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domingo, 7 de junio de 2015

Cuando se distorsiona el Self


Cuando se distorsiona el Self


En la personalidad íntegra florece la pureza, la autenticidad, la compasión y la sabiduría, aquella personalidad que cumple, al unísono, el amor, acción y conocimiento; los tres aspectos del flujo pulsátil vital. En su aplicación relacional, social, da lugar a la educación como transmisión del saber con amor; a la salud de amorosa actividad y a la cultura de acción sabia.



La pureza consiste en la mente comprometida con la propia existencia; viviendo y saboreando el aquí y ahora con todo su esplendor, concibiendo que existir es estar en relación con: los semejantes y el mundo natural. La autenticidad consiste en percibirse a sí mismo con naturalidad, con todos los dones y talentos que nos son propios y compartirlo con las relaciones. La compasión es la capacidad de ponerse en lugar y circunstancias de nuestras relaciones teniendo en cuenta que el propio bienestar también es el de ellos y por el bien mutuo. La sabiduría es la interacción de los tres aspectos anteriores entre sí más el aliciente de la curiosidad hacia el mundo como una maravilla, convirtiéndose en experiencia con el proceso de existir e integrar en la consciencia sus efectos; conjunto que sólo adquiere sentido en estado de relación.
Cualquier desviación de este encuadre supone un bloqueo de miras y un posicionamiento miserable ante sí mismo y el mundo relacional. Aunque se apliquen todos los mecanismos posibles de defensa. Cada uno de ellos revela la propia miseria personal.


Nacemos con un self manifiesto en nuestra naturaleza orgánica. Estamos comprometidos con el vivir y el componente instintivo lo garantiza mientras el potencial nervioso madura y va haciendo accesible el aprendizaje y la auto consciencia; desarrollándose un self existencial y un arraigado sentido del Yo o personalidad.
En el transcurso de este proceso actúan las influencias patógenas que rompen y menoscaban la natural maduración alterando la autoconsciencia.

Cuando consideramos los atributos del ambiente en el mundo en el que maduramos, crecemos y vivimos, advertimos que estas cualidades sólo aparecen de forma fragmentaria, des conexas y entretejidas con emociones defensivas respecto a uno mismo y los demás. Quisiéramos poder confiar y entregarnos, pero la hostilidad y el temor lo imposibilitan. Quisiéramos ser generosos con el corazón y los actos, pero atesoramos nuestros afectos y posesiones y tratamos de extraer de los demás algo que sacie nuestra vacuidad existencial. Y podríamos seguir así en infinidad de aspectos personales y relacionales.
Nos damos cuenta que el mundo relacional envolvente nos entorpece manifestar nuestros profundos e íntimos anhelos de poder gozar de nuestra vida y compartirla así con los demás. Los demás y yo mismo no somos demasiado diferentes. Nuestro íntimo anhelo es el mismo, pero las defensas ante las heridas vividas nos particularizan de forma muy compleja. Al poco de nacer y mientra crecemos todo esto dañino ya está manifiesto. Lo respiramos, lo palpamos, lo comemos, lo bebemos… De modo que estando fuera muy pronto nos inter-penetra y se fundo con nuestro yo.
No me extenderé en el cómo, pues ya es bien sabido, sólo indicaré que desde la gestación estas fuerzas actúan generando un sistema de realimentación simbiótico madre-hijo/a. Los tóxicos psico-emocionales y bio-físicos actúan en el biosistemas intrauterino. La placenta, como filtro, no hace milagros. Después tras la experiencia del alumbramiento con su gran carga vivencial, a lo largo de ese año aproximado de gestación extrauterina, el mundo social (a través de los padres y hermanos) se hace presente en este indefenso ser. Así se configuran las primeras defensas de autoprotección del ser. Digo ser, porque aún no hay un yo; simplemente vestigios de su esbozo.
Seguidamente, a medida que la creciente autonomía madura, el ambiente familiar se va haciendo más abierto al mundo social; la criatura se va socializando más y más alcanzando cotas importantes al iniciarse el proceso escolar. Es entonces cuando la cultura, la sociedad y el poder introducen sus tentáculos en el niño-a asentando valores-guías que marcarán su existencia personal, social y cultural; pero generalmente, en nuestro mundo “desarrollado” la elección de la orientación escolar-educativa tiene que ver con decisiones de los padres que tienen mucho de ideología. Así todo el conjunto de creencias de índole irracional (religiones e ideologías) actúan como poder autoritario aún cuando se declaren demócratas.

El mundo en el que crecemos, maduramos y vivimos
Se dan dos aspectos complementarios que aseguran el proceso. En primer lugar se trata del terreno afectivo en las etapas pre-edípica y edípica, cuando se transfiere a la nueva generación las problemáticas neuróticas de los progenitores; con ello se abren potentes heridas y se organizan las medidas defensivas caracteriales. Aquí se transmite el componente neurótico en la nueva generación; al tiempo y a continuación lo que se denomina “tecnología de género” actúa con todo su rigor. Los cuentos y leyendas que se cuentan a los hijos, los juegos que repractican en grupos, los virtuales, la publicidad, las series televisivas y animadas; todo este conjunto más las opiniones de los adultos que les rodean y la propia escolaridad muestran el espacio escénico dentro del cual representarán su propia versión del drama. La tradición heredada y adecuada al tiempo actual se manifiesta con sus raíces milenarias de autoritarismo y antinaturalidad. Seguidamente estos jóvenes, adentrándose en la pubertad se darán cuenta de la conflictividad de sus padres con los abuelos y podrán esbozar los inmediatos eslabones de un modo de conflicto secular. Y en la adolescencia toda esta angustia y conflictividad estallará frente a la propia familia y sociedad, pero esa rebeldía, esa oposición e incluso hostilidad ya está muy alejada de su fuente; de las heridas primarias de la infancia enterradas en el olvido del subconsciente y cubiertas de potentes defensas.
Se opondrán, encontrarán motivos más o menos racionales, pero el malestar y el dolor quedarán ocultos a menos que procedan a una valerosa exploración interior.

El amor, el abrirse a los demás desde la plenitud exige confianza y entrega (a los demás y a sí mismo). La acción es la aplicación de la vitalidad en la realidad envolvente con el fin de transformarla satisfactoriamente. El conocimiento es la manifestación de la curiosidad, del deseo de obtener entendimiento y comprensión del mundo envolvente. Los tres fenómenos son la expresión trina del impulso vital. La triple cara del pulso de la vida surgiendo desde el centro del organismo humano. En cada impulso figuran estos tres componentes aunque pueda prevalecer uno sobre los otros dos; es imposible que uno de ellos quede excluido del impulso. Es como si se tratara de concebir que en el espacio tridimensional, una de sus tres dimensiones pudiera no darse, ¡imposible! Lo que puede ocurrir y de hecho acontece es que el propio impulso y sus aspectos queden alterados y distorsionados.

La impresión de carencia de amor lleva al deseo de ser merecedor del mismo, a las maniobras para asegurarse la atención y el interés de los demás y la integración de que el esfuerzo por ganarse a la gente; el esfuerzo de ser querido nunca llega a satisfacerse. Que cualquier acción es estéril al asentarse en la desconfianza y uno se cree víctima de los demás. Las dudas e incertidumbres imposibilitan la entrega imponiéndole condiciones que declaran inseguridad.

La sociedad consiste en la mutua interacción de las personas. Todos y cada uno de los componentes de la sociedad adolecen de estas distorsiones en mayor o menor grado configurándose el tipo de relaciones interpersonales y sociales. Cada persona se sitúa socialmente desde su percepción del “yo” dirigiéndose a los demás como “los otros”. Precisa de ellos para satisfacer sus diversas necesidades y aporta, desde su persona a la comunidad, en sus posibilidades. Si esto se quedara así la convivencia y relaciones serían muy fáciles; cada uno aporta sus talentos, destrezas y conocimientos y entre la diversidad se satisfacen todo tipo de necesidades y motivaciones. El bien personal se correspondería con el bien común.

Ya hemos visto que la distorsión en el amor genera desconfianza y dificultad de entrega al sí mismo y a los demás; hace que se tenga hambre de llenar carencias y para ello emerge el narcisismo o importancia personal. Esta necesidad de satisfacer la importancia personal utiliza todos los recursos cognitivos al alcance en la instancia psíquica que denomino “ego” (la imagen que tengo de mí mismo y que muestro en el ámbito social). Desde el “ego” trato de hacerme notar, atraer la atención, interés, admiración, aprecio, etc., de los demás ofreciéndoles a cambio destrezas y cualidades que son en parte reales y en parte fantaseadas o idealizadas; ocultándome o reservándome aquellas características que me censuro o me avergüenzan (la “sombra”). Así no podemos permitirnos permitirnos mostrarnos tal como somos, tan sólo tal como deseamos que nos vean. Las relaciones devienen ficticias con un componente desiderativo al tiempo favorable y desfavorable. La verdad y la autenticidad quedan rotas. Las expectativas van más allá de lo racional pigmentándose de contenido irracional. En esta polaridad quedamos anclados. La misma polaridad que hace milenios impulsó a ciertos individuos a obtener visiones de grandeza y, con la fuerza, empezaron a someter a comunidades bajo su yugo, creando los primeros imperios; anexionando poblaciones y territorios engrandeciendo su poder y forzando la lealtad de los vencidos o aniquilándolos. W. Reich en su magistral obra “la irrupción de la moral sexual coercitiva” muestra como pude gestarse la mentalidad autoritaria patriarcal desde la serena igualdad del linaje matrilineal originario. Actualmente hay aportaciones arqueológicas que ofrecen información al respecto  a través de Marija Gimbutas en el estudio del calcolítico europeo, o la información procedente de la “Civilización del Indo” o la información que nos aporta James Mellaart a propósito de la antiquísima ciudad de Çatal Hüyük en Anatolia con 9.000 años de antigüedad.
Expansión de invasiones patriarcales caucásicas en la antigüedad
Desde que el autoritarismo patriarcal se impuso a partir de sumeria hace como 6.000 años hasta hoy, esa ideología se ha mantenido adecuándose a la sucesión de siglos y milenios sin perder su esencia, compenetrando el substrato de las ideologías y creencias, dando lugar a religiones y los choques entre ellas. Sometiendo a sus habitantes al poder institucional y, en particular, a las mujeres siendo desposeídas de dignidad y propia identidad hasta el día de hoy cuando reivindican su espacio y presencia robada. 

La sensación de poder se inició con la economía del clan y la ubicación económica de la mujer, después prosiguió con la fuerza de las armas en las guerras, momento que los mercaderes y el comercio empezó a reunir capitales con los que se fundía la hegemonía política defendida por ejércitos y la expansión comercial interesada en materias primas y mercados. Los terratenientes y los grandes comerciantes efectuaban préstamos con los que se financiaban linajes de reyes y emperadores con sus campañas de conquistas, para apropiarse de materias primas y monopolizar mercados. Más tarde, en la Edad media, al crearse los estados modernos centralizados con su organización política y urbana empezó a prosperar una clase burguesa-financiera que progresivamente se fue haciendo con el poder financiando sus propios intereses e influyendo en los reinos y políticos con sus inversiones y préstamos.

En la antigüedad los esclavos y siervos contribuían a la economía productiva, después con el surgimiento de tecnologías, con la ilustración y la industrialización se creó una clase proletaria y obrera a la que explotar al tiempo que con sus hijos aportaban soldados a los campos de batalla. Y la mujer en condición de casi servidumbre con el imperativo de ser madres cargaba con lo básico en la familia y la sociedad.

En la actualidad la industria se ha mecanizado prescindiendo de la clase obrera generándose una masa de desempleados de ambos sexos con una imposibilidad real de proporcionarles empleo digno, viéndose cada cual luchando por su suerte y compitiendo con los demás por un empleo precario o el autoempleo casi de subsistencia. Ahora la riqueza es enteramente financiera y continuamente ésta aumenta a causa de la necesidad de préstamos para cubrir las necesidades reales y adquirir la falsa ilusión de seguridad a través de la variante de explotación financiera consistente en toda modalidad de seguros para todo lo imaginable.

¿Cómo vemos ahora el amor? ¿Es entrega y confianza? Todo lo contrario. La gente se siente utilizada y explotada, en soledad, sin apenas redes confiables de relaciones. Sin contacto con su ser y en un estado de estereotipia, banalidad y vacuidad intensa. La tristeza, depresión, ansiedad, angustia y malestar lo inunda todo. La psiquiatría y el tratamiento de las enfermedades mentales y psicosomáticas están en pleno orden del día. Se comercializa todo: calidad del aire, calidad del agua, calidad de alimentos, lugar donde vivir, la educación, la sanidad, incluso la muerte. ¡Todo! ¡Es sorprendente y terrible que se viva con tanta naturalidad!

La acción está sometida a grandes restricciones. Ya no es un impulso espontáneo transformador y creativo; es un medio de descarga motriz y emocional, es un trabajo competitivo que puede desaparecer en cualquier momento, es algo que debe institucionalizarse y canalizarse adecuándose a las líneas y umbrales trazados de forma que no atente al sistema. La acción se convierte, a través de la frustración y el desamor, en odio y hostilidad, en temor y violencia. 

¿Y el conocimiento? Se convierte en consumición de cierto tipo de información calculada y perfilada con fines prácticos de entretenimiento y productividad. Saber y conocer ciertos aspectos inmediatos y utilitarios, destrezas para tratar de sobrevivir y contenerse lo incontenible. Se transforma en control propio y de los demás, lo que nos aproxima a autómatas informados. A los que adquieren sabiduría a través de la vida, a los mayores, se les confina en instituciones geriátricas; la comunicación intergeneracional se imposibilita o dificulta. El conocimiento se convierte en ciencia tecnológica sólo para élites escogidas al dificultarse el acceso a los estudios universitarios a los de clase humilde.

Si la tendencia operante se mantuviera y se asentara volveríamos a una nueva reedición de la Edad media en la que el clero sería lo financiero y los señores feudales los poseedores de la ciencia y tecnología.

Ontoenergéticamente hablando la educación es la consecuencia de la interacción social de amor y conocimiento. Es incentivar y transmitir el conocimiento a través del amor. Ya vemos que la mínima distorsión en el amor tiene consecuencias nefastas y qué decir si se da asimismo distorsiones en el conocimiento. Es por ello que el control de la educación es un muy valioso instrumento del poder y debe servir a sus propósitos. Las políticas educativas y las “tecnologías del poder”  causan desinformación intencionada mientras decretan qué debe considerarse la formación adecuada a los estratos de población.

Ontoenergéticamente la salud es la consecuencia de la interacción social de amor y acción. Volvemos a obtener un cuadro caótico. No puede darse una genuina salud, en todo caso una controlada normalidad en la que el neuroticismo es normativo y la locura mental y orgánica uno de sus extremos. Se considera locura, no sólo los desvaríos psicóticos, sino las desviaciones que cuestionan el control-estatus por su poder desestabilizador del “estatus quo”. Los visionarios e idealistas utópicos están sujetos a alucinaciones y delirios como los psicóticos e igualmente pueden ser peligrosos. El criterio de normalidad como pensamiento único excluye a ambos extremos en lo marginal. La tecnología aplicada a todo hace que la salud se entienda mecánicamente, que consista en adecuarse a unas pautas estadísticas que indican un balance en el organismo, pudiendo intervenirse estabilizándolo y también considerándolo a modo de mecanismo sustituyendo ciertos materiales dañados o defectuosos por otros operativos mediante trasplantes o artificiales como prótesis. El médico ya no es un conocedor de la salud, sino un ilustrado administrador y gestor de síntomas con el fin de concretizar estados patológicos y anómalos y poder adecuarlos a la normalidad artificiosa de la vida social y productiva. Todo profesional de la salud, especialmente los médicos deberían ser, ante todo, sanadores antes que científicos y técnicos. Para poder considerarse sanadores deberían ser humanistas y para serlo eficazmente personas sanas. La gestión y administración de la salud, hoy por hoy, tan tecnificada y mecanizada es convertida en una aplicación de grandes intereses sociopolíticos y mercantiles. Los fármacos ya no son dones amorosos para contribuir a sanar a los aquejados; se convierten en mercancías de gran valor y precio que deben comprarse, sea por medio de las arcas de los estados, o mediante la clínica privada (es decir de pago). El juramento hipocrático es sólo un recurso retórico muerto de significado. El amor queda sustituido por el marketing y bajo la ambición del beneficio económico sólo se invierte e investiga lo que promete beneficios, no en lo necesario. Las políticas sanitarias consisten en administrar partidas presupuestarias moderando los gastos. El enfoque economicista hace que los trabajadores de la sanidad se sientan empleados sujetos a productividad y no tanto humanistas comprometidos con los sufrientes.

Ontoenergéticamente la cultura surge de la interacción social de acción y conocimiento. Ya hemos visto como la acción está sometida a grandes restricciones que bloquean su función creadora y transformadora. Y el conocimiento como forma de control político. La interacción de ambas distorsiones genera una cultura muerta, conservadora, sin vitalidad. No se alienta el que sea creativa, tan sólo reproductiva, revisionista, recapituladora. Se entiende comúnmente cultura como el soporte de la identidad de un colectivo humano y trata de convertirse en tradición secular. La cultura se transforma en una estereotipia repetitiva, en costumbre y hábito. Se aleja de la vitalidad. Es una rama a la que no le alcanza la savia vital. Se marchita y muere. La auténtica cultura  es por su origen puro entusiasmo, manifiesta un sentido existencial común, es inquieta e interactiva, intuitiva y creadora; liderando y generalizando la transformación; impulsando a nuevos horizontes y cuestionando aquello que ya pierde sentido y vigencia. Es, por ello, pura filosofía. La cultura excita el tejido social dándole presencia y poder. Reúne a la población a través de un pasado común, anima a que se enfrenten a los desafíos actuales y universalizan sus logros a todos sus integrantes. Su cualidad principal es el cambio, la evolución, el plantarse ante los horizontes y ver que no son finales, sino meros comienzos. La cultura reúne en sí los frutos de la educación y de la salud de los pobladores que la hacen palpitar. Reúne orgánicamente lo más vital de todos los impulsos y realizaciones colectivas. Es como un gigantesco árbol que hundiendo sus raíces en lo aportado por las generaciones precedentes, crece y se alza desafiante hacia el cielo realizando una expansión, tratando de obtener mayor bien y bienestar; pero siempre alzándose hacia lo desconocido, hacia lo aún no alcanzado. Las ramas muertas caen, pero el árbol crece y crece tratando de alcanzar el sol en lo alto del cielo. Esa meta es la realización del ser humano como comunidad. Incentiva, estimula y plantea retos que excitan la triple pulsión de cada uno de sus individuos, sabe que cuantos más alcancen la auto realización mayor será su poder de imaginar y realizar logros en beneficio de todos sus integrantes.

Démonos cuenta de las distorsiones mencionadas. Consideremos en cómo operan en cada un@ de nosotr@s. Hagámonos responsables de corregirlas en nuestro ser y apoyemos y facilitemos el que los demás las puedan realizar. La transformación es un ejercicio personal que se comparte con los más próximos mientras se piensa en términos globales. La consciencia reside en nuestro self, la manifestación existencial de nuestro Ser. Contactando con nuestro mundo profundo advertimos nuestro significado y sentido de la vida, lo demás son distracciones u obstáculos. No nos engañemos ni nos dejemos engañar. Tengamos en cuenta que hay mucho interés en mantenernos limitados porque así favorecemos a nuestros opresores.



Ernesto Cabeza Salamó     (05-06-2015)

domingo, 17 de mayo de 2015

Una muestra de proceso ontoenergético a través del tiempo.

Una muestra de proceso ontoenergético a través del tiempo.


     Los procesos espontáneos ontoenergéticos están íntimamente relacionados, en la mayoría de casos, con despertares o emergencias espirituales. Otras veces la práctica de disciplinas  energéticas como yoga, tai Chi y otras disciplinas fronterizas entre la espiritualidad, el ocio y la praxis meditativa son desencadenantes. También suele iniciarse durante el transcurso de un proceso psicoterapéutico o tras el mismo al amplificarse la consciencia y el autoconocimiento.

     Lo que voy a exponer es un proceso que se inició como una clara relación psicoterapéutica a través de la técnica bioenergética y que después cambió su curso. Actualmente es una gran amistad.

     A medida que el proceso de análisis bioenergético se producía y se obtenía un significativo incremento de la presencia yoica, con contacto interior (self) y del entorno (alteridad), empezaron a iniciarse aspectos intuitivos y sincrónicos que nos alcanzó a ambos y que se mantuvieron al margen de la relación psicoterapéutica evitando su interferencia...

    Nueve meses duró el proceso psicoterapéutico a razón de un encuentro semanal por general. La paciente (Ch...) decía que fue una gestación en la que crecía un nuevo ser en su interior. Haciendo metáfora con el sentirse en transformación.

     Concluido este proceso, la relación se mantuvo como amistad y en este marco, ya igualitario, aconteció el devenir que presento, y que me permitió adentrarme en la exploración de lo que llamo Ontoenergética, siendo un ejemplo inicial de la misma.

      El franco y fluido afecto nos reunía ocasionalmente, menos de lo que como amigos deseábamos. En los encuentros hablábamos de nuestras vivencias, de nuestras relaciones, de nuestros proyectos, de nuestros eventos familiares, a más del estado del mundo y su evolución.
       Una de esas veces, en entrañable conversación me dijo que había escrito alguna poesía, sueños y reflexiones desde cuando hacía terapia siguiendo mis sugerencias y que le apetecía compartirlas conmigo. Por supuesto que complacido acepté.


      Fue el leerlas, cuando se produjeron cambios en ambos que nos llevó a explorar aspectos insospechados hasta el momento conduciéndonos en un viaje a través del tiempo y el espacio, explorando el misterio.


Relación atemporal.


Más allá del deseo.
Más allá de la vida y la muerte.
No sé si te conocí ayer,
o hace mil años.
Tal es el sentimiento
que cuando miro tus ojos,
ya no estamos,
Flotamos en el universo.
Somos una esencia,
 somos agua.
Energía pura, indescriptible.
Y me pregunto
si nos hemos conocido en otras vidas.
Este es mi sentimiento.

Ch.Q.



UN SUEÑO.      Al poco de conocernos.




          Somos novios y vamos a casa de tu abuela, tú siempre, desde pequeño has vivido con ella.

          Tu abuela vive en una casita pequeña, al estilo de los pueblecitos antiguos.

           Llegamos y me presentas. Tu abuela me saluda muy amablemente.
           Le dices a tu abuela que hemos venido porque tienes que recoger un sueter. Subes las escaleras para ir a tu habitación a por él.

            Yo te miro como vassubiendo. En el momento que te dejo de ver me giro y tu abuela se va transformando en lobo. Deja de ser amable y con voz firme y clara me dice : - Si le haces daño a mi nieto lo sentirás, lo quiero muchísimo y es muy bueno.

             Bajas tú con el sueter y tu abuela sevuelve a transformar en persona y muy amablemente se despide de mí y a ti te da un beso.

             No te digo nada, pero salgo de allí muerta de miedo.


      El sentimiento de mutuo conocimiento y de total confianza y respeto siempre se había dado desde el primer contacto hace muchos años cuando hacíamos actividades culturales en la Cooperativo Colomenca, en Singuerlín. Allí donde se inició la primera práctica de grupo de “Crecimiento personal”.  Esta certeza me intrigó, pero lo racionalicé con su vital entusiasmo y activismo social, su franca extroversión y la simpatía... Esta poesía procede de esta época y se prolongó tiempo después con el inicio de la relación psicoterapéutica. Ella lo mantuvo en su privacía y hasta quizá la olvidó.

     El primer sueño también aconteció en ese periodo, anterior al proceso terapéutico. En esa época, mi familia se mudó a alicante y en la vivienda familiar viví con mi abuela materna cuando a ésta le anunciaron que el piso donde residía iba a ser ocupado por familia del arrendador. Entonces se vino a vivir conmigo. El trasunto del sueño tiene que ver con esta situación.


UN SUEÑO.      Al poco de conocernos.


          Somos novios y vamos a casa de tu abuela, tú siempre, desde pequeño has vivido con ella.

          Tu abuela vive en una casita pequeña, al estilo de los pueblecitos antiguos.

           Llegamos y me presentas. Tu abuela me saluda muy amablemente.
           Le dices a tu abuela que hemos venido porque tienes que recoger un sueter. Subes las escaleras para ir a tu habitación a por él.

            Yo te miro como vassubiendo. En el momento que te dejo de ver me giro y tu abuela se va transformando en lobo. Deja de ser amable y con voz firme y clara me dice : - Si le haces daño a mi nieto lo sentirás, lo quiero muchísimo y es muy bueno.

             Bajas tú con el sueter y tu abuela sevuelve a transformar en persona y muy amablemente se despide de mí y a ti te da un beso.

             No te digo nada, pero salgo de allí muerta de miedo.



Ch. Q.


      El acontecimiento de conocimiento entre mi abuela y ella no se había dado y tampoco nunca se dio, Ch. vive en Sta. Coloma y mi abuela en Barcelona. Tanto ella como yo ya vivíamos en pareja y ella había dado a luz a su primera hija. Mucho tiempo después sí conversamos sobre esos sentimientos si podían considerarse enamoramiento. La respuesta fue que no se trataba de ello, pero sí había amor entre nosotros. El enamoramiento se había dado con nuestras respectivas parejas, no entre nosotros; por ello este sentir no se entrometió ni perturbó nuestras familias. Evidentemente hay cierto material de índole personal en este sueño escrito que más adelante se trabajó en el marco de la psicoterapia.


      Sucedió una época de distancia y nos volvimos a encontrar cuando me sugirió hacer psicoterapia. Nada destacable aconteció durante esos nueve meses a no ser de índole psicoterapéutico hasta que se acordó concluir el proceso. Tras el mismo de vez en cuando nos veíamos generándose una relación de amistad que, en esta fase, duró varios años. Entonces es cuando me pasó estos escritos formando parte del material de nuestras conversaciones, de nuestras exploraciones.

     En el 2º sueño y el comentario que le añade centró el tema definitivamente. Era algo que de alguna manera se tenía que explorar y encontrarle respuestas, no meramente hipótesis y especulaciones. Teníamos que abordarlo de forma experiencial y vivencial, pero no sabíamos como.

2º SUEÑO.         

          Estamos tú y yo. No hay nada a nuestro alrededor, ni paisaje, ni muebles, ni paredes, nada.
          Sólo algo maravilloso que nos envuelve, pero etéreo (algo indefinido).
          Nos acercamos muy lentamente el uno al otro, como en cámara lenta.
          Se ven nuestros rostros, y en ellos hay ternura, amor, dulzura, algo cósmico.
          No paramos de mirarnos a los ojos, estamos extasiados de poder volvernos a encontrar. Somos algo especial el uno para el otro; sentimos que nuestros cuerpos son energía llena de todos estos sentimientos.
          Se van acercando nuestros rostros y nuestras miradas lo dicen todo, lo entienden todo.
           Vamos alargando una mano cada uno en dirección al otro, sin prisas, muy, muy despacio.
            Como con miedo y, a la vez, pasión muy serena de sentir todo lo que sentimos en ese momento.
            ¡Es algo maravilloso!
            Casi podríamos llorar de emoción por lo que sentimos.
            Nuestras manos se van aproximando.
            Cada vez hay más amor en nuestras miradas, en nuestros rostros.
            Más energía.
            Cuando ya casi llego a acariciarte el rostro y tú a mí; te vas alejando, como si esa misma energía te llevara para atrás.
            No lloro, pero mi corazón se rompe, se desgarra, todo mi cuerpo se muere.
            Desapareces aunque tú también sientes lo mismo que yo. Lo veo en tus ojos.

            Me quedo destrozada, pienso que otra vez no puede volver a pasar lo mismo, que esta vez te he tenido tan cerca, que casi he podido tocarte
            ¿Por qué me tiene que pasar a mí, a nosotros, en esta vida también? ¿Cuándo podremos estar otra vez juntos?
             Y esto miémonos ha pasado en otras vidas y no lo entiendo.


Comentario personal:

            El sentimiento que me deja este sueño dentro del mismo sueño es desgarrador; lloro amargamente por tu pérdida. Ya que estos sentimientos sólo los tengo contigo a ese nivel cósmico.
            Me sumen en una lánguida pena.
            Para esto hubiera preferido no haberte visto, ni tenerte tan cerca. Es el destino.
           Estos dos sueños son muy diferentes pero están ahí.
           Tú mismo. Ya está. Ahí va eso.
           En una ocasión me dijiste que escribiera y nunca me he decidido. Ahora que lo he hecho no sé si te lo daré para que lo leas o lo romperé. Pero de momento aquí estoy escribiéndote y he empezado por lo que más miedo me da, y a la vez siempre he deseado hablar contigo.
          ¿Cuáles son los sentimientos que me unen a ti de esta manera?
         No quiero al psicólogo. Esto se lo explico al amigo muy especial, que es lo que eres para mí.
         He leído muchos libros de muchos contenidos y más de una vez, sin venir al caso, te he visto reflejado en ellos.
         En algún comentario, en alguna historia, como si eso lo hubiera vivido ya antes.
         Muchas veces he tenido ganas de preguntarte: ¿De qué nos hemos conocido, cuándo, cómo y qué hemos sido el uno para el otro?
         Siempre te lo he querido preguntar, pero nunca me he atrevido.
         Eres mi alma gemela.
         Mi maestro.
         Una pasión que está destinada a no encontrarse nunca después de muchas vidas.
         Me dirás ¡qué tontería! O no me entenderás, pero cuando me han pasado en ciertas ocasiones cosas respecto a ti, he sentido como un “deja va” muy fuerte. Me gustaría pensar que es algo platónico, pero no es cierto. Pongo los pies en el suelo y serenamente pienso en todo esto.
          En una ocasión que fui a verte, nos sentamos en el suelo del comedor de la consulta. Hablábamos, no me hubiera cansado de escucharte, de mirarte. Estábamos uno frente al otro. Conforme transcurría el tiempo sentí que tú y yo éramos energía, de otro tiempo y otro lugar. Pensé por un momento que podríamos levitar si uniéramos nuestras manos y realmente ser uno en el universo. Sentía que no éramos dos personas ahí sentadas. Sentí que éramos una sola y única energía. Fue muy fuerte para mí. En ese momento te hubiera preguntado dulcemente: ¿Dónde nos conocimos? ¿Qué somos realmente? Pero no me atreví, y no te lo dije mientras estuvimos así hablando; durante todo ese tiempo ocurría esto que te explico. Algún día hablaremos de todo esto; aunque no sé si estaré preparada.

          No pienses que siento algo físico por ti, no pretendo ligarte, ni cosas por el estilo. No son tonterías de esas. Además no cal que te lo diga, tú ya me conoces. Si pensara que es algo sexual, descartaría todo y punto, ni siquiera te escribiría.

         Mi sentimiento va más allá de la pareja, o del sexo. Es algo mucho más fuerte. Ni el mejor orgasmo de cualquiera se podría comparar con mis sentimientos hacia ti.
         A veces hablo de ti, y te describo como un amigo muy especial, pero no explico más, ya que podrían interpretar de dos maneras, o mejor dicho, du una sola porque, de la primera, si no les ha pasado nunca, no podrían ni imaginárselo. Y no saben lo que se pierden.
          De la segunda podrían pensar que soy una ninfómana hambrienta de sexo que está colada por un psicólogo. Y me resultaría muy difícil que entendieran que no es así, si no han sentido antes lo rimero.
         Todo esto te lo digo, no pienses que me ha pasado en un momento de bajada de moral. Todo lo contrario. Me ha pasado cuando he estado serena y he podido sentirme yo. No es algo que se provoca; es algo que surge cuando menos lo espero y me refuerza lo que ahora te estoy diciendo.
        Aunque hace tiempo que no nos vemos, sé que estás ahí y que formas parte muy especial de mi existencia.
         No me preguntes por qué, ya que ni yo misma te sabría contestar a eso.
         Sólo puedo hablar de sentimientos. Muchas veces me gustaría ir a esos especialistas que te hacen una regresión o gente de ese mundillo, para que me explicara, y así poder entender el porqué de todo esto.

         Bueno, por hoy es suficiente. Todos mis sentimientos y mis dudas están aquí. Ahí va eso. En alguna ocasión hablaremos serenamente de todo.

         Mi cariño para ti.    Ch.



       En un encuentro me participó que había conocido a un hipnólogo (Arnó) y que había hecho una regresión a una vida pasada en la que descubrió de dónde le procede la afonía crónica que padece desde siempre. La misma estaba registrada en cinta de grabar. La escuché haciéndome pensar intensamente sobre el tema de la reencarnación como algo muy real y de la aplicación de la hipnosis como medio de exploración. Le conduje a trances hipnóticos, era una excelente sujeta para hipnosis. Aparecieron materiales muy interesantes relacionados con existencias, pero no tenían que ver con lo nuestro. También  practicábamos la autohipnosis como medio de autoexploración en este sentido.
     Un día me dijo que ya sabía qué era lo que nos enlazaba desde otra vida, pero que no iba a contármelo, porque quería que antes yo diera con ello por mí mismo. ¡Qué desafío! Efectivamente, con el claro propósito, y contando con la oportunidad en una sesión de autohipnosis contacté con esa vida.  Era en una zona boscosa de tipo taiga en América del Norte, ambos éramos una reciente pareja indígena en una relación amorosa de gran intensidad. Un gran amor nos unía viviendo en que sin duda denominaríamos felicidad. Entonces estalló una guerra entre tribus tradicionalmente rivales  y en una contienda en el bosque perdí la vida en batalla. Heridas de flecha me quitaron la vida. Sabía que también se había arruinado su vida. Mas dolor causó el perderla que el propio hecho de morir.
     Cuando le relaté lo descubierto, ella me contó su parte. Ella precisó que era por bosques que le sugerían el Canadá por el año 1400. Efectivamente éramos una pareja muy enamorada, con un fuerte amos, aún sin hijos y la guerra inter tribal desencadenó la tragedia. Me contó que tal fue su dolor cuando supo de mi muerte que renunció a la vida y en pocos meses se consumió hasta la muerte. Sin su amado la vida había perdido su sentido.
       Con esta constatación adquieren pleno sentido los escritos antes expuestos. Un gozoso alivio nos reunió. Nos dimos cuenta que nuestro sentir amoroso tenía raíces cármicas y se ligaban a una vida traumática que nos salpicaba en nuestro encuentro actual. Saberlo y compartirlo posibilitó asentar la relación de amistad firmemente y la intensidad del sentimiento disminuyó con la comprensión. El capítulo se había cerrado, el pasado remoto dejó de enturbiar nuestras vidas. Ahora éramos dos personalidades diferentes, apreciándonos, pero con vidas enteramente diferentes. La historia de amor truncado era pasado y ya no se entrometía con nuestras personalidades y circunstancias actuales.

     Tanto ella como yo, descubrimos que otras historias también acontecían relacionadas con otras personas de nuestras vidas vinculadas a otras épocas. Muchas veces hemos hablado de ello maravillándonos del sabor  del Misterio.           




Ernesto  Cabeza Salamó


miércoles, 11 de febrero de 2015

Consideraciones ontoenergéticas acerca de la expresión de emociones y sentimientos dolorosos.

Consideraciones ontoenergéticas acerca de la expresión de emociones y sentimientos dolorosos (negativos).


     Las emociones son movimientos de energía viva en el organismo. ¿Puede haberlas buenas y malas? ¿Qué es una emoción buena y qué una emoción mala? Vemos que se trata de una interpretación moral sobre el flujo de la vida. ¿A qué llamamos emoción buena o positiva? ¿A qué llamamos emoción mala o negativa?

     Interpretamos como buena y positiva aquella que resulta benéfica para uno mismo y para los demás. Negativa o mala aquella que resulta nociva o peligrosa tanto para uno mismo como para los demás.
     Si especulamos en esta dirección nos adentramos más y más en el mundo de las opiniones y creencias, no de la propia naturaleza de la vida.

    Observando la manifestación de la vida vemos que una organización vital debe, fundamental y necesariamente, responder adecuadamente a las circunstancias y fenómenos que constituyen su ambiente, considerando que su evolución y desarrollo está sistémicamente ligado con su entorno, del que extrae energía y al que transfiere energía de múltiples modos. Sin un contexto sistémico no puede manifestarse un organismo vivo. El organismo vivo forma parte del sistema estando interconectado íntimamente con el mismo. Está constitucionalmente adecuado y adaptado a responder a los estímulos y condiciones del sistema al que está vinculado como una célula lo está al resto de las mismas que configura un organismo complejo pluricelular.
    Hay estímulos que acentúan su vibración y lo expanden, otros que resultan neutros o indiferentes y los hay, también, que bloquean la vibración y obligan a la contracción. Toda expansión es vivida como placer y toda contracción como displacer. El organismo vivo “ama” lo que produce placer y “teme” aquello que le produce malestar o dolor.
     Así vemos que tanto lo expansivo como lo contractivo forma parte del repertorio adaptativo sistémico. No son buenas ni malas y no tienen ningún aspecto moral.
     Su objetivo es contribuir a la continuidad de la vida tanto en el aspecto ontogenético como filogenético.

En los organismos complejos y sofisticados este “programa” de respuestas vitales deviene en consciencia propia, aparece un darse cuenta ligado al desarrollo de las áreas corticales de asociación e integración de información. Pero la consciencia no se localiza en ninguna parte concreta del cerebro; antes bien, parece que utiliza el cerebro como medio de concreción en el mundo orgánico. La consciencia se despliega por todo el cuerpo creando la noción del Yo y lo enfrenta al No-Yo, es decir, lo externo a mi organismo. A partir de ahí se categoriza y define tanto el Yo como el No-Yo configurándose la mente, a la que nosotros simplemente denominamos ego para diferenciarla claramente del Yo.
     El Yo, como expresión de la consciencia del propio organismo y acto de vivir, no cuenta con condicionamientos morales; pero si hay un sentir de armonía con el entorno o de conflicto con el mismo; al primero se tiende, al segundo trata de evitar. Lo que atrae por placentero produce un efecto expansivo y el organismo como Yo tiende a acudir  a él para tomar contacto, fundirse o incorporarlo asimilándolo; a ello llamamos afectividad, atracción, deseo, estimación y amor. En el otro caso, el Yo lo percibe como amenazante a su bienestar e integridad y producirá una respuesta de autoprotección consistente en tratar de evitarlo, distanciarse o, en caso de que esta maniobra no sea posible, el enfrentarlo para neutralizarlo; el temor sirve a la primera alternativa y la lucha a la última. Estas estrategias de proteger la propia existencia están al servicio del bien supremo que es mantener la vida y defenderla de riesgos y amenazas. No tiene, por ello, nada de negativo o maldad. El organismo precisa evitar situaciones peligrosas o enfrentarlas para cumplir con el objetivo de seguir viviendo. El darse cuenta de ello es función de la consciencia. El obtener valoraciones e interpretaciones es función de la mente y del ego.
    Darse cuenta de las emociones y sentimientos que el organismo produce en su función defensiva no atenta ninguna ley natural como tampoco la atenta cualquier emoción o sentimiento afectivo. Sí es cierto que la química de las reacciones de temor y lucha produce un estado tóxico en el propio organismo. Las descargas de adrenalina y corticoides deben ser metabolizadas rápidamente una vez cumplida su función de protección del organismo; si estas sustancias permanecen sin ser eliminadas, el organismo se intoxica como cuando alguien vive en estado de temor, angustia o estrés permanentemente. Ello nos indica que su función protectora y defensiva es situacional y transitoria y nunca permanente. El estado al que tiende el organismo y que desea como permanente es que le proporciones placer y bienestar.

¿Nos consideramos victimas...?
     Sin embargo en las personas constatamos multitud de emociones y sentimientos ligados con el aspecto “defensivo” o “agresor” que se separan y difieren del aspecto auto protector-defensivo; entre ellas tenemos la ira, el resentimiento, el rencor, el odia, la rabia; y otras complejas como culpabilidad, ansiedad, depresión, etc. ¿De dónde proceden estas emociones? La respuesta es: “proceden de nuestra mente”. De si nos situamos en la vida como víctimas o agresores; de si interpretamos la vida como algo amenazante o contrario al propio bienestar. Se trata de interpretaciones con sus valoraciones y las creencias que ocasionan. Aquí surge el criterio moral, lo malo opuesto a lo bueno. La pugna entre ambos principios morales y su dramatización colectiva como un cuerpo doctrinal religioso.
    Dentro del pensamiento religioso, aunque se le denomine espiritual, se dice que los sentimientos y emociones negativas van en contra de la evolución espiritual. ¿Desde cuándo la genuina espiritualidad va en contra de la propia expresión de la vida? ¡Nunca! Una y otra es la misma expresión energética en el ámbito tridimensional o multidimensional. Una incomodidad, un enojo, una reacción de temor no contrarían la espiritualidad; en todo caso la interrumpen momentáneamente mientras el riesgo o peligro se manifiesta. La experiencia iluminada, el éxtasis, es una expansión de la consciencia trascendiendo lo tridimensional que aparece como placer, felicidad y armonía.
Neuropéptidos
     Lo que interfiere en la evolución o apertura trascendente es todo aquello que nos ata a situaciones, se manifiesta como apego o crea dependencia. Vivir en angustia, temor, ansiedad, depresión y miedo es una atadura, es un apego a una concepción victimista e impotente de uno mismo; es creerse una interpretación del sentido de la vida en lucha con la propia vida y genera un cuerpo de creencias que tratan de darle explicación y significado. En el ámbito bioquímico el hipotálamo se acostumbra a producir una determinada modalidad de neuropéptidos que estimulan todas las celular corporales produciendo en ellas receptores específicos, tanto más cuanto menor sea la variedad de estados emocionales-afectivos del individuo. Así se crea una adicción o dependencia a ciertas modalidades de emociones. Ello sí constituye un auténtico bloqueo y genera  imposibilidad de evolución existencial y transpersonal.
    Para enfrentar este aspecto es por lo que se dice que las emociones negativas imposibilitan o detienen el progreso espiritual y trascendente, pero para que se cree esta situación es necesario que el sentido del Yo se haya rendido o supeditado al imperio del ego y su importancia personal en un esfuerzo por centrar el interés propio y de los demás en uno mismo. El origen del ego es algo que no voy a exponer ahora; ya lo he tratado en anteriores escritos en diversos ámbitos y aspectos.

     Contactar con una emoción yoica de autodefensa y autoprotección y el manifestarla libremente, contando con cuantos condicionamientos puede haber en concordancia con las costumbres y leyes de una comunidad, es saludable y liberador. Permite poder acceder al estado de  armonía tras liberar la tensión de la contracción y restaurar las condiciones nuevamente favorables para el propio bienestar. Llorar tras un susto o amenaza permite liberar la contracción y expandirse re-armonizándose con el ambiente; a menos que se interprete a éste como una amenaza sistematizada. Y ello sería elegir vivir en medio de un veneno. Sólo una cultura basada en postulados egóticos y egoístas puede crear una condición de negación de respeto a la dignidad y bienestar de los semejantes. En tal caso es imperativo el transformarla para restaurar el contexto armónico de dignidad y respeto compartido. En tal sentido el propio contexto cultural contrario a la vida presentará exigencias para gestionar y controlar la presencia de emociones.
     Si la cultura manifiesta una estructura contraria a la vida, siendo tóxica, presentará exigencias para gestionar y controlar las propias emociones de forma que tanto las expansivas como las contractivas sean condicionadas. Pues tanto unas como otras constituirían una amenaza a la cultura. Las expansivas a favor de la consciencia y la dignidad evocarían la emancipación y el derecho a la libertad y dignidad; la negativas, la angustia, el temor, la ansiedad, rebeldía, frustración, violencia, etc., precisarían de represión. Y la represión es siempre una violencia contra el derecho y libertad. Esta función represiva exige un cuerpo doctrinario de reglas y normas y sus correspondientes sanciones. La finalidad es que sus miembros incorporen estas reglas y normas y se controlen a sí mismos en adaptación al entorno. Desde este esfuerzo en dominar y controlar las propias reacciones emocionales contrarias a la armonía y paz se entiende la importancia de la represión personal, el tratar de vencer y arrinconar los sentimientos y emociones no deseables en las zonas marginales y oscuras de nuestro subconsciente, en aquello que denominamos la “Sombra”, la zona oscura de nuestro ser. La  represión directa exige mucho esfuerzo, una especie de ascesis emocional y el temor al retorno de lo reprimido que es muy probable; por ello hay que generar estrategias que produzcan el mismo efecto disminuyendo riesgos. El afirmarse que ya no se trata de auto represión sino de sublimación es una de estas estrategias. Hay que decir que la sana sublimación siempre cuenta con el sentido yoico; siendo aceptación afectiva y la transformación en algo creativo igualmente expansivo y, por ello, como dije antes, algo de tipo ajeno a lo moral, pero en armonía con la ética y dignidad personal.
     La estrategia consiste en condicionar el pensamiento con la información de que una afirmación “positiva” empaqueta la emoción negativa y la transforma en positiva. Ello muestra la presencia de una creencia condicionante en donde esta creencia adquiere un poder de tipo mágico. Aquí vemos nuevamente que los dictados morales, presentados de otro modo, pretenden convencer de que se sublima en vez de reprimir, cuando lo que acontece es que se oculta la represión sutilmente tras un contenido mental de “índole moral positivo”. El esfuerzo por crear e incrementar la energía del pensamiento o formulación positiva requiere una aportación energética acorde con la magnitud de la creencia. Se trata de una cuestión de fe. Si resulta bien, la creencia se asienta; si fracasa, el sujeto tiene el añadido de culpabilidad por no poder/saber realizarlo y siembra una nueva duda sobre su identidad afianzando su inseguridad. Culpabilidad, duda e inseguridad ante la cual el sujeto puede presentar una defensa de negación lo que ocasionará mayor rigidez acrecentándose la coraza caracterial. Es frecuente que esta defensa reactiva adquiera aspectos de tipo obsesivo-compulsivo.

     El término sublimación procede de la asimilación de dos palabras. Una procedente del ámbito de la química ,sublimación, que es el paso de un material de estado denso al estado gaseoso sin mediar por el estado líquido; y por otra parte del término sublime, que procedente del arte tiene como significado un estado de belleza superlativo, de grandeza y elevación. S. Freud lo acuñó refiriéndose especialmente a las pulsiones sexuales, aunque parece que también lo extrapoló a pulsiones agresivas.
     Con ello se pone de manifiesto que la sublimación, lejos de ser un fenómeno común, tiene que ver con algo excepcional. Convertir lo común en sublime, lo corriente en extraordinario, lo denso en gaseoso. No se logra por un común condicionamiento positivo, ni tampoco por un acto voluntario común.
      Transformar un impulso sexual en arte o un impulso hostil en amoroso no es tarea fácil y automática; precisa mucha elaboración y especialmente la presencia de consciencia y no simple deseo y voluntad mental. Los contenidos mentales no tienen nada de originalidad, tan sólo de imaginería. La creatividad es mucho más que la asociación de imágenes e ideas. Y la sublimación es puro arte.

     Tomando en consideración el paradigma ontoenergético, vemos que sólo la atención enfocada en niveles de consciencia dimensionales es capaz de convertir o transformar un fenómeno energético en una creación. La consciencia y su energía, la atención, pueden interactuar en la estructura espacio-tiempo (Lattice) a través de la activación del campo neural cuando manifiesta un algoritmo de gran integración. El salto de la consciencia en la sublimación es un salto cuántico, no un hecho mecánico o desiderativo. La mente tan sólo procesa y asocia información, los significados existenciales le son ajenos. Los significados existenciales tienen que ver con la experiencia de vivir e incumben a los procesos yoicos energéticos y con el contacto con procesos de consciencia de tipo no ordinario cuya manifestación se ubica en el subconsciente, no el propio de la sombra, sino del ámbito multidimensional en el que el posicionamiento del observador o testigo es algo determinante.
     Para sublimar el campo vibratorio neural tiene que asumir un alto grado de integración y armonía inter hemisférica, debido a esta alta integración algorítmica, la consciencia y la atención conducen esta energía a un salto dimensional produciendo otro campo neural algorítmico que aporta nuevo significado existencial o, dicho de otro modo, una nueva consciencia de darse cuenta, una nueva mentalidad, la mera manifestación de una experiencia pico, de una iluminación o satori. Sólo un salto de un nivel de consciencia a otro más íntegro y sinérgico puede posibilitar la autentica sublimación.

     La pseudo conversión de una emoción negativa a una de tipo positivo es una mera maniobra de prestidigitación que intenta colocar una represión camuflada en la categoría de sublimación.

     Las emociones, los sentimientos, los valores dicotomizados tal y como los maneja la mente no pueden sublimarse si no se supera el ámbito de la propia mente. Sólo situándose en la posición del testigo u observador se puede tener acceso a la creatividad trascendente.
    Del mismo modo aquello que se dice y piensa en consciencia ordinaria no tiene efecto relevante en los acontecimientos externos a menos que le acompañe un estado emocional marcado o existencial. Lo que se hace, piensa y dice en un contexto de rutinariedad no tiene raíces profundas y su marco de influencia es mínimo, pues carece de cualquier poder. En relación con uno mismo sí debe considerarse con mayor atención. Cualquier expresión que se refiera a uno mismo o se piense de sí mismo tiene una repercusión en los procesos internos. Puede reforzar o disminuir aspectos de nuestra autoimagen, pueden resultar contradictorios generando confusión y duda, y pueden dañar nuestra identidad, en especial si van unidos a la conjugación del verbo ser, que se refiere a nuestra esencia personal. Todo aquello que se afirma genera un compromiso yoico y existencial y con mayor poder cuanto más existencial resulte. Todos sabemos el poder que tienen los acuerdos y promesas formulados en estados de agitación o crisis psico-afectivas y existenciales, y que siguen operantes más allá de la situación coyuntural, aún en el caso de que se olviden. Tal hecho ha creado una distorsión en la Lattice, esta distorsión literalmente ha sido creada como forma mental existiendo independientemente de su creador, pero estando en relación e influyéndolo. De allí la necesidad imperiosa de la integridad, de la impecabilidad; de que aquello que se siente, piensa, dice y actúe esté en congruencia.

     El tema de expresar corrientes emotivas que resultan de heridas yoicas es una forma de liberarlas, su objeto no es diferente del reconocer el dolor de una lesión física. El reconocer que duele, que sangra, etc., no agrava su estado; antes bien, lo alivia; siendo el primer paso hacia la curación. Sentir dolor emocional, tristeza, pena, enojo, lástima, etc., constituye la constatación de la toma de consciencia y supone el intento de tratar de regresar a las condiciones existentes antes del siniestro o trauma. Es la señal de alarma o la luz ámbar de atención, de que debemos ocuparnos más intensamente de nuestra situación actual. Ignorarlo es una irresponsabilidad que puede resultar peligrosa para nuestra propia salud personal y relacional. La libre expresión emotiva es un desahogo con la liberación de la energía asociada a la contracción debida al acontecimiento, sea cual fuera su índole. A la consciencia del acontecimiento debe seguirle una relajación o expansión vital que asegura la puesta en marcha del proceso de auto recuperación. Proceso de regeneración que resulta dificultado e incluso bloqueado si los tejidos y órganos permanecen rígidos y contraídos, en estado de shock. Otra cosa es convertir el acontecimiento traumático en algo de tipo personal otorgándole una interpretación o significado egótico. Se pone en marcha entonces el conjunto de creencias a las que estamos apegados como la de considerarnos  unas víctimas, unos desgraciados, gafados, etc. Estas interpretaciones y juicios sí son dañinos como ya he dicho antes, pero son de índole mental y tienen que ver con nuestro narcisismo o importancia personal.

     En psicoterapia aliento el contactar y darse cuenta de los acontecimientos deplorables, dolorosos, traumáticos, etc., de nuestra historia personal puesto que de ellos se originan interpretaciones de nuestra personalidad e identidad. Son heridas que permanecen cautivas en los substratos de la consciencia, ocultos por defensas que evitan que nuestro “darse cuenta” no las pueda alcanzar para evitar dolor. Una herida de cualquier índole oculta a la consciencia permanece abierta y doliente hasta que se produzca una acción efectiva de reconocimiento, atención y tratamiento para que pueda sanar; en su defecto sigue sangrando e incluso puede empeorar e infectarse.
     Las heridas pendientes de sanar de épocas y etapas pasadas, pudiendo ser muy antiguas, responden del mismo modo. Debe contactarse con ellas en consciencia, liberar su energía contractiva-emocional ligada, exteriorizarla como una expansión vital para que se facilite la autoregeneración. El que se tema su dolor o circunstancia causante es irrelevante. Hay que presentivizarla y revivirla apoyando que a la contracción de dolor le siga una expansión emocional y así pueda sanar y convertirse en una fuente de conocimiento aunque nos informe de aspectos y hechos que no nos gusten considerar o admitir.

    Todo ello apoya la consideración de que acontecimientos, lesiones y relaciones fallidas nos tratan de comunicar estados personales incongruentes con nuestra integridad personal. Representan conflictos en nosotros mismos y con el entorno que nos debilitan, nos hacen vulnerables o nos enferman, en caso de no resolverlos. El principio de su resolución pasa por saber de ellos, aceptarlos aunque no nos gusten e incluso repulsen; luego tomar consciencia de su significado (lo que expresa nuestro estado en este momento o situación) y considerar francamente si el camino que recorremos precisa de modificaciones a fin de que se ajuste a nuestro sentido existencial, a nuestra “Verdad profunda”. Recorrer este proceso no tiene nada de negativo. Es, sin duda, un gran recurso en el trayecto de crecer como seres humanos y auto-realizarnos.



Barcelona 10 de Febrero de 2015.

Ernesto Cabeza Salamó