El Ser y sus valores en
Auto realización.
En escritos anteriores plantee la cuestión de la auto
realización asociándola a los valores que le son propios. Vimos las
consideraciones asociándolas con los aspectos de la creatividad en sus fases primaria
y secundaria y seguidamente abordé el tema de la importancia y los efectos de
las experiencias cumbres.
Consideramos que en el proceso de auto realización se da la
simultaneidad del “Ser” y “deber ser” y
como esto se da en la psicoterapia y en la educación humanista. Se dijo
que “Ser” y “deber ser”, en la auto realización, resultan inseparables.
Habiendo asentado esto veámoslo más a fondo ahora.
A la realidad la denominamos “lo que es”, nos esforzamos por
mejorarla en lo que podemos como marco en el crecer en humanidad; por otra
parte sentimos y consideramos lo que “Debe ser”, aquello ideal a lo que
aspiramos y deseamos que se realice por considerarlo mejor, tanto en el ámbito
personal como en lo colectivo. En lo que respecta a lo personal, forma parte de
nuestro sentido existencial y es aquello que da sentido y significado a nuestra
existencia. Ello nos implica en un esfuerzo personal y colectivo no exento de
cierto conflicto que tratamos de armonizar. Nos pone en contacto con la tarea
dificultosa que tiene que ver con nuestras expectativas “el cómo debería ser”
la realidad en la que deseamos vivir y el “cómo es” la realidad en sí. Un
aspecto apunta al posible devenir y el
otro nos pone en contacto con la imperfección a la que asistimos y percibimos y
que deseamos mejorar o transformar.
Valores humanos |
Si estamos centrados y arraigados en nuestra identidad
organísmica, tenemos “los pies en la tierra” y nuestros anhelos asimismo están
asentados en la realidad, diferenciando lo ilusorio de lo posible y probable.
Para ello nuestra mente debe estar anclada en nuestro cuerpo, sin disociación,
confiando en que nuestra visión de lo que “Debe ser” coincida de algún modo con
la visión de nuestros conciudadanos. Esto no significa que se deba tener una
mentalidad homogénea, sino la certeza que nuestras motivaciones son
coincidentes y podamos alcanzar acuerdos significativos. Cada identidad es
única, pero los valores humanos, estando sanos son coincidentes. Todos
aspiramos a tales valores que vuelvo a enunciar: Verdad, Belleza, Compasión,
Ausencia de contradicción, Justicia, Fraternidad, Colaboración, Respeto,
Confianza, Honestidad, Bondad, Diversidad, Abundancia, Satisfacción, etc. Así
la obtención y manifestación de la propia y genuina identidad está arraigada en
la propia naturaleza y en la búsqueda realizable del “deber ser” y del propio
“Ser”. ¿Quién con objetividad, claridad y discernimiento podría oponerse o
resistirse a tal consideración? Sólo personas sujetas a directrices y dogmas
rígidos se podrían oponer; es decir personas con firmes apegos, controladoras
en sí mismos y para con los demás.
En la auto realización, con objeto de sentirnos íntegros
debemos contemplar este aspecto para obtener estabilidad y armonía personal.
Sentir y darnos cuenta de que vivimos en un mundo carencial, imperfecto, por
mejorar; que crea incomodidad y conflicto, resulta en una potente motivación.
Por ello uno de los valores que aporta y también que impulsa la auto
realización es la aceptación; no
como resignación, sumisión o acatamiento, sino como una dialéctica personal.
Nuestra autoexigencia de perfeccionamiento y mejoramiento choca
irremediablemente con la realidad en la que vivimos con sus imposiciones
restrictivas causantes de incomodidad e incluso pesar. Hace falta lograr una
comprensión entre nuestra imagen idealizada de cómo deseamos que sea el mundo y
el cómo se nos presenta. La contradicción de que nuestra aspiración ideal no
coincide o no pueda ser compartida por la masa humana con la que convivimos;
incluso lo que reconocemos que somos está distante de lo que consideramos que
“deberíamos ser”. Cada cual puede tejer una utopía, pero debemos quedar
satisfechos y agradecidos si lo que podemos lograr es nuestra eutopía (el lugar
en el que nos encontramos y sentimos bien en la actualidad). Así, pues, tanto
en el ámbito de la terapia como en el ámbito de la educación se hace
imprescindible pasar por un proceso de aceptación personal y social o cultural.
Esta aceptación es el cimiento sobre el que construir algo mejor.
La aceptación parte del reconocimiento del horror de lo que
la realidad (lo que es) nos produce en el permanente tránsito hacia lo que
“debe ser”. En este conflicto pasamos de la indignación y rebeldía a la
resignación y como tal proceso nos parece injusto, elaboramos y caemos en la
cuenta de que después de todo, nuestra realidad y la del mundo en que vivimos,
no está tan mal. Hay que tener en cuenta que la manifestación natural del
impulso vital nos confirma que absolutamente todo está en permanente flujo de
cambio ofreciendo posibilidades de las cuales algunas son probables y que la
consecuencia de esos impulsos significa evolución permanente de nuestro
conocimiento, y su plasmación en la cultura asimismo recreándose.
Es realmente humano y comprensible sentirse que en muchos
aspectos el mundo nos resulta fastidioso a pesar de amarlo. Experimentamos esta
comprensión si renunciamos a nuestra tendencia egotista (nuestra forma de
interpretar la realidad que debe ser igual para los demás) de juzgar y censurar
las inconsistencias y contradicciones respecto a lo que “debería ser”. La
compasión es un elemento importante de este proceso de maduración. Se trata de
darnos cuenta de que puntualmente y transitoriamente consideramos que nosotros
somos y que el mundo es asimismo
aceptable tal como se nos muestra. Me explico: se trata de vernos y observar el
mundo que, a pesar de sus deficiencias, es hermoso, extraordinario y digno de
amor.
Esto ocurre en el aquí y ahora. Nuestra experiencia subjetiva
de querer y desear se funde entonces con la experiencia asimismo subjetiva de
sentirse satisfecho, de estar en acuerdo con lo que somos y tenemos el objetivo
de encaminarnos a lo que “debe llegar a ser”. Es la experiencia que acontece
cuando recapitulando nuestra vida hasta el momento presente concluimos que hay
una identidad entre lo querido y lo inevitable. No hay que esperar a verse en
el tramo final de nuestra existencia o en el momento de sentir la proximidad de
la muerte para caer en la cuenta de ello. Toda terapia es, de algún modo, una
pequeña muerte y ante ello el ideal del yo y el y real tienden a encontrarse y
fundirse. Esto aparece claramente en la relación conflictiva entre las
generaciones jóvenes y las ancianas. Si lo consideramos y los tenemos en
cuenta, más allá de la cantidad de vida transcurrida con sus experiencias y de
la sabiduría adquirida, podemos posibilitar el respeto propio y el amor por
nosotros mismos. El mundo en que nos toca vivir es digno de amor y así,
liberándose de la presión del “deber” nos ofrece la posibilidad de abarcar y
disfrutar de lo que es. Sabiendo que la motivación es siempre mejorar lo
presente para el bienestar de nuestra vida y la de los demás, ya se trate de
las generaciones venideras. Tengamos en cuenta que si nos desilusionamos con lo humano al contemplar el punto en el
que nos encontramos, esto mismo nos indica que albergamos ilusiones o
expectativas que no pueden realizarse o soportar lo que vivimos en el día a
día; es decir que tales expectativas son falsas e irreales.
No lograr esta fusión entre el ámbito de expectativas y el
mundo (propio y general) que se da (real) nos conduce a la depresión e
impotencia, a la amargura. Si consideramos este mundo como malo, sucio,
mezquino, subhumano, entonces nosotros mismos nos convertimos en sucios,
mezquinos y poco humanos. Por ello, el crecimiento en humanidad propia supone
una redefinición en un criterio de mayor autoaceptación y así reducir la
distancia entre lo que es y lo que debe ser.
La fusión en cuanto a valores humanos se presenta en dos
direcciones. Por un lado, como se ha indicado con anterioridad, se trata de
mejorar lo real para que se acerque a lo ideal y, por otra parte, asimismo
reducir lo ideal para que se aproxime a lo real. Se trata de conseguir el
balance armónico de ambos valores, es decir dar cumplimiento en sí del Tao, tal
como se expresa y manifiesta en el texto básico taoísta del “Tao te Ching” de
Lao Tse. Sirva esta cita del mismo:
Lao Tse |
“Cuando
contemplamos algo y lo vemos bello,
algo, en cambio,
resulta feo.
Cuando
contemplamos algo y lo vemos bueno,
algo, en cambio,
resulta malo.
El ser y el no ser
se crean mutuamente.
Lo difícil y lo
fácil se apoyan mutuamente.
Lo largo y lo
corto se definen mutuamente.
Lo alto y lo bajo
dependen mutuamente.
El antes y el
después se suceden mutuamente.
Por ello, el
Maestro actúa sin hacer y enseña sin decir.
Las cosas surgen y
él deja que vengan;
las cosas
desaparecen y él deja que partan.
El Maestro tiene,
pero no posee;
actúa, mas no
espera nada.
Cuando su obra
termina, la olvida;
por eso es imperecedera.”
Tao te Ching. Capítulo
2.
Darse cuenta de esta dialéctica
nos induce a una tercera vía; manifiestamente expuesta en la anterior: La
conciencia unitiva. “Se trata de la capacidad de percibir simultáneamente en
“lo que es” su particularidad y su universalidad. Es decir de verlo a la vez en
el “aquí y ahora” y también como eterno. Dicho de otro modo, el ser capaces de
captar lo universal en y a través de lo temporal y momentáneo.” (A. Maslow).
Lo explico para su mejor
comprensión: Toda persona tiene un potencial, del que en gran parte es
desconocedor. Tal potencial le permite poder llegar a ser algo grande;
deberíamos afinar la sensibilidad para poder captar este potencial en nosotros
mismos y en los demás y maravillarnos por ello. El proceso de auto realizarse
es ponerlo en práctica. Cualquier terapeuta en su actividad y cualquier
educador debería poseer esta percepción unitiva, y así ser verazmente terapeuta o educador. Ha de manifestar esta
apreciación incondicionalmente positiva. Ha de darse cuenta que el paciente o
educando es un ser único y sagrado y, al tiempo, entender que resulta
funcionalmente imperfecto y que precisa mejorar.
A cualquier ser humano debemos
aplicarle este presupuesto, a pesar de las horribles acciones que haya podido
cometer. A pesar de sus errores y patologías, debemos captar este aspecto
sagrado junto al profano. Ya sabemos que en uno mismo existen férreas defensas
que dificultan el contacto con el ser y nos colocan como reactivos y en defensa
ante lo que nos duele y amenaza; que tenemos heridas y traumas que han dañado
el contacto con nuestro ser originario y consecuentemente sentimos temor y
enojo ante tales injusticias, conduciéndonos a un victimismo y también a la
hostilidad, resentimiento, rencor y desconfianza. Pero el “Ser” subyace en
nuestra profundidad subconsciente. Aunque haya dificultades para contactar con
él, éste existe y podría manifestarse al ser potencial. Para lograrlo, para
conseguir esta fusión, no es necesario esperar o experimentar experiencias
cumbres.
Algo parecido ocurre en la
dicotomía entre actividad-como-medio y actividad-como –fin. Es decir una
actividad que valga la pena puede convertirse en algo sacralizado, convertirla
en un fin, en un valor por sí misma. Aquí tenemos otro modo de fusión de hecho
y valor, al transformar un hacer en un fin y así ese hacer adquiere rango de
valor y ambos aspectos quedan unidos. En muchas ocasiones nos encontramos en
esta situación; como cuando elegimos formarnos en una profesión y debemos aceptar
una actividad laboral distinta a ella y descubrimos que vale la pena y da
sentido a este momento o fase de la vida.
Otro aspecto relacionado con los valores es el siguiente. Los hechos “lo que es” en cuanto a fenómenos no son eventos aislados o concretos. Adquieren sentido y significado en relación con la sucesión de los mismos. Hay antecedentes y hay también consecuentes. Están inmersos en una direccionalidad. Una cosa o evento conduce a otra cosa o evento y aborrecemos el que exista un vacío en su secuencia. Tratamos de llenar ese vacío de alguna manera (fantasía, creatividad, lógica, etc.).Así pues los hechos (lo que es) sugieren o insinúan lo que les sigue en algún sentido. Lo que nos parece como incompleto nos empuja a completarlo, esa secuencia, ese vacío empuja a algo nuevo que de cierre a esta vivencia. Se ajusta a las leyes de la percepción de la psicología de la Gestalt. Es una motivación, y como tal se hace necesaria. Es algo activo, es yang por así decirlo. Así pues la creatividad se asienta en una sensación de dirección hacia algo más. La percepción de “lo que es”, en tanto que puede ser completado o mejorado nos conduce a “lo que debe ser”. ¡Atentos! Esta necesidad de completar, de llenar ese vacío, también lo puede hacer nuestro sistema de creencias egótico y su marco interpretativo neurótico, y entonces perdemos el contacto con el ser y el complemento se aleja de lo saludable y auto realizador.
En este punto se nos hace evidente la referencia a
la ley del karma; y como estando en contacto con el ser o distantes de él
generamos “lo que debe ser” integro, humano o desconectado del humanista y
generador de conflictos y confusión cognitiva (es decir un contravalor). Así
entendemos que este factor vectorial (dirección a completarse) es en sí mismo
un valor, por lo menos, un puente entre hecho y valor. Puede aparecer lógico y
parecer como natural, pero precisa, en tanto a una finalidad, de un componente
ético. Así se plantea la cuestión de si los fines (el debe ser) tienen que ver
con otros valores catalogados como como favorecedores de humanidad, es decir,
éticos (que sea bueno para mí y los demás). Ello nos tiene que hacer
reflexionar sobre el rol de aspectos como la ciencia, la tecnología, la
economía y la política. No puede tratarse de algo neutro y avalorativo, sino de
si esa direccionalidad cumple como antecedente y consecuente con finalidad
valorativa y ética (en términos orientales si genera buen o mal karma). Desde
este punto de vista esta sucesión vectorial (de un hecho se dirige a la consecuencia
de algo mejorado), esa investigación científica o tecnológica, esa maniobra
económica o política debe tener una dirección valorativa (es decir ética), pues
de no ser así sería doctrinaria y egoísta, al servicio de intereses personales
o corporativos de tipo egoísta y por tanto de explotación y abuso. La pregunta
es ¿se dirige a valores (lo que es y debe ser) o a contravalores (lo que no
debe ser para los demás y comporta satisfacción a mi ego)? Aquí se considera la
vieja sentencia de si “los fines justifican los medios”. La cuestión en su
valoración es si esos fines se proponen como autocráticos y despóticos, o como
auto realizadores (véase el escrito Prehumanismo, Humanismo, Auto realización.
10 abril de 2020).
En este punto se abre otro
aspecto importante a considerar: ¿Los hechos (lo que es) crean los deberes (lo
que debe ser)? Cuando un hecho (lo que hacemos o conocemos) se ajusta a lo que
es claro, objetivo y verdadero e inconfundible, mayor calidad adquiere su
“deber ser”. Es una fuerza vectorial que impulsa y hasta obliga. Cuanta más
claridad tiene una percepción o fenómeno, más se convierte en un “deber” y de
igual modo, buscando la excelencia, nos conduce a la acción consecuente. Y
exige cierta clase de acciones y no de otras. Para ello es necesaria una
información clara y veraz; sin evasivas ni tretas de ocultamiento o
distracción: dicho de otro modo sin intención de confundir o generar confusión.
En este instante es imposible no hacer referencia a las negligentes políticas
imperantes hoy que hacen de la
desinformación y la confusión una manipulación intencionada conducente a
populismos reaccionarios de tipo, por lo menos, despóticos.
Esto significa que cuando “algo
es suficientemente claro, cierto, verdadero, real, más allá de toda duda, su propio
carácter de exigencia, sus propias adecuaciones. “Pide” cierta clase de
acciones y no otras” (A. Maslow, La personalidad creadora, pág. 150).
Cuando los criterios surgen de la
aspiración de auto realización, entonces ello mismo conduce con mayor facilidad
a acciones (hechos). Así se consigue una decisión ética segura. Como ejemplo
nos sirve el considerar un buen diagnóstico médico, lo que conduce a la
seguridad del mejor tratamiento; teniendo en cuenta lo que este tratamiento
implica, que, en ocasiones, comporta molestias y riesgos. Así lo que se “debe
hacer” es al mismo tiempo racional y ético, lo que no significa necesariamente
indoloro. Lo que la verdad pide es “lo que debe ser”. Ya Sócrates nos dijo que
ninguna persona escoge voluntariamente lo falso o malo en lugar de lo verdadero
y bueno. Así, sólo la ignorancia posibilita la elección errónea; y la falta de
contacto con el propio ser es un tipo de ceguera que genera esa ignorancia.
Las personas auto realizadoras
perciben sanamente la realidad y la verdad (en tanto que les guía el contacto
con el ser) y por ello tienen bastante claro el bien y el mal por lo que
consecuentemente toman decisiones éticas con mayor rapidez y seguridad que
otras personas no implicadas en su auto realización. Ello no exime el riesgo de
error. Es decir tienen clara percepción de valores y les conduce a la clara
percepción de hechos, ya que en ellos “Ser” y “Deber ser” es una misma cosa
como ya hemos visto. Así todo aquel que conoce y contacta con el Ser actúa con
mayor certidumbre y toma decisiones éticas.
Hablamos de la persona auto
realizante y por ello sana, satisfecha, como mínimo en el tercer nivel según lo
expuesto en el post Prehumanismo, Humanismo, Auto realización. A las personas
que aún no se sitúan en dicho nivel (3) se les puede describir utilizando los
términos del post como personas que perciben lo que es, pero presentan algún
tipo de ceguera para lo que debe ser. Por ello los aspectos de ego y conflictos
con la ética se dan y los confunde. No se dan cuenta de lo que debe ser, es su
autenticidad y verdad de su ser; están invidentes en grado diverso para ello.
Si una persona no alcanza a percibir “lo que es”, ya vemos que su mente está
alienada de sí misma y del mundo que la rodea.
La facilidad ética de los auto realizadores y auto realizados proviene directamente de un incremento de la percepción-de-lo-que-es, de la percepción de-lo-que-debe-ser, o de ambas. Percibirse a uno mismo desde el Ser y reconocerlo como otro u otros seres es manifestar la compasión y favorecer la empatía; considerar los valores que se están descubriendo en sí y del potencial en valores del resto del mundo es un tipo de amor, creatividad y posibilidades inmensas en la ética. La ceguera para-lo-que-debe-ser se entiende asimismo como una ceguera para lo potencial, para las posibilidades ideales y para contemplar la propia eupsiquia y consecuente eutopía.
Concluyo este apartado citando
nuevamente a A. Maslow sobre este tema: “La ceguera ante las posibilidades,
cambios, desarrollo o potencialidades futuras conduce inevitablemente a una
filosofía del status quo, en la cual
“lo que es” (que abarca todo lo que existe o puede existir) debe tomarse como
norma. La simple descripción no es, (…), más que una invitación a ingresar en
el partido conservador”.
Para él y los humanistas, la
descripción a-valorativa (es decir sin que resuenen los valores del Ser) es,
entre otras cosas, simplemente chapucera.
A esto W. Reich añadiría mucho más en cuanto a estructura caracterial y
aludiría a la “Plaga emocional” como refleja en su entrañable libro “Escucha
pequeño hombrecito”.
De lo profundo de nuestro ser,
surgen ciertas voces susurrándonos lo que está bien para nosotros; son llamadas
íntimas a las que valoramos y escuchamos porque nos guían y moldean. De acuerdo
a Michael Newton serían las sugerencias de nuestro guía espiritual. La persona
sana, en auto realización las valora y aprecia porque manifiestan su ser como
una intuición e inspiración. No es así con las personas insanas, que temen esas
voces como reproches, temores, culpabilizadoras, obsesivas, e incluso como
caóticas, contradictorias y causantes de confusión.
Las personas auto realizantes
descubren con satisfacción placer y asombro cómo estas entrañables voces desde
el Ser, cuando se les presta atención, les sugieren cómo actuar mejor respecto
a ellas mismas, para ello es imprescindible guardar silencio (metal) siendo
receptivas y no interferir ni exigir; dejando que acontezcan con naturalidad.
Del mismo modo los hechos “lo-que-es-y-curre” también nos comunicarán y aportarán conocimiento quedamente. Para oír la voces-de-los-hechos es necesario permanecer en silencio, escuchar receptivamente. Maslow le llama “actitud taoísta” (en silencio, con quietud, escuchando plenamente el asunto-entre-manos). Esta actitud taoísta es asimismo coincidente con diversas actitudes meditativas y contemplativas procedentes de diversas tradiciones espirituales.
Nuestra mente procesa la
información disponible en inmensidad de aspectos y les da un significado
interpretativo, dentro del cual está nuestra parte reprimida subconsciente que,
asimismo, denominamos “sombra” u “oscuridad personal”. Esta labor interpretativa
de la mente interfiere dificultando e incluso impidiendo el contacto con
nuestro Ser (con sus intuiciones e inspiración) y con el mundo exterior (que no
lo vemos tal y como es, sino tal y como el resultado de nuestras
interpretaciones lo muestra). En la medida que el marco interpretativa está
distante de la realidad (lo-que-es), lo que seleccionamos como relevante es el
resultado de aplicarle el filtro de la interpretación y entonces estamos
manifestando cierta “ceguera-a-lo-que es” y consecuentemente en diversos grados
de ignorancia que, en su conjunto, alterarán y confundirán nuestra conducta
ética. Desde el punto de vista sintérgico, cuando nuestro sistema
interpretativo está ajustado al “procesador Central” (nuestro Ser), se crea un
gran campo neural (con gran integración, coherencia y densidad informacional)
en armonía con la Lattice (estructura del Campo
Quántico) produciéndose un patrón de interferencia que crea nuestra
realidad personal y su potencial (resonante con el Universo).
Es factible enunciar que los
propios hechos, por su propia naturaleza, nos sugieren cómo se debe proceder
con ellos. ¡Cuántas veces, cuando aplicamos la actitud taoísta, descubrimos
respuestas y soluciones a diversas problemáticas en cualquier ámbito del hacer
humano (ya sea técnico, matemático, epistolar, terapéutico, matrimonial o de
pareja, vocacional y tantos otros más!
Aquí doy por concluido este
estudio acerca de los valores del Ser, propios de la actitud auto realizante en
tanto que se compromete con la meta de auto realización, sabiendo que como un
horizonte, siempre se extiende más allá, siempre hay un nuevo aspecto por
descubrir y conocer, con el que crecer y hacernos más humanos-en-el-mundo. Y,
así, sin apenas percibirlo, siendo siempre exploradores, nos adentramos en lo
auto realizado. Somos ya auto realizados en el sentido de que exploramos este
aspecto de la propia humanidad y lo manifestamos con espontaneidad en un grado
cada vez mayor. Por ello es “estar en camino” permanente contemplando la fusión
con lo Inalcanzable.
19 de marzo de
2021. Ernesto cabeza Salamó.