¿Por qué cuesta tanto
emprender una psicoterapia?
Momento de descanso en grupo de psicoterapia |
Es una
certeza, no hay duda al respecto. Se da una íntima relación entre los fenómenos
físicos y los psíquicos. ¿Por qué, entonces, rehusamos hacer un trabajo
emocional y perseveramos en considerar el cuerpo como algo mecánico que puede
repararse en sus disfunciones diversas? Aunque todo el mundo está de acuerdo en
que los dos aspectos son inseparables, seguimos sin prestarle la suficiente
atención e interés a la sanación en el aspecto psico-corporal. Hemos de admitir
que esta certeza es, en muchos casos, una cuestión más teórica que vivencial y
práctica. Se habla, se teoriza y se interpreta en conversaciones convencionales
planteándose dificultades entre familiares, amistades y conocidos. Y siendo así
¿cómo es que evitamos o nos resistimos a abordar el sanarse
psico-emocionalmente?
Aparte de la
actual situación de crisis económica que, con los “recortes” en todos los
ámbitos, ha dejado a la población sin posibilidades de ahorro y consumo,
tenemos otras razones de peso.
El
enfrentarse a uno mismo, encarando las propias dinámicas emocionales, afectivas
y mentales nos confiere un sentido de responsabilidad. Nos da la posibilidad de
transformarnos, de descubrir las inercias insatisfactorias y manifestar
responsablemente nuevas alternativas basadas en nuestra armonía y congruencia
interna. Resulta más fácil mantener inercias y hábitos aunque nos dañen que
afrontar valientemente transformarnos; es más fácil y también más doloroso,
sentirnos culpables que asumir la responsabilidad de aquello que mediatiza
nuestro sentir, pensar y actuar. La inercia nos hace autómatas, la culpa nos
angustia y paraliza, y la responsabilidad nos abre camino a evolucionar como
personas. El asegurar que no se tiene presupuesto para ello, en muchas
ocasiones, es otra falacia si nos preguntamos qué valor tiene sentirse bien y
si consideramos en qué cosas, no solo no importantes sino hasta dañinas, nos
gastamos una parte sustancial del presupuesto personal como en alcohol, tabaco,
juego, etc.
Se
desconfía de que la relación entre psicoterapeuta y paciente sea suficiente
para obtener una sanación. La mero utilización de los recursos humanos,
relacionales, se considera insuficiente. ¿Olvidamos que la naturaleza humana es
especialmente relacional y afectiva? Sin el apoyo mutuo no hubiera sido posible
la evolución de la humanidad. La gran mayoría de las disfunciones
psico-afectivas y psicosomáticas se deben a dificultades en la comunicación y
exteriorización de nuestras necesidades y motivaciones psico-afectivas. El
sentirnos estúpidos, el considerar que no nos entienden o no les interesamos en
lo profundo nos causa mucho más dolor y sufrimiento que las condiciones
sociales, laborales y económicas que nos puedan aquejar. Es el sentimiento
profundo de soledad lo que oprime en muchos su salud psico-corporal.
Como se
considera que la medicina tradicional y alternativa ya actúa sobre los síntomas
y hace sugerencias a apoyar en el aspecto psico-emocional, pues es más cómodo y
menos complicado. Cualquier profesional serio en estas disciplinas dirá a favor
de la complementariedad como modo de obtención de magníficos efectos sanadores.
El pensar
que las crisis personales y problemáticas psico-afectivas son consecuencia de
los “nervios” o del “estrés” de la vida moderna. El buscar evasiones o,
simplemente, esforzarse en aplacar el estrés, aunque sea aconsejable, en muchas
ocasiones es engañarse haciéndose creer que se está haciendo algo a favor de
uno mismo, cuando, en realidad, estamos dilatando la toma de responsabilidad y
consecuentemente bloqueando la iniciativa de abordar una transformación real.
Podemos
concluir que todas estas variables tienen mucho en común. Es que tememos conocer lo que subyace en el interior de nuestra
mente, prefiriendo parchear o efectuar intervenciones parciales antes que
transformarnos desde dentro hacia fuera. Es el temor a mirarnos en profundidad
y preguntarnos ¿Quién eres tú? Y ¿Qué estás haciendo con tu preciosa vida?
Ernesto Cabeza Salamó
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