer conduce a sentimientos de
pérdida y dolor para el bebé. Él en su vida precedente intrauterina estaba en
permanente contacto con la madre, nadaba dentro de ella en un continuo abrazo.
Hora es muy doloroso el anhelar ese estado de contacto fusional y que no se
produzca; entonces el llanto profundo aparece llamando, suplicando a una madre
que no responde. Cuando ese dolor se hace insoportable el niño desarrolla una
defensa apagando su vitalidad, endureciendo sus tejidos, inhibiendo la
percepción de sus sentimientos corporales. Se tensa, su respiración disminuye y
renuncia al esfuerzo por obtener la estimulación y el placer anhelado. Si esto
se establece como actitud, cuando crezca y se haga adulto tendrá dificultades
por haberse desarrollado esta defensa. Le costará tolerar niveles altos de
estimulación placentera, evitará que su cuerpo vibre y se excite puesto que con
esa excitación se evoca esas sensaciones dolorosas reprimidas que experimentó
durante su infancia y tenderá con mayor o menor empeño o desespero a
estimularse y excitarse genitalmente como el único recurso hacia el sentir de
que está vivo y siente placer.
Consideremos
asimismo la necesidad de gratificación erótica oral del bebé. El lactante
manifiesta su naturaleza sexual por el placer que experimenta con el pecho de
su madre. Ella advierte ese placer en el niño y siente sus propias sensaciones
placenteras; esto constituye seguramente un conflicto en la madre si adolece
inhibiciones respecto al placer y la propia sexualidad. Puede, por un lado,
desconectarse energéticamente de las sensaciones y sentimientos de su pecho y,
por otro, puede convertir a su criatura en un objeto sexual que le satisfaga
eróticamente. En ambos casos se producirá un efecto negativo en los sentimientos sexuales de la criatura;
en un caso por privación y por el otro por ser objeto de utilización sexual
perturbando su espontánea y natural sexualidad en relación con la madre.
Nuestra mente
surgió evolutivamente solo muy recientemente tras millones de años de evolución
del organismo. Surgió estimulada por la necesidad de agruparse de nuestros
ancestros prehomínidos y primeros homínidos; agruparse para defenderse mejor de
sus predadores; para facilitar la colaboración en la obtención de alimento y
refugio; y con la mente y sus habilidades se creó una vida social y cultural pudiéndose
generar tecnología y transformar la realidad física a su conveniencia. La mente
brota del mismo modo que germina una semilla en un suelo fértil y regado.
Primero con un pequeño brote que la arraiga y después la pequeña plantita que
crece sobre el suelo y, con el tiempo, puede dar lugar a un soberbio árbol. La
mete debe brotar y arraigarse en nuestra dimensión natural, el que somos
animales en evolución. Su objetivo es el facilitarle la vida evitando peligros
y facilitando seguridad y relación entre iguales. No ha evolucionado para que
seamos infelices, para que nos sintamos sexualmente insatisfechos o culpables y
para que nos sintamos vacíos y derrotados como individuos. Esta herencia
cognitiva, tan específicamente humana no pretendía chocar y pugnar con nuestra
naturaleza animal. Nuestros impulsos instintivos tienen una triple
manifestación: la activa, la afectiva y la curiosidad o conocimiento. Todo
impulso de satisfacer sus tres facetas, la mete con todos sus recursos está
diseñada para garantizar la plena satisfacción de tales impulsos instintivos.
La cultura es resultante de la interacción de la actividad y el conocimiento en
una colectividad humana; se basa en la acción realizada con sus frutos y del
saber obtenido a resultas de la curiosidad o hambre de conocer; por ello la
cultura no puede ser algo estático, establecido, fijo. Es un fenómeno
continuamente mutable, e transformación continua, aunque a simple vista parezca
estable, porque se mide en generaciones que aportan sus logros. El pretender
fijarla como ley de tradición e imponerla a las sucesivas generaciones es ir
contra natura e imponer un poder autoritario a los pobladores. Ese poder que se
fundamenta en ritualizaciones mecánicas y compulsivas, cuya repetición le da
apariencia de realidad y justifica el conservadurismo; sólo en este contexto
aparece la oposición entre cultura y
naturaleza.
El impulso
instintivo natural del bebé en el lactar o el de buscar el contacto matero
muestra su triple naturaleza. Es acción en tanto que energética y motrizmente
se mueve hacia el contacto materno y lo pide con su motilidad y emotividad; es
afectivo en tanto que proporciona placer y vinculación entre ambos; y produce
conocimiento por resultar una
experiencia gratificante. Este contacto fusional con la madre con el placer que
acompaña es el fundamento sobre el que su personalidad evolucionará y su
inteligencia florecerá. Funcionar racionalmente con poco arraigo con el cuerpo
supone renunciar a la experiencia placentera de vivir, y enfatizar la vida como
un deber mecánico. Tales individuos siempre se sentirán inseguros,
insatisfechos y ante acontecimientos intensos se sentirán al borde del colapso.
La ruptura de la armonía naturaleza-cultura o cuerpo-mente da como resultado la
aparición de las enfermedades emocionales, hoy en día tan extendidas en todas
las capas de la población.
En contraste, una
persona sana, en función de la satisfacción de la triple función de sus
impulsos, éstos quedan reforzados e intensificados. La curiosidad o ganas de
saber potencia los sentimientos afectivos entre los que destacan los sexuales;
se abrirá al placer en su deseo de experimentarlo y compartirlo y dará con
medios más adecuados para garantizárselo y compartirlo con sus iguales.
La
pareja heterosexual.
La mujer y el hombre
heterosexual conforme a la concepción bioenergética son al tiempo un animal y
un ser humano. Integra armónicamente ambos aspectos. En ellos la parte natural,
corporal, es el auténtico substrato de realidad, aquí se enraíza, sobre la
tierra plantan sus pies y sobre ella se alzan con su poder de transformarla.
Gozan de su parte natural, silvestre, y de sus cuerpos y funciones pues son
parte de ella; y la sexualidad es parte esencial de la vida. La parte cultural
es el resultado de las transformaciones que sus ancestros y ellos mismos
realizan en lo natural. El potencial transformador, creativo, es el contexto de
realidad que se ha propuesto con la intervención humana. Para ambos la cultura
refleja sus sentimientos y actitudes mentales; pero sienten que deben corregir
errores y dar respuesta a nuevos desafíos, quizás con un cierto mayor énfasis
en ella cuando proyecta y realiza la maternidad. La sexualidad en ambos se
arraiga en el goce y placer, en la alegría de vivir y su perpetuación. Sus
comportamientos sexuales reflejan su posicionamiento cultural tanto como la
cultura que defienden refleja sus valores, sentimientos y actitudes sexuales.
Para esta pareja heterosexual, la sexualidad es su forma de vida; y lo es
porque disfrutan con todo cuanto emprenden (ámbito de la acción). Disfrutan del
hacer porque cualquier hacer está vinculado con el corazón, por la satisfacción
de realizar la acción y sólo secundariamente por las recompensas o ganancias
del tipo que sean. El motor motivacional consiste en sus sentimientos fraternos
para con los demás seres naturales; los manifiestan donde quiera que estén y
con quienes estén. Aman la vida, aman a sus semejantes y no conocen otra forma
de vivir y de contacto que o sea mediante el amor.
El hombre
heterosexual, en sus actividades sexuales no intenta demostrarse nada, siente
que no hay nada por demostrar, tan sólo fluir. Disfruta con su compañera porque
conoce lo que es el goce y disfrute ya desde el entrañable contacto infantil
con su madre. Ama a su compañera porque conoce lo que es amar y ser amado desde
su tierna infancia. Para él la expresión abierta del afecto y ternura siempre
ha sido una bendición que le ha acompañado y ahora, como adulto, hombre,
manifiesta sus sentimientos sexuales sin restricción alguna, sin inhibición
alguna porque fluye con lo que sale de su corazón y es espontaneo. Su fortaleza
nace del convencimiento de su integridad, de su armonía siendo natural y
cultural; sensible y racional; sus propósitos, sus decisiones, sus actos,
brotan de su ser y no de su modo de hacer. Está en contacto con el fondo y no
le importan las formas. Sabe lo que es goce y placer diferenciándolo de su
forma defensiva que tiene que ver con el auto consentimiento. No es lujurioso
en tanto que la fantasía no compensa la falta de sensaciones y sentimientos.
En este contexto es
el placer y la satisfacción los motivos principales de sus acciones y por ello
lo experimenta igualmente en sus actividades sexuales. En la relación sexual
tiene potencia orgásmica; se entrega plenamente a la experiencia sexual y ésta
resulta plenamente satisfactoria en el ámbito físico (acción), emocional
(afectividad) y psicológico (experiencia, conocimiento). Tiene confianza en sus
recursos, ama a todo lo que le rodea, su despierta curiosidad le conduce a
abrirse a nuevas posibilidades; se
siente vivo y vibrante. Sus rasgos son armoniosos, su expresión es agradable;
el tono y color de la piel son buenos; los ojos son brillantes; los músculos
están relajados de modo que el cuerpo es suave y ágil. Tramite gracia, salud y
belleza.
Ella, como él, se
siente satisfecha de cómo es y con la vida porque su existencia le proporciona
satisfacción emocional en todas las áreas significantes de su vida. Casi
siempre alcanza el orgasmo vaginal al hacer el amor que empieza profundamente
dentro de la vagina y se extiende a todas las partes de su cuerpo. Ella tiene
un sentido arraigado de realidad y una conciencia plena de su personalidad.
Este sentido de realidad y esta conciencia de su personalidad que asegura las
actitudes y decisiones adecuadas en la vida es la plena aceptación de la
sexualidad. Ya indiqué antes de que la realidad básica es el hecho de la
existencia física del cuerpo. Así ocurre en ella, sabe que el placer se deriva
de su cuerpo y ha experimentado este placer mediante la auto gratificación. Si
a una mujer le cuesta, le incomoda o rechaza experimentar placer en su propio
cuerpo por sus propias manos, no se ha aceptado plenamente a sí misma. El hecho
de que el placer sexual de una mujer dependa significativamente de las
atenciones y acciones de un hombre hace que pierda la independencia que es una
de las características de la personalidad madura.
Esta mujer de
personalidad madura acepta y se adapta a la realidad, que no debe confundirse
con sumisión; manifiesta un sentido de bienestar y amor en su cuerpo que se
refleja tanto en la apariencia externa como en su sentir físico. Se cuida de
manera que no queda agotada o exhausta.
Su bienestar y
estado gozoso se muestra en el brillo de sus ojos, en el color y textura de su
piel, en la calidez y flexibilidad relajada de su cuerpo. No precisa de
artificialidades que den aspecto lozano y saludable pues ello nace de su
vitalidad y goce corporal. Los ciclos menstruales los vive sin resistencia
alguna, fluye con sus etapas y las diversas sensaciones que aportan. No los
juzga ni los interpreta como contrariedades o desventajas; al estar arraigada
con su realidad corporal y con el fluir de la naturaleza siente la armonía con
cuantos ciclos acontece en la naturaleza, siendo parte de ellos. Esta mujer no
envidia la posición del hombre que o participa íntimamente de la fusión con
ellos. Es por ello que ella se siete más espiritual, en el sentido de darse
cuenta que forma parte de un mundo más grande, más numinoso y que forma parte
sensible del mismo con regular periodicidad.
Aporta este sentir
al compartirlo con su compañero, enriqueciendo la relación con su profunda
satisfacción.
De modo parecido,
esta mujer íntegra, madura en su personalidad; identificada con su cuerpo, se expande
en el deseo de tener y criar a sus hijos. Sabe que son funciones naturales de
su cuerpo y que sólo ella puede realizar. Identificada con las funciones
naturales y con los ciclos d la propia naturaleza, esta mujer desea alimentar a
sus niños con el pecho y así lo hace. Como se siente plenamente satisfecha con
su vida sexual y afectiva con su compañero, el contacto con su bebé y el darle
el pecho, no adquiere ninguna connotación compensatoria de tipo neurótico, no
tiene carencias afectivas ni sexuales; siente el contacto con su amor y desde
aquí establece un contacto íntegro con su descendencia, con lo cual ésta accede
directamente a la experiencia de seguridad, goce y satisfacción corporal y
emocional, dando acceso al nuevo ser al sentimiento de satisfacción sexual.
Estando libre de
conflictos y ansiedades neuróticas, su cuerpo mantiene la vitalidad y el
encanto hasta muy entrada en años. Por la misma razón, la menopausia no
significa una disminución de su capacidad de satisfacción sexual.
La descripción de
este hombre y mujer heterosexual orgásmicamente potentes, con experiencias
plenamente satisfactorias en los ámbitos físico, emocional y psicológico; ya la
realizó W. Reich denominándolo como “carácter genital”. Desafortunadamente este
“carácter genital” puro no existe. A nadie en esta cultura se le puede
considerar puro en este aspecto. Es un ideal, es una persona que vive la vida
con asombro, maravillándose de la misma, dispuesta al goce con sus sugerencias.
Es un hombre o una mujer que se siente feliz en sus acciones, que goza con su
existencia pues ésta adquiere pleno sentido y se auto realiza.
He descrito al
hombre y mujer heterosexual que tienen la capacidad de satisfacción sexual
constituyendo pareja; pero esta capacidad no puede verse como algo al margen de
su personalidad completa. No es algo fijo y definido; es algo a lo que podemos
y debemos acercarnos por medio de la auto realización personal. Es bien cierto
que la personalidad se modela, transforma y evoluciona por la cualidad y
calidad de la experiencia sexual y, en la medida en que ésta sea más genital y
menos neurótica, aportando mayor satisfacción, la personalidad madurará. Con la
aproximación al carácter genital, manifestándose la potencia orgásmica, la
experiencia real de un orgasmo pleno, tiene el poder de transformar lo que
percibimos como ideal en una meta alcanzable.
Ernesto Cabeza Salamó
18 de Abril del 2016.
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