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domingo, 22 de junio de 2014

Reflexión de la "Visión del halcón" durante el rito del "Árbol de la visión" 01-06-2014


Reflexión de la "Visión del halcón" durante el rito del "Árbol de la visión" 01-06-2014

Comprensión de la visión del halcón, Cambrils 01 junio 2014.
Surgida en la danza del árbol de la visión.



Me sentí volando, siendo ave, un ave ya conocida, mi aspecto de halcón. Como aquellos que contemplaba en el cielo desenvolviéndose junto a los “Cingles de Berti”, mientras volaban, acechaban y daban caza a otras pequeñas aves. Recuerdo como por las  mañanas, cuando esas rocas calcáreas eran iluminadas por el sol, los buscaba con la mirada y en cuanto localizaba alguno, lo contemplaba en su desempeño vital. Eran misterios. Jamás vi sus nidos, pero allí estaban en su medio, el cielo.
Cingles de Berti
Y en la visión, como en otras pretéritas, era halcón y volaba por el cielo. No en el cielo de la infancia entre riscos rocosos. No.  Era en un cielo mítico, arquetípico en un mundo que no es el de aquí. En un mundo donde acudí visionariamente hace años conducido por otro poder cazador, el Tigre. Y allí en esa rojiza montaña desprovista de vegetación y de aspecto plano, un círculo de maestros, en su centro una hoguera y frente a ella estaban quietos, silenciosos, en serena armonía. Acercándome les pedí su atención y un consejo o aprendizaje. Entonces me indicaron en gesto que a sus pies había un precipicio y que más allá de él debía acudir y ver para saber. Así fue el primer contacto con este lugar mítico que ahora, evolucionando como ave, recorría volando. La misma montaña rojiza mesetaria, las murallas rocosas en precipicio y abajo, muy abajo, una llanura, como pradera tejida de sendas que se cruzan y encuentran, poblada de algunos árboles. En otras ocasiones por esas sendas discurren personas buscando un destino, y yo, como alguien más entre ellos me brindo para darles la mano y acompañarlos a un destino común: el “sol”; ya sea naciente o poniente.

Esta vez volaba lúdicamente entre las capas de aire, adentrándome entre las nubes de cúmulos, incluso entre ellas y sobre ellas. Y allí abajo, muy abajo esa llanura tan conocida ahora con sus caminos despoblados, sin gente. Era el lugar, pero no era la función. Me situaba en el lugar, pero no exploraba mi cometido existencial. Eso ya lo hice. El sentido de unidad, de integridad y relación con lo Natural era lo que me guiaba. La Madre Tierra me había saludado tras nubes de copal, la unidad de la misma y mi fusión con ella era su significado. Volaba alrededor, en y sobre la Naturaleza, Gaia, gozando de ser parte y célula de la misma. Una sencilla célula voladora de su excelso organismo deleitándome de ser. Se trata de una sencilla visión que he madurado en los días siguientes.

¿A dónde vamos como seres humanos? ¿Qué sentido tiene el tiempo en el que vivimos?

Cuando contemplo a los caminantes, a las personas que transitan la senda de una vida, les veo nada o poco conscientes de que están transitando, de que en un instante se han visto colocados en el camino y que por él transitan sin saber qué sentido y significado tiene; que éste, en un instante, desaparecerá cuando se apaguen sus vidas. Los veo autómatas, como hipnotizados, no apreciando las características de su senda, sino ensimismados en su auto contemplación hipnótica; como dormidos y soñando algo que les parece vida pero que es sueño; y lo más dramático es que el sueño no es propio, sino ajeno. La orden hipnótica es un programa introducido, un virus que se les ha introducido adormeciendo el programa original existencial, el sueño personal de la propia existencia.

Con mucha razón he oído decir que el plantearse el sentido y significado de la vida es un privilegio de unos pocos porque la mayoría está demasiado ocupada en tratar de sobrevivir y simplemente vivir o contribuir a la vida suficiente de los familiares. Si el esfuerzo es por el derecho de poder ganarse la vida y obtener lo necesario e imprescindible para vivir, la motivación y la inquietud por lo existencial queda en suspenso y latente, esperando su momento y ocasión. Y si se considera que el esfuerzo por liberarse de la privación y angostura depende, en gran parte, de que un programa operativo, vírico, esté operante o suspenda su función; entonces vemos un gran círculo vicioso en el que un poder externo y también interiorizado nos controla y rige sin ser conscientes de él; y que para despertarnos necesitamos darnos cuenta de cuál es nuestro cometido en la existencia propia, familiar, global. No se puede, uno, preguntar por el sentido de su vida si está en situación precaria. No puede salirse de la situación mísera si no se da cuenta de que ésta es un diseño infeccioso para que se ocupe de luchar por la supervivencia propia o familiar sin miras más amplias.
Que vivimos dentro de una plaga infecciosa en nuestro espíritu; que transmitimos esta infección con sus virus a nuestros descendientes mientras los amamos y educamos sin ser en absoluto conscientes de ello. De esto debemos darnos cuenta.
Es un virus mental, muy semejante a los informáticos, pero el antivirus no figura en la red. Está, sin duda alguna, a nuestro alcance; únicamente hay que establecer la interfaz para que se transfiera desde nuestra consciencia de ser a nuestro corazón, intelecto y acción.  No causa fiebre, aunque puede producir estados delirantes e ilusorios de tipo febril, fácilmente observables en las actuaciones humanas irracionales; algunas de ellas son terribles y horriblemente de pesadilla.


Toda creación, aunque sea un virus mental, procede de una intención, de una voluntad, de una decisión consciente y declarada, aunque fuera de su ámbito quede acallada y se procure mantener oculta. Unos pocos, favorecidos con la oportunidad ambiciosa del devenir histórico, han sabido canalizar sus intereses personales amparados por una condición privilegiada; conscientes de esta increíble ventaja han concebido un modo de mantenerla y asegurarla para sí mismos y sus clanes. Se han disociado y creado un mundo propio, impenetrable para los ajenos  a sus propósitos y ambiciones, pero que, en función de una ley que conocen bien, les permite parasitar a todos los demás. Estas tácticas no han surgido de un diseño iluminado súbito, repentino. No. Han surgido de una experimentación de siglos con el método de “ensayo-error” y la rectificación pertinentes. La adquisición de poder y su manejo han ido cambiando con los siglos refinándose. El absolutismo despótico, primero, y el despotismo ilustrado, después, unido a la tecnología  han dado lugar a estos pocos clanes que han decidido, lúcidamente para ellos, asociarse   en vez combatirse para gestionar el poder y conseguir para su servicio las voluntades e intereses de los demás.
Se ha tratado de refinar el interés por el poder a una destilada esencia ya prácticamente incorpórea, etérea. Antaño el poder se manifestaba por las posesiones personales y ello constituía la riqueza. Ahora se han adueñado y se adueñan de cuanto aspiran sin que nadie les ponga rostro. Son entes abstractos como corporaciones que, anónimamente, imperceptiblemente, mueven los hilos del mundo desarrollando el drama de la vida de sus pobladores. Ni tan sólo se les ve su mayor recurso, el dinero, que crean de la nada y acumulan en una nube. Hoy en día el tráfico financiero se hace electrónicamente, ya no circulan sacas ni maletas de billetes bancarios. Pero ese dinero en forma de información financia y hace posible sus fines en cualquier parte del mundo en el cual los depredadores fijan sus intereses.
Mientras la satisfacción de las necesidades humanas esté supeditada al movimiento del dinero, no podremos salirnos de la infección, como mucho, la podremos mantener latente, enquistada.

El dinero en su actual manifestación abstracta como recursos o material financiero, mantiene una neurosis que agravándose conduce a una escisión psicótica. De la neurosis de separarse de los demás para así poder sentirse superiores compensando la inseguridad y la propia insustancialidad existencial, se va llegando a un estado delirante y alucinatorio en el cual se creen dioses y disponen de su poder para que las gentes  les transfieran la preciosa energía de sus voluntades y vidas en forma de dependencia, sumisión y temerosa admiración. Pero este delirio psicótico es tan profundamente destructor que amenaza con destruir a sus lacayos con el mundo y los recursos que todos, por igual, necesitan para vivir y sobrevivir.
Han aprendido muy bien de sus predecesores los conquistadores y depredadores coloniales; de los que sucediéndoles desencadenaron las guerras mundiales para asegurarse privilegios y mercado donde vender sus productos. Todo esto ya está obsoleto. Los mercados de influencia nacionales ya no aportan nada; la competencia y las ideas de democracia e igualdad de los pueblos lo hacen ineficaz. Retenerlo sería manifestar deshumanización y fiera brutalidad. Pactar un cese de violencia, pactar un reparto del poder global atendiendo a sus intereses corporativos y convertir en mercado a toda la población del mundo es ahora su objetivo. Se sirve a sus intereses si todo cuanto necesita la población procede de ellos y de sus diversas corporaciones monopólicas. El suelo físico, la producción y distribución alimentaria, la vivienda, la salud, la educación, la tecnología… Todo a través de la esencia casi intangible que todo lo penetra que es la sumisión a lo financiero. Todo cuesta, todo tiene un precio independiente de su valor real que, además, se considera relativo. Todo es un suministro y todos precisan de este suministro para realizar las funciones vitales de supervivencia y seguridad. ¡Claro que a la población se la regula si se estratifica la pirámide en forma de estratos socioeconómicos! Pero todos estos estratos están supeditados y dependientes de que les llegue la savia vital del aliento económico-financiero. Un país, por muy soberano que se sienta, puede quedar sumido en el caos si desequilibran sus balances financieros-productivos-humanos. Ya lo hemos visto hasta la saciedad y también hemos visto el miedo que suscita resistirse a ello. La propaganda del pleno control de la información por parte de ciertos intereses crea odiados adversarios a los que demonizamos mientras ellos lo mismo sienten hacia nosotros; se crean ilusiones de prosperidad y de posibilidades de riqueza como globos de aire que en su día reventarán. Toda burbuja acaba por estallar. Pero ya cuentan con ello; si una estalla aquí, otra se inicia allá donde sus gentes precisan sentir que la fortuna les mira. Mientras unos se duelen del desastre producido y sufren sobreviviendo al caos, otros anhelantes de obtener prosperidad, de emerger de la mediocridad, se adhieren ilusionadamente a la creación de una burbuja más, sin contemplar de que en realidad es una veleidad que desaparecerá generando el caos en su momento. La fantasía de que puede estar bajo control nacional o de un organismo supranacional bien intencionado se genera, pero es algo irracional.
Estamos sometidos a una psicosis, donde algunos enfermos delirantes se creen que manejan las riendas del destino del mundo conforme a sus intereses confiando en su ingenio, recursos de poder y estatus. Todo debe estar en permanente movimiento, todo debe aparecer cambiando día a día, pero para ellos nada debe cambiar. Así se garantiza pasar desapercibidos mientras los otros siguen sus hipnóticos sueños respondiendo al virus. Virus diseñado y producida por ingenieros de la información generosamente retribuidos por riqueza y ascenso social, aunque en el fondo es algo puramente ficticio.

Mientras cada uno de los individuos que constituimos la humanidad no caigamos en la cuenta de que la naturaleza financiera es simplemente un sueño, de que no hay nada que comprar ni que vender; porque ya todo nos pertenece como criaturas de la Tierra y de que no debemos suministrar el precioso tiempo de nuestra vida en forma de dinero e intereses a sus arcas para ellos lo parasiten. Mientras pensemos y sintamos que esto de be ser así, no podemos salirnos de la enfermedad. 

Todos los ciudadanos de un colectivo humano, sea familiar, local, nacional y multinacional somos interdependientes y todos actuamos, amamos y adquirimos conocimiento por medio de las relaciones con todos los demás. Los recursos materiales e inmateriales nos los servimos unos a otros. El reparto de las actividades humanas posibilita nuestra vida en comunidad y sintiéndonos en comunidad, apoyándonos unos a otros, podemos ver que entre nosotros nos suministramos todos los bienes y servicios necesarios, incluso tecnológicamente los fabricamos. No debemos rendir cuentas a ningún poder abstracto sea divino o financiero. Tenemos todos los recursos del planeta, de la Madre Tierra, y somos sus criaturas, en ella hemos sido gestados. Nadie es propietario del poder que le ha dado la vida. El cuerpo de la madre se da sin interés alguno y está disponible a todas  sus criaturas, pero no es propiedad de nadie ni puede serlo, por muchas “escrituras sagradas” que lo digan. Entendernos y gestionar amorosamente el reparto equitativo de sus recursos es nuestra responsabilidad consciente, pero esto nada tiene que ver con el comprarles a quienes  se dan la delirante idea de que disponen de la propiedad del planeta y de sus recursos. Ellos disponen de los recursos si así lo permitimos y ese permitir es el seguirles el juego con su único recurso tan hábilmente destilado que es el financiero. El dinero y su destilación es una creación humana que, en su tiempo fue necesario como medio de intercambio, cuando producir era muy laborioso y costoso con la tecnología existente; hoy en día ya no lo es gracias, también, a la complejidad y sofisticación de la misma. Su control y gestión está en nuestras manos, es nuestra responsabilidad y conocimiento y no algo que deba pagarse a quienes se han apropiado por la fuerza, el engaño y la especulación de todo cuanto es patrimonio de todas las criaturas que habitan este mundo.

La necesidad nace de la escasez para vivir y no precisamos intermediarios, ni nadie que nos diga con qué condiciones debemos tener acceso y repartir lo que la Madre Tierra, Gaia, nos brinda de sí misma. Fraternalmente nos apoyamos e intercambiamos produciendo, distribuyendo y ofreciendo bienes y servicios. Somos quienes construimos y manejamos la tecnología que nos da calidad de vida, quienes nos satisfacemos con los intercambios y las relaciones humanas y nos proporcionamos amorosamente todos los servicios posibles, depositando nuestra confianza y apoyo unos a otros. No se precisa la condición compra-venta para el intercambio de relaciones humanas y todo ¡todo! no es más que modos de relaciones humanas. El valor reside en el potencial de generar gozo y felicidad; el pago debe ser el reconocimiento y el afecto. Todo lo demás es alimentar el virus y servir a quienes viven alienados y segregados de la genuina humanidad.

Un gigante con pies de barro nos sugiere el viejo texto profético. ¡Un gigante con pies de barro! ¡Démonos cuenta!

Entretanto, mientras nos vamos dando cuenta, discurre una transición. No política, sino cultural y social. Soportamos  una opresiva losa, sentimos como nos aplasta con su inerte masa. ¿Podemos deshacernos de ella? ¿No es parte de nosotros como la concha del caracol? ¿Qué decidimos que sea? Si decidimos que se trata de nuestra caracola, creeremos que no es posible vivir sin ella. Si es un peso inerte agobiante, podemos liberarnos de ella y vivir ligeros. Es una decisión interpretativa y lo que decidamos es lo que será. ¿Qué es lo más conveniente para la libertad teniendo en cuenta que los seres humanos somos seres mutuamente interdependientes? ¿Necesitamos conchas y caracolas para protegernos cuando contamos con toda la comunidad para ello? Así, pues, ¿qué debemos modificar en nuestras vidas para abrirnos a la confianza? ¿Puedo confiar si me oculto y disimulo ante el otro? ¿Debo esperar a que el otro se entregue a mí para que yo confíe en él? ¿No es algo recíproco? 

Homo homini lupus
¡Ah, sí! ¡Las creencias! “No te fíes ni de tu padre” dice un aforismo. ¡Qué triste! ¿Si nos tememos, si desconfiamos unos de otros, hacia dónde evoluciona nuestra humanidad? En este caso involuciona; nos aleja de nuestra naturaleza humana,  nos induce a lo denominamos “la ley de la selva” al “Homo homini lupus”. En tal caso nuestra condena es ser depredados por nuestros semejantes. El ser un “Alfa” es temporal y transitorio, ya conocemos de sobra cuál es el destino que nos aguarda. Si confiamos, si nos apoyamos, si hacemos causa común del bienestar general y personal, ¿cuánta fuerza y poder se obtiene de tal relación? ¡Qué lobo, leopardo o tigre puede desafiar a toda una comunidad defendiéndose como un solo cuerpo! ¡Uno para todos y todos para uno! Esta es la grandeza y riqueza del ser humano. Como protección, como afecto, como aliciente, como estímulo, como premio y como reconocimiento. ¿No es este sentir aquel que hace desaparecer el insomnio e inquietud como benditos niños? ¿No es la serena paz del ánimo puro y amoroso?

No sé cómo cambiar las reglas del juego. No sé cómo hacer posible la afirmación “Ahora el juego se hará con otras reglas diferentes”. Por eso digo que estamos en una transición. Si en este momento no es oportuno cerrar el juego y decir: ¡No quiero seguir en este juego! Sí se puede tomar consciencia de que el juego en el que nos vemos implicados y que no hemos decidido es insatisfactorio, es sufriente y también dañino. ¿Quién desea vivir en un juego así? ¿Quién desea ver a sus hijos participando en él cuando crezcan? Cuando seamos muchos viéndonos obligados a jugar a lo que no nos gusta ¿cuánto podrá durar tal juego?
El nuevo juego aún no se ha creado, pero todo el mundo lo anhela y sueña en lo profundo del corazón. Soñémoslo, permitamos compartirlo y juntos démosle forma y contenido. ¿Qué no será perfecto? Lo sabemos. Con el ensayo irá mejorando sin la menor duda.
Es una necesidad restablecer la dignidad y los lazos de afecto y confianza de unos con otros. El asentarnos en nuestra naturaleza considerándola segura y creativa, el que decidamos cuidar y acrecentar nuestra verdad y autenticidad cuestionando tradiciones y creencias que nos separan y enfrentan unos a otros. Que los que ahora creen dominarnos con el yugo del temor y mutua desconfianza ya no puedan aplicarnos el “divide y vencerás”, de la estrategia milenaria militar. ¿Cómo una minoría desalmada y enferma podría enfrentarse a toda la humanidad imponiéndole sus dementes delirios? La razón y el sentido común, la genuina democracia frente a lo irracional, frente al desatino y la pseudodemocrácia o corporatocrácia clientelista.


Sabemos que el día sucede a la noche. Ahora estamos en el alba, pero no podemos conocer de antemano cómo será el día. Que sea el día y no una triste lámpara más entre tinieblas. Abrirnos a la  aventura de enfrentar el misterio del amanecer y lo que siga. Entre todos contribuiremos a que sea “un buen día”.




Esto es lo que siento y descubro siendo mi pájaro, el halcón. Volando por el cielo claro y con nubes, sorteándolas y penetrándolas con la confianza de mi saber hacer y mi libertad.


Démonos cuenta de que no vivimos en más jaulas que las que creamos en nuestra mente y que podemos desafiar los barrotes de pura ilusión. Que todos podemos volar en nuestro cielo y sentir la excitante libertad personal. La comprensión de este fenómeno, de que creemos en un feo e injusto sueño ajeno que nos infecta y enferma enfrentándonos unos a otros. Tenemos libertad de imaginar un juego bello, justo y digno que merezca ser jugado ahora y mejorado por las generaciones venideras.

De todo corazón,  Mitakuye Oyasin     -   Ahó.

Ernesto Cabeza Salamó

1 comentario:

  1. Se dice que uno camina en la belleza cuando tiene su tierra y su cielo en armonía.. Me parece muy valiosa y de gran contenido tu aportación. Es interesante como posicionando nuestra mente en distinta perspectiva podemos darnos cuenta del entramado y los pensamientos que nublan la vista... ¡Ahó metakiase!!
    Alis volat propris...

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