Entradas populares

sábado, 2 de enero de 2016

Proceso elaborativo de meditación ¿Quién soy Yo?


 Proceso elaborativo de meditación ¿Quién soy Yo?

A partir de la meditación del 30 de Diciembre de 2015 hasta 1 de Enero del 2016.


Durante el mes de diciembre se ha realizado en Cepsi la versión ontoenergética de la meditación ¿Quién soy yo? de Ramana Maharshi. Este es el relato de lo experimentado durante esta última sesión y los tres días siguientes mientras se producía la entrada en el Año Nuevo.


¿Quién soy yo?
Pregunta repetidamente formulada, no aceptando las respuestas de la mente.
La mente como receptora y elaboradora de información está alejada del Ser. Todas sus respuestas proceden de fuera, de interpretaciones, de creencias, de acuerdos… Todo eso que no soy yo. Es lo que el mundo familiar, social y cultural ha escrito e mí.
Testifico, observo sus contenidos, por ello sé que no es; tan sólo lo que tengo. Y lo que tengo y poseo no puede manifestar el Ser. Lo observado es algo objetual, no esencial. El observador, la consciencia, libre de cualquier interpretación está muy próxima al ser, quizá lo sea.

Ahí estoy, en la oscuridad del abismo, tratando de contemplar la nada, el vacío. Asaltan pensamientos, impresiones, hechos insustanciales, triviales, monótonos y sorprendentes. Son como moscas molestas tratando de posarse en mí y distraer mi propósito. Me doy cuenta de ello y entonces desaparecen momentáneamente permitiéndome mirar en la vacía oscuridad de la nada. Y allí, al poco aparece un destello de luz, cual estrella o sol radiante. ¡Soy luz! ¡Soy armonía! Me digo. Entonces alrededor de este sol de luz surge una membrana que lo envuelve convirtiéndolo en una esfera. Sus destellos de luz apenas asoman de esa membrana. No es un caparazón, es una membrana, una piel que la envuelve.
¿Qué es? ¿De qué se trata? Disipo nuevamente las moscas que acuden a molestar la contemplación. Nuevamente desaparecen…
Surge una impresión que no me gusta; pero debo aceptarla, debo tomar contacto con ella aunque me disguste…

Tomando cuerpo, veo que se trata de “Horror”. Esta membrana está compuesta de horror. Es horror. Desde ella percibo el mundo. Percibo a gentes objeto de persecución, a gentes sufrientes por causas propias y ajenas. Veo a niños adiestrándose para matar y odiar a los otros, veo a mujeres y niñ@s ahogándose en el mar mientras tratan de alcanzar Europa. Veo incomprensión, competividad, avaricia, soberbia; veo egoísmo, rencor; veo resentimiento, envidias, celos… Veo temor a los diferentes…  Les veo endurecerse y sentir maldad. Veo que son muchedumbre quienes con sus acciones y vivencias me causan el horror.
Trato de ver cómo es su luz. Hay luminosidad apagada, gris… Sus  membranas son corazas. En ellos veo temor, miedo, angustia, ansiedad… Se protegen con ella y desde allí, desde el otro lado, el exterior de la coraza, aparece la ira, la cólera, el odio, dando lugar a la violencia como forma de defesa, atacando en vez de confiar.
En un mundo de asustad@s y resentid@s no puede producirse luz, no puede abrirse el corazón… Y ese corazón cerrado, protegido, insensibilizado, hace posible las decisiones y acciones que causan mi horror.

Deseo ir más allá, deseo e intento adentrarme más e mi luz, tratando de hallar cómo deshacerme de la molesta membrana, pero sin éxito… Ta sólo aparecen escenas ligadas con lo que causa el horror.
De nada sirve reprimirlas, no puedo sublimarlas. Quiero sentir la luz radiante, no la confinada dentro de la membrana. No puedo ir más allá…
Concluyo el tiempo de meditación; me quedo con la desagradable sensación de bloqueo, de insatisfacción por el sentimiento de horror, que persiste más allá de la meditación.

Lo comparto con los demás participantes. Me sorprende el que consideren que mi experiencia es interesante. Esto fue el miércoles 30 por la tarde-noche.

Durante el jueves 31 de diciembre sigo con esta sensación de incomodidad. El quehacer cotidiano me distrae de este persistente sentir. Esa tarde, en la residencia geriátrica acontece algo más que incide en mi sensibilidad. Jacinta, una anciana centenaria, a la que conozco desde hace unos 10 años, aquejada de demencia senil, está en estado comatoso, agonizando, transitando sus últimos momentos en esta vida. Parte del trabajo de hoy es hacer acompañamiento de la familia asistiendo a la moribunda.
Corazones tocados por el dolor. Sus hij@s con sus parejas e incluso una nieta la observan en su forzada respiración agarrándose a un hilo de vida. Hablamos sobre la muerte, sobre lo que puede durar esta agonía… de cómo de ausente está su consciencia de su estado físico y sensorial. Jacinta está serena, con los ojos cerrados, como dormida; sin apenas reaccionar a los besos y caricias que entre lágrimas le dan.
Se aproxima el momento en el que cumple mi horario laboral. Acudo a despedirme del resto de los residentes y antes de concluir con todos ellos, la enfermera me susurra al oído que Jacinta ya se ha ido. Acudo de inmediato a la habitación y allí yace sin vida, rodeada ahora por tres familiares llorándola ahora sin contención.
¡Adiós Jacinta del Castillo! Acabas de concluir tu existencia de 102 años. Muerte serena y apacible rodeada por quienes la aman. ¡Buena muerte! – me digo. Doy mis condolencias a los familiares presentes. Me despido de todos ellos, regreso al salón con los demás residentes concluyendo la despedida. Ahora son las 17:20 H. del 31 de diciembre del 2015. Saliendo del hogar geriátrico pienso que esa tarde se moría una vida y en poco más de seis horas iba a morir el año.
Lúgubre sentimiento de pena más potente que ese de horror de horas antes… ¿O quizá un añadido más? La muerte no me causa horror… está más cercana a la ternura, al cariño.
Se me pasa por la mente la reflexión de la futilidad de tatos estados emocionales negativos ante la presencia de inevitable de la muerte. ¿Qué es cualquier sentimiento, angustia o temor ante la idea de la propia muerte? Desde allí el mundo que me rodea, con el que convivo, me parece irreal. Sólo la muerte aparece como la más trascendente verdad. Yo, como todos, nos entregaremos a sus brazos llegado el momento; y todo lo demás perderá su valor; el valor que yo haya dado en vida.

Poco después se aproxima la celebración del fin de año. En casa los preparativos de la cena, de las uvas y el jolgorio que le sigue.
Llamo por teléfono a mi padre, a mi hermana. Llamo a mi tío Paco a quién días antes había acompañado al cuap aquejado por un fuerte dolor de ciática en la mitad de la noche. Intercambiamos deseos de salud, bienestar y prosperidad para el año naciente.

Horas de distracción, en cuyos entreactos, acude el recuerdo de los sentimientos tan cercanos. El horror, la pena, la tristeza. Y después del brindis de halagüeños deseos, de haber dado la bienvenida al año nuevo, cuando ya vence el sueño, acudo al lecho retomando la desnuda dimensión del sentir… luego acontece una niebla en la consciencia y desaparezco en el sueño.

Como es acostumbrado, a las 7:30 H. se acciona el despertador consistente en la radio. Poco a poco me alcanza la nueva información.
 Ya es el Primero de Enero. Oigo opinar acerca del mensaje del Papa Francisco en el Año Nuevo. Ha dedicado, al parecer, su discurso al tema de la oscuridad y la maldad humana que aparece como poderosa cubriendo la bondad, ocultándola a la vista de la gente.
Me sonrío. El propio Papa Francisco haciendo un discurso muy parecido al que en el día pasado yo mismo me hacía y con el que aún sigo. Me entristece ese aire pesimista e boca del gran representante del cristianismo católico. Esperaba mayor luz en sus palabras y no el lamento de su no-manifestación en el conjunto de lo que acontece en el mundo.

¡Ay! ¡Destella la consciencia! Me entra risa de mí mismo.
¡Ahora caigo en lo que durante estos dos días me faltaba! ¡El asombro! ¡La maravilla!
Observo desde la consciencia, desde el testigo, el observador; el acontecer en el mundo como algo sorprendente causante de una sensación de asombro. ¡Qué maravilloso portento de energía creativa e este mundo! Aunque la creación pueda resultar una pesadilla. Y con el asombro, se deshace el horror. La maravilla, el asombro vence al horror en mí y también puede vencer el temor y la angustia en todos a quienes este sentimiento les atenaza.
¡Cuánta necedad en mí! ¡Qué tonto he sido durante tantas horas! Siempre aliento a abrirse al asombro, a la experiencia del acontecer de la vida. Y justamente ese miércoles pasado no se hizo presente cuando tanto lo necesitaba. ¿Cómo pude ignorarlo y no sentirlo como respuesta al intento de vencer a la membrana que comprimía mi luz interior? ¡Qué fácil hubiera sido el sólo convocarlo e invocarlo! Y no se me ocurrió. Por eso me río de mi estupidez. Nunca llegamos a ser lo suficientemente lúcidos para disipar nuestras propias tinieblas en un momento preciso. Y si entonces no pude sintonizar con el asombro, debía ser consecuencia de mi propia desconexión con mi autenticidad, con mi verdad. Estaba más atrapado por la mente de lo que entonces imaginaba.
El acontecer creativo en el mundo, fruto de la consciencia, pensamientos, deseos y acciones de la gente; manifestándose portentosamente independientemente de su cualidad positiva-favorable o negativa-dolorosa. Todo creaciones del Tonal de los tiempos en boca y manos de la gente que da forma al mundo y a los aconteceres de la humanidad en este hermoso planeta-hogar que es la Tierra.
¡Adiós sensación de horror! Ahora sí vuelvo a sentir el radiar de mi luz, al disiparse la membrana que la confinaba. ¿Cuánto durará este armonioso sentir? ¿Cuándo la necedad volverá a inundarme distanciándome de mi verdad, de mi armonía y la sensación de conexión y amor a Todo y tod@s?
No me importa. Sé que cuando menos lo espere. Pero hoy no es.  Hoy luce la luz en mi corazón y está abierto, lo siento grade, claro y fuerte. ¡Qué más puedo pedir!
Tan sólo el desear que puedas realizarlo tú y con ello nos podamos agrupar en gran número con este sentir, acariciando el hermoso y asombroso propósito de transmutar lo que nos separa en la belleza y armonía que nos une.



Ahí va mi testimonio y mi deseo para todas mis relaciones para hoy y todos los días sucesivos en la inmensidad del espacio-tiempo.

Un gran abrazo a Tod@s.

Ernesto Cabeza Salamó



No hay comentarios:

Publicar un comentario