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domingo, 30 de junio de 2013

REFLEXIÓN ONTOENERGÉTICA SOBRE EL DINERO.

REFLEXIÓN ONTOENERGÉTICA SOBRE EL DINERO.



     El dinero es una de los principales motivos actuales de preocupación en época de crisis, pero por las mismas razones también lo ha sido en muchas generaciones desde un tiempo inmemorial.




     Ya Buda hablaba de sus efectos perniciosos abogando por su renuncia por ser la base de infinidad de deseos. 
.       Antes de él, los sabios hindúes, los sanyasin renunciaban a él convirtiéndose en mendigantes.

      Jesús, siglos después nos alerta sobre sus efectos perniciosos espiritualmente…
 
    
       San Francisco de Asís renunció a todo, incluyendo su ropa. Y tantos y tantos personajes, como la Madre Teresa de Calcuta, se dedicaron con su renuncia a atender a los desheredados del mundo.
     
       Por otra parte en el Antiguo Testamento, se habla que Dios premia a sus elegidos y merecedores con la prosperidad y la riqueza, siendo la pobreza un modo de castigo o negación de su gracia divina. Cada una de estas posiciones ha tenido sus seguidores y apóstoles desde el alba de nuestra era. Ríos de sangre se han vertido en luchas homicidas en cada lado de estas trincheras.

      Dios desea la pureza en la renuncia del mundo material, Dios premia a sus amados con la abundancia, el bienestar y la opulencia. Desde una óptica los ricos son sirvientes del diablo en muchas escuelas espirituales como los agnósticos antiguos, los maniqueos en los inicios de la cristiandad, en los cátaros en la Edad media; e incluso en la primeros Franciscanos.
     Dios ama a sus fieles y leales colmándolos de todos los nobles dones de la vida. Concede éxito en empresas, en la fertilidad, en la salud, en las propiedades, en la distinción e influencia en la comunidad. Esta idea ha sembrado una forma de pensar en el mundo anglosajón, muy especialmente en la mentalidad norteamericana. Se basa en que Dios es amor, es bueno. Si Dios quiere lo mejor para sus fieles y quiere que gocen de una vida plena, alegre y rica; no puede estar en contra de que el fiel y leal creyente no renuncie a los bienes terrenos que el propio Dios ha creado para premiarlo.
     El mismo Dios anunciando dos contrarios. Todo ello escrito y justificado en textos sagrados bíblicos. La justificación del poder y de posesiones como premio es propio del Antiguo Testamento; mientras que su crítica y la exhortación a su renuncia es propio del Nuevo Testamento. Ello nos sugiere una pista histórica e ideológica de dónde procede el conflicto.


     Pero no nos vamos a meter en el análisis de estas consideraciones, porque nos apartaría del objetivo que me propongo. Tan solo muestro esta oposición antitética en el seno de nuestro concepto de mundo dominante y su influencia en ideologías operantes en la actualidad.

     Como cuenta Umberto Eco en su novela “El nombre de la Rosa” este tema es el que reúne a los representantes de la Santa Sede y a los franciscanos en el monasterio donde se desarrolla el drama novelado; en él queda claro como el poder, aliado de la opulencia y protegido por la Santa Inquisición hiere con fuego a sus oponentes, sean herejes asesinos dulcinistas, como sospechosos de brujería, aún muy arraigada entre las gentes humildes (los siervos de nobles y clérigos).
     En la película “Paseo por el amor y la muerte” también aparece crudamente expresado este tema en la lucha de los nobles medievales contra el campesinado en uno de sus heroicos enfrentamientos. Es una creación de John Houston en 1969 basada en la novela de Hans Koning de 1961 del mismo título.

 


     También lo vemos muy cercanamente en la lucha de la clase obrera desde la Revolución Industrial hasta la actualidad donde la ideología del Neoliberalismo lo impregna todo ideológicamente creando crisis financieras y económicas en las que se hace la guerra a la población llana, explotándola y reduciéndola a condiciones de pobreza y temor a la misma.


     La teoría de la oscilación pendular en la historia es del todo injustificable por eternizar y justificar este conflicto, y las teorías marxistas de dialéctica de la lucha social no se ve representada en la situación actual; donde en vez de darse una síntesis creativa liberadora, se da un funesto retroceso.

      En esta dialéctica hay un grave error y éste consiste en la propia interpretación mecanicista y materialista del Ser humano.
      En Ontoenergética se afirma que la expresión vital en el organismo vivo humano, la pulsación se dirige simultáneamente en tres direcciones o aspectos: Hacia el amor o afecto; hacia la acción en todas sus modalidades y hacia el conocimiento. Las tres direcciones en el fondo no es más que una, así como el rayo de luz se descompone en siete colores al atravesar un prisma de cristal. El afecto sin acción ni conocimiento es insulso, insatisfactorio, muerto. La acción sin afecto y sin conocimiento puede ser homicida, y el conocimiento  sin afecto ni acción es estéril, vacío; en este sentido se produce una actitud ideológica neurótica que influye en la salud, la educación y la cultura. En  nuestra cultura occidental, tecnicista, mecanicista, mercantilista, colonizadora y especulativa, ni el amor se da espontáneamente, ni la acción es íntegra, ni el conocimiento es veraz. Todo se confunde en intereses y avaricia de dinero, posesiones y poder. La cultura queda marcada por este estigma, la educación es dirigida a fines de explotación y especulación, y la salud es algo muy parecido a un taller de reparaciones donde se cobra por la mano de obra y las reparaciones (medicinas, tecnología, etc.).
     En el campo de la salud se da sufrimiento, en campo de la educación se da diferencias según clases sociales y en el campo de la cultura se da una manipulación por los medios de los que se vale el Poder en forma de propaganda y corrientes de opinión. Y la posición del dinero es uno de los fines especulativos en su aspecto virtual, porque el aspecto físico, monetario, cada vez es menor y en vía de extinción.
     Confundir dinero con poder o disponibilidad de poder está en todas las mentes de nuestra civilización y se impone infectando a todas las demás culturas y civilizaciones con las que se relaciona. Pero ¿qué es el dinero en verdad?
     El dinero es una invención consensuada, acordada para facilitar el intercambio de bienes y servicios en un momento histórico ya remoto. Es el medio de intercambio y no un fin. Es algo que hace que dentro de la complejidad creciente de una sociedad se pueda compartir sus servicios específicos sin obstáculos. Es un medio de intercambio, no un fin. Las mentes abusivas, avariciosas, ávidas de llenar sus vacíos existenciales intentan apropiarse de este medio para convertirlo en un fin y, para ello, deben confundir a todos los demás y deslumbrarlos con sus sofismas interesados.

    Aquel que se sitúa estratégicamente como conducto del medio adquiere una ventaja entre el productor y el consumidor. En nuestros días los intermediarios entre los productores y los consumidores imponen sus intereses encareciendo el intercambio, alterándolo en su provecho. Así nacieron las primeras finanzas, los primeros prestamistas y usureros que más tarde dieron lugar a bancos e instituciones financieras.
     Adueñarse del control del medio de intercambio y poder imponer tarifas a los productores que precisan de capital; explotar a los consumidores que necesitan de tales productos para vivir; es su estrategia. Al final el que adquiere el capital y lo acrecienta con los intereses de créditos a unos y otros es el que adquiere directa o indirectamente la extracción y explotación de los recursos naturales y especula con sus productos para imponer sus intereses a los consumidores. En esto no hay afecto, sino avidez de posesión y poder. Y sus tentáculos se introducen asimismo en todas las instituciones sociales y gubernamentales, pues todos son clientes de sus créditos e inversiones. 


    Cuatro estratos de población surge de esta relación: 1º Los desheredados del mundo. 2º Los trabajadores cada vez más paupérrimos y temerosos de la exclusión social. 3º Los súbditos leales que adulan y dependen del amo. Y 4º los amos. Todos ellos, en diferente forma,  presos de miedos e infelicidad. Unos como víctimas asumidas, otros por supervivencia, otros por temor a perder privilegios y los últimos defendiéndose de todos los demás a los que consideran adversarios declarados o latentes.


     El dinero es un medio, se adquiere, entre la mayoría, vendiendo la fuerza vital sea física, emocional, intelectual, imaginativa, etc.; y obteniendo a cambio el medio de intercambio. Vender un tiempo de vida a cambio de dinero. “¡Vender!”  Y el capital lo que hace es “¡Comprar!” esta fuerza vital. Se trata de comprar al mínimo precio y extraer lo máximo posible de la energía viva que el otro vende. La astucia del que atesora el medio mediatiza la transacción presionando sobre el resultado de la compra-venta en su favor. Si los representantes de los ciudadanos se consideran lacayos y al poder económico como amo; los que venden su vida a cambio de dinero lo tienen muy negro y penoso. Máximo cuanta más avidez de control y poder se tenga sobre el medio que ahora se ha convertido en el fin. Se abre el grifo o se cierra de acuerdo con estrategias convenientes, sin consideración humana que valga. Por ello esto puede considerarse como un atentado de unos pocos al grueso de la población. Reducir la condición humana a la precariedad a favor de la especulación y la opulencia de unos privilegiados es inmoral, es un atentado y un delito deliberado hacia la población y la humanidad. Quizá algún día los juristas de un mundo más evolucionado juzgarán severamente a los políticos, economistas y juristas de la época actual con la severidad como actualmente lo hacemos con los inquisidores y nobles medievales. Las leyes son elaboradas en base a presiones económicas-ideológicas a pesar de las demandas y necesidades de los ciudadanos corrientes. La democracia representativa, tal como se da en la actualidad, de unos pocos partidos políticos en régimen de alternancia, no son libres y responden en mayor o menor grado como lacayos de los amos a los que sirven (a través de créditos, intereses económicos de financiación, procedencia social, pretensiones egoístas, etc.) y tratan de justificar su función defendiendo promesas electorales que quedarán mediatizadas por la intensidad de las presiones de los poderosos. Muy poco interés tendrán estas instituciones de partidos en que la democracia pueda hacerse más directa y pueda prescindir de los profesionales de la política. Hoy el desencanto y la sospecha los toca a todos sin importar sus colores.
     Con todo ello vemos y afirmamos que el dinero corrompe; pero si sólo es un medio, es un invento consensuado. ¿Cómo puede adquirir este poder propio del anticristo?
     Para ello debemos sondear el psiquismo humano, hemos de adentrarnos en sus oscuras mazmorras y ver su oscuridad, sus miasmas.

Herman Keyserling

    Herman Keyserling lo estudió llegando a la conclusión de que lo que subyacía en este estercolero era: 1º el “Miedo Originario” que no es la muerte, sino el atávico del hambre y la miseria. Del esfuerzo por exorcizarlo aparece la necesidad de la seguridad que, en nuestra civilización, se orienta a la propiedad o posesión de recursos diversos. 2º el “Hambre Originaria” que más bien podría precisar como “Avidez Originaria”. Él lo identifica como un instinto que tiende al incremento sin freno y que, a no ser que tenga un límite estricto, puede desafiar a los demás con agresividad. Este segundo aspecto se enfrenta a la búsqueda de seguridad y lo desafía, creándose un conflicto entre el Miedo a la miseria y la tendencia a la  Avidez insaciable.
     Esta confrontación interna condena al Ser humano a un sufrimiento incesante, a una necesidad de control, de represión y de que se someta a reglas que regulen y sancionen la intensidad de ambas tendencias. Nos recuerda a la tópica freudiana del instinto de vida o Eros y el Instinto de muerte o Thánatos con su consecuente e insoluble conflicto en lo personal y lo cultural.
    Para mitigar o exorcizar el “Miedo Originario” hay que generar seguridad y ello se hace a través de atesorar recursos materiales (dinero, propiedades, recursos, etc.) que se consiguen en el medio de intercambio que es el dinero; para conseguirlo hay que vender un tiempo de vida con su energía. Y que utilizan y aprovechan los administradores del medio mediante productos financieros diversos (ahorro, pólizas de seguros, acciones, etc.) y la propiedad de bienes (dinero, propiedades, asalariados, poder, etc.).
     Y cuando acomete el instinto de “Avidez Originaria”, el egoísmo aflora como una bestia insaciable conduciendo a poner en entredicho el principio de seguridad, a arriesgar las propiedades con este fin; a especular y desafiar o luchar contra otros para obtener más privilegios, más poder, más propiedades, más capital. Y si lo logra, entonces al escalar a estancias de mayor poder, esta avidez puede fluir más impunemente con los límites que imponga el sistema de control jurídico o tercer poder.
     Esta concepción del ser humano movido por instintos y miedos inconscientes lo coloca en un callejón sin salida e imposibilita su evolución. Es un tipo de darwinismo en el que el más audaz, el más temerario y agresivo es el que mejor puede triunfar y, por ello, se considera el más dotado y también modelo de triunfador. En tal sentido la moral debe ser estricta y controladora para crear un pacto social que permita la convivencia.
     No cabe duda que esto refleja la situación actual de nuestra cultura y determina el papel de cada individuo enfrentado a sí mismo y a los demás, temeroso de perder poder y ávido de conquistarlo a expensas de otros más débiles o menos dotados.
     El propio Keyserling intuyó que hay que conquistar una nueva condición de ser para salirse de esta insatisfactoria e infeliz existencia.


     Desde mi punto de vista ontoenergético, el “Miedo Originario” no es algo instintivo, sino una reacción defensiva al impulso expansivo de la vida en el aspecto interno, centrípeto. Cuando el Ser humano se sentía parte de la Naturaleza, un hijo de la misma, éste confiaba en que su madre le proporcionaría los recursos de subsistencia; y sabía cómo y dónde obtenerlos. Y la colectividad, los demás, siendo asimismo hermanos en cuanto a origen, se apoyan mutuamente comprometiendo las propias vidas en el bien común, pues eso asegura su existencia. Siempre el apoyo mutuo ha sido el motor de la evolución y del progreso comunitario, al satisfacer la seguridad incondicionalmente. Cuando el afecto, la acción y el conocimiento de una comunidad se unen y pone al servicio de su supervivencia, ésta se siente segura y confiada, cuenta con un destino común.
     En cuanto al Hambre o “Avidez Originaria”, vemos que tiene que ver con el bloqueo o represión de la tendencia natural de expansión vital en el sentido externo, centrífugo. La expansión vital consiste en la expresión de amor, de actividad y de necesidad de conocimiento. La actividad y la necesidad de controlarse y controlar el exterior surgen de la insatisfacción o pérdida del contacto con el afecto, el amor. Sin afecto no hay apertura, no hay entrega, no hay confianza, no hay fortaleza ni hay claridad. La carencia hunde al individuo en un dolor de privación e insatisfacción y debe ser reprimido. Lo reprimido emerge cual fiera enjaulada cuando logra escapar de su confinamiento desatando su energía hostil, resentida, herida, rencorosa, celosa, envidiosa, de odio… al amor imposible traicionado o prohibido.


      Es el deseo, el anhelo, la necesidad de dar y recibir afecto lo que nos vincula socialmente, nos da seguridad y fuerza para asociarnos en acciones que benefician a todos los individuos y permite compartir todos los recursos y conocimientos disponibles en la comunidad por el bien común. Entonces la apertura, la grandeza de corazón, la certeza en los propios recursos y la intuición y la fortaleza o seguridad personal se dan y comparten.


     En este contexto, el dinero vuelve a ocupar su papel de intercambio de bienes y servicios; mientras sea necesario para el funcionamiento social. ¿Por qué digo esto?
     El dinero surgió como necesidad de intercambio cuando la adquisición y producción de bienes y servicios suponía un gran esfuerzo. El valor que tenían los bienes y servicios, su necesidad y su presencia debían considerarse de algún modo y así se generó su “precio”. Pero entonces valor y precio iban de la mano. Fue cuando los intereses de los intermediarios (mercaderes, prestamistas, etc.) crearon productos de poco valor necesario, de estatus y mucho precio y convencieron de su deseo de adquisición a los demás, cuando el equilibrio se rompió. Los acomodados, con la ostentación reflejando su emergente poder, propiciaron el deseo de los demás de copiar y emular, creándose necesidades innecesarias ligadas a estatus de estratificación social. Y desde entonces, creándose castas sacerdotales, monarquías e instituciones financieras, la situación se ha ido sofisticando enormemente dando lugar a la complejidad y conflictividad de nuestro mundo.



     Con la tecnología que libera al individuo del esfuerzo y del riesgo en la producción de bienes y servicios, es por lo que el valor del medio de intercambio pierde sentido. El trabajo cada vez es menos una obligación y se convierte en una actividad ligada a la pulsión vital de actividad, asociada al afecto y. El trabajo se transforma en una actividad de auto realización y, en la medida, de que ello se de más compartidamente, el dinero pierde su función. Esto irá a más en un futuro ya próximo, cuando las tres direcciones del impulso expansivo sean fluidas en la mayoría de los pobladores de las sociedades del mundo. La salud, la integridad, la autenticidad y el saber serán los motores de cada uno de sus miembros y estos, dejando de ser autómatas, sometidos a la vida estereotipada y rutinaria, se conviertan en auto realizadores, deseosos de acceder al  misterio del propio ser y existencia y compartir sus dones, talentos y maravillas por el bien mutuo y el equilibrio del sistema vivo planetario. Entonces lo importante se considerará en valores y meta valores y el reconocimiento y meta recompensas serán sus resultados y aspiraciones.

     En vista de todo lo dicho vemos que la condición del tema del dinero en la actualidad responde a una interpretación egocéntrica y separatista que, disgrega y hace difícil, el apoyo mutuo y, en cambio, favorece el egoísmo y la pugna de todos con todos. Esta interpretación es neurótica y está relacionada con una carencia primal de seguridad, apoyo y afecto de las que se deriva la Avidez Originaria de H. Keyserling.


     Si las personas no nos cuestionamos el limpiar y descubrir las causas de nuestras avideces, que se convierten en dependencias, no podremos salirnos de este círculo vicioso. Sólo descubriendo el efecto transformador de contactar con el Ser y el afán de sus valores nos posibilita la transformación. Estos valores que surgen del Ser, existenciales, son universales y nos reúnen nuevamente superando la competividad y favoreciendo la búsqueda de lo que nos separa. Los valores y meta valores del Ser, al ser universales, nos agrupan sin renunciar a la genuina expresión de la propia personalidad y creatividad. Cada uno tiene un universo que aportar y compartir, de acuerdo con su naturaleza y todos nos beneficiamos de ello. Esto que se comparte entre todos tiene un gran valor pero no tiene precio; se da, se regala, se entrega. No hace falta el medio del dinero. Es el mutuo respeto, el mutuo reconocimiento, el sentimiento de que uno es una “autoridad” (de autor, no de poder) en tal aspecto, tema o talento.
     Y desde aquí vemos que la crítica, el juicio de unos a otros, el juzgarnos como buenos o malos surge de nuestra mente impregnada de carencias, de inseguridades, de temores hacia los demás. La confianza no se puede dar si uno siente que, en lo profundo, ha sido herido y está enojado por ello. Cuando esta violación se introyecta y se reprime, no lo recordaremos, pero su efecto  le hará desconfiado y temeroso a sí mismo y a los demás; y consecuentemente la relación con el dinero manifestará de igual manera reflejado la necesidad de ahuyentar la seguridad y el modo de canalizar la avidez de llenar un vacío existencial.
     Quedarse en lo superficial, en lo aparente, en lo formal, nos ajusta a la estereotipia y a lo rutinario, a lo banal e insustancial obligándonos a desear e imaginar actividades evasivas y otras que nos excitan a fin de tener la sensación del vivir activo; pero alejados de la fuente del ser, de la profunda fuente de afecto, de acción y conocimiento. Permanecer en lo aparente sin preguntarse por lo propio del ser es confundir el medio con el fin. El fin del dinero es el intercambio de bienes y servicios, el medio pierde sentido y sólo se sustenta por la cantidad de ego e importancia personal con el que se hincha. Por ello lo primero es librarnos de la sobrevaloración del medio o agente instrumental, de todo aquello que proyectemos egótico a lo superficial y de su componente ilusorio y fascinador. Es como si queriendo clavar un tablón le diéramos la total importancia al martillo y no a la función de la tabla ya clavada.
     No nos cansemos de considerar que todo cuanto utilizamos como bienes procede de la naturaleza y luego es transformado. El valor que le demos a esta realidad dependerá de la concepción de lo humano que tengamos. Es consecuencia de la concepción referencial. Si en la tradición judeo-cristiana se considera que Dios creó el mundo y lo entregó al ser humano para su explotación; y al ser humano infundiendo su aliento de vida, entonces teológicamente y antológicamente el Ser Humano y Dios están directamente vinculados, pero el mundo natural y material es de sustancia ajena a la propia sustancia de Dios. Así pues, desde esta óptica, el Ser humano tiene todo el derecho a explotar el mundo en su provecho y ello con el beneplácito divino. La otra interpretación, de tipo pagano, es que tanto lo material como la consciencia procede de la fuerza creativa cósmica y no es algo ajeno ni separado de ello antológicamente, por lo cual tanto lo inorgánico como lo orgánico y la consciente procede de un único y absoluta fuente originaria. Desde los valores del Ser nos damos cuenta de que no somos dueños de la naturaleza, sino que somos parte de la naturaleza; de ella surgimos y en ella evolucionamos convirtiéndonos en humanos de igual modo que todos los demás seres han surgido de ella y evolucionado, y todos (vegetales, animales, humanos) tenemos derecho a sus bienes y sustento. Así, pues, no hay nada que comprar, pues pertenecemos a la Tierra, tan sólo se nos confía una pequeña fracción de la misma para satisfacer nuestras necesidades; y tenemos la responsabilidad de su justa y eficiente utilización en nuestro provecho juntamente con el de todos los demás seres humanos y no humanos que también proceden y son parte de ella. Somos depositarios, se nos confía su justa administración y se nos autoriza un título por el cual asumimos la responsabilidad de su utilización y aprovechamiento considerando el bien común. Esto es lo que jurídicamente dispone el título de propiedad: la responsabilidad ética de su utilización en el bien común. El traspaso de este título de compromiso y responsabilidad para el bien general es el fin y el medio es el dinero. Nunca lo olvidemos. Nos ha sido concedido a cambio de nada y el traspaso no debe ser objeto alguno de especulación.


     Caminamos hacia una solución transitoria de este problema respecto al dinero cuando sentimos y apoyamos que lo que destinamos al bien personal siempre incluya el bien común y general. Lo que me produce bien, bienestar y me satisface también contribuye al bien y bienestar de los demás. Así el reparto de los bienes queda asentado en la sinergia; otra opción es la de  aquel que habiendo conseguido abundancia (riqueza) por sus méritos, la entrega repartiéndola entre los desfavorecidos. Así su mayor riqueza no será de tipo material, sino reconocimiento y admiración por parte de los demás. Y esa riqueza de reconocimiento ya no es un medio, es una realidad. Aquí también vemos la sinergia en acción. Ambos ejemplos nos sugieren el paso intermedio en el proceso de superar la necesidad del dinero como medio de distribución y reparto de bienes y servicios sociales. Quien lo pueda ver y entender ya está en el camino.





      Acabada esta redacción me ha llegado un hermoso vídeo titulado en español ¿qué harías de tu vida si el dinero no importara? Con un discurso de Alan Watts. Ya lo he compartido hace poco., pero ahora lo incluyo como complemento del tema.



Ernesto Cabeza Salamó

sábado, 22 de junio de 2013

¿Por qué cuesta tanto emprender una psicoterapia?


¿Por qué cuesta tanto emprender una psicoterapia?



Momento de descanso en grupo de psicoterapia

     Es una certeza, no hay duda al respecto. Se da una íntima relación entre los fenómenos físicos y los psíquicos. ¿Por qué, entonces, rehusamos hacer un trabajo emocional y perseveramos en considerar el cuerpo como algo mecánico que puede repararse en sus disfunciones diversas? Aunque todo el mundo está de acuerdo en que los dos aspectos son inseparables, seguimos sin prestarle la suficiente atención e interés a la sanación en el aspecto psico-corporal. Hemos de admitir que esta certeza es, en muchos casos, una cuestión más teórica que vivencial y práctica. Se habla, se teoriza y se interpreta en conversaciones convencionales planteándose dificultades entre familiares, amistades y conocidos. Y siendo así ¿cómo es que evitamos o nos resistimos a abordar el sanarse psico-emocionalmente?

    Aparte de la actual situación de crisis económica que, con los “recortes” en todos los ámbitos, ha dejado a la población sin posibilidades de ahorro y consumo, tenemos otras razones de peso.

     El enfrentarse a uno mismo, encarando las propias dinámicas emocionales, afectivas y mentales nos confiere un sentido de responsabilidad. Nos da la posibilidad de transformarnos, de descubrir las inercias insatisfactorias y manifestar responsablemente nuevas alternativas basadas en nuestra armonía y congruencia interna. Resulta más fácil mantener inercias y hábitos aunque nos dañen que afrontar valientemente transformarnos; es más fácil y también más doloroso, sentirnos culpables que asumir la responsabilidad de aquello que mediatiza nuestro sentir, pensar y actuar. La inercia nos hace autómatas, la culpa nos angustia y paraliza, y la responsabilidad nos abre camino a evolucionar como personas. El asegurar que no se tiene presupuesto para ello, en muchas ocasiones, es otra falacia si nos preguntamos qué valor tiene sentirse bien y si consideramos en qué cosas, no solo no importantes sino hasta dañinas, nos gastamos una parte sustancial del presupuesto personal como en alcohol, tabaco, juego, etc.

     Se desconfía de que la relación entre psicoterapeuta y paciente sea suficiente para obtener una sanación. La mero utilización de los recursos humanos, relacionales, se considera insuficiente. ¿Olvidamos que la naturaleza humana es especialmente relacional y afectiva? Sin el apoyo mutuo no hubiera sido posible la evolución de la humanidad. La gran mayoría de las disfunciones psico-afectivas y psicosomáticas se deben a dificultades en la comunicación y exteriorización de nuestras necesidades y motivaciones psico-afectivas. El sentirnos estúpidos, el considerar que no nos entienden o no les interesamos en lo profundo nos causa mucho más dolor y sufrimiento que las condiciones sociales, laborales y económicas que nos puedan aquejar. Es el sentimiento profundo de soledad lo que oprime en muchos su salud psico-corporal.

     Como se considera que la medicina tradicional y alternativa ya actúa sobre los síntomas y hace sugerencias a apoyar en el aspecto psico-emocional, pues es más cómodo y menos complicado. Cualquier profesional serio en estas disciplinas dirá a favor de la complementariedad como modo de obtención de magníficos efectos sanadores.

    El pensar que las crisis personales y problemáticas psico-afectivas son consecuencia de los “nervios” o del “estrés” de la vida moderna. El buscar evasiones o, simplemente, esforzarse en aplacar el estrés, aunque sea aconsejable, en muchas ocasiones es engañarse haciéndose creer que se está haciendo algo a favor de uno mismo, cuando, en realidad, estamos dilatando la toma de responsabilidad y consecuentemente bloqueando la iniciativa de abordar una transformación real.

    Podemos concluir que todas estas variables tienen mucho en común. Es que tememos  conocer lo que subyace en el interior de nuestra mente, prefiriendo parchear o efectuar intervenciones parciales antes que transformarnos desde dentro hacia fuera. Es el temor a mirarnos en profundidad y preguntarnos ¿Quién eres tú? Y ¿Qué estás haciendo con tu preciosa vida?

    Vivir gozosamente, sentir que la satisfacción de vivir nos impulsa es una elección, no sólo una aspiración. Aquello que nos hace sentir más seguros, más confiados y más gozosos debería ser más considerado como opción y no como una obligación para no sufrir. Somos adultos responsables de nuestras vidas, no seres sufrientes dirigidos por fuerzas exteriores a nosotros. 



Ernesto Cabeza Salamó