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domingo, 12 de junio de 2011

Debate: ¿Se debería obligar a vacunar a todos los menores por la salud de todos?


Siendo mi aportación reflexiva al mismo:

Comentario a la propuesta de M. O. B.

     Apreciada M.
    Te escribo en el arrebato del momento, tras leer el documento que esbozas y participas como propuesta.
    No dispongo de conocimientos vastos como tú de veterinaria y ciencias agrónomas; y vivo en un ambiente urbano y, por ello no tan cercano a la tierra como tú en el Pirineo.  Tu reflexión me parece muy conveniente.

    El tema ya pone su punto crucial en el título: “¿Se tendrá que obligar a… por la salud de todos? De esto se deduce directamente a tu reflexión acerca de la aplicación de la medicina convencional, con sus concepciones, contradicciones e intereses, y la alternativa.

    Sin negarlo, ni mucho menos, lo que hay que presentar es la “persona del médic@” y la “persona del paciente”. Como licenciada universitaria que eres y, por ello, conocedora del adoctrinamiento del interés de las instituciones universitarias y, aún más con el actual sistema Bolonia, de los intereses de corporaciones y su poder que se introducen infectando el tejido orgánico del conocimiento. Y no estamos vacunados para ello ni tenemos antibióticos para tales gérmenes patógenos. Tan sólo medidas paliativas para sobrellevarlo con relativa dignidad.

     Los licenciados médicos, en su mayoría, fueron y/o son personas que ingresaron en este mundo profesional por vocación de estudiar, paliar, aliviar y sanar el sufrimiento humano debido a las enfermedades. Luego se les hace pasar por penalidades, por un sin número de cribas y un condicionamiento corporativista hasta que conciben al ser humano como un complejo mecanismo orgánico y, muy pocas veces como una gestalt o totalidad auto regulada. Y seguidamente quedan a merced de la presión de los mercaderes de la mercadotecnia que les extorsionan a fin de acabar de distanciarse del juramente hipocrático; y así servir a sus intereses egotistas de estatus. 
  
     Por ello los médicos, que deberían entender, empatizar y ser compasivos con sus pacientes, no pueden entenderlos ni empatizar y, consecuentemente, no pueden proponer un procedimiento de salud adecuado a ese sistema energético autor regulado individual o familiar. La responsabilidad de vacunar o no vacunar a un niño o persona no es algo formal, estadístico; es algo que se decide de acuerdo con la idiosincrasia del individuo en cuestión y su ubicación en la familia de referencia y del grupo social en el que se desenvuelve. Por ello la decisión no es fácil, supone un contacto y comunicación del médico-institución con el individuo como elemento un organismo más amplio que es todo el conjunto de su ambiente y relaciones.

     En un contexto será más beneficioso para el individuo y su colectivo una vacunación y, en otros, un sistema alternativo. El individuo y su familia no pueden cargar con esta plena responsabilidad porque la información plena y contrastable no está al alcance de todos dada la enorme variedad de intereses y motivaciones que nos rodean. Así, pues, se busca y confía en el consejo de una persona sabia y conocedora de los aspectos de salud. Y esto es lo primero que debería plantearse un profesional de la salud en cualquiera de sus ámbitos.
    Como esta responsabilidad es de tal magnitud, debería realizarse con el apoyo de “consejos o gabinetes” en los que se produzca asesoramiento multidisciplinar a los profesionales respecto a sus incertidumbres e inseguridades relacionadas con la aplicación de su servicio profesional. Las partidas presupuestarias serían rentables por la disminución de costes sanitarios debido al incremento de la salud de la población por esta razón y de otras que seguidamente se considerarán. Además de un sentido de prioridades de partidas por razones de política estratégica sean o no relativas a la salud.
    
     Otro ámbito de aplicación debe ser la crítica desnuda a los intereses lucrativos de las grandes corporaciones farmacéuticas que, separándose de su necesario origen, se deben, actualmente, al reparto de dividendos entre sus accionistas y no en el contribuir a sanar a la humanidad (la desarrollada, en vías de desarrollo y la olvidada). En esto pasa como en el mundo financiero. Los intereses de lo que se invierte en capital son el lucro y no el servicio. ¿No debería considerarse y tenerse en cuenta la intencionalidad del inversionista en relación con su finalidad motivadora de lucro o inversión en el mundo de la salud? ¿No se debería legislar este aspecto en función del interés de acrecentar su bolsillo o su altruismo? Creo que la investigación de la salud y el tratamiento de enfermedades es un servicio a la humanidad y no debe ser con finalidad lucrativo, sino un aspecto vocacional de “apoyar a los demás en mantener la salud y luchar contra el sufrimiento”, siendo como un mecenazgo y no un negocio. Necesitamos altruismo y no especuladores, necesitamos apoyo mutuo y no competividad. Hay que denunciar, en cualquier momento y en todo medio, todo aquello que , con seriedad, y contrastadamente se produzca en estas instituciones de ciencia y tecnología que se distancie de su función de “servicio a la humanidad”; sea por la manipulación de materiales sospechosos o tóxicos, por la usurpación y robo de conocimientos ancestrales de recursos de curación y sanación en las aún regiones vírgenes del planeta, que no se conviertan en patentes privadas, y de que realmente los fármacos que se comprueben eficaces y útiles se distribuyan globalmente y sin afán de lucro por toda la población de la “Madre Tierra”

Lucro de las farmacéuticas


     Démonos cuenta que es bien sabido que la presión de los inversionistas es “no solo no perder dividendos”, sino en incrementarlos año tras año. Esta es una enfermedad sistémica que infecta todo nuestro mundo ideológico independientemente de las creencias ideológicas y religiosas. Como podría decirse los propiamente cristianos no dogmáticos: “la puesta en acción del anticristo apocalíptico”. Y hago esta alusión adrede, no porque me considere o no cristiano, de hecho no tengo ningún interés de adhesión a cualquier confesión religiosa; sino porque, en forma de ideología y doble moral, atenta a la genuina ética humana ocasionando un dolor y sufrimiento latente y manifiesto en millones de personas en todo el planeta; muchos de ellos quedando mutilados o discapacitados de su condición humana, de su salud, abocados a la muerte (suicidios, enfermedades, guerras, exilio, emigración, …, mortalidad infantil, etc.). ¿Y qué medicinas tenemos para ello?
     La vacuna es “conciencia”, el darse cuenta. Y el tratamiento es una corriente de opinión de masas de que el sentido de la vida de cualquier individuo es el “contribuir al servicio de todas las relaciones” a partir de los talentos y posibilidades de cada cual. Empecemos con nuestra conciencia personal despertando del sueño del egotismo y, al instante, estaremos apoyándonos unos a otros en la familia, localidad y lo global sanando todo este tejido orgánico  humano infectado.

     Espero, con esta reflexión, apoyar y contribuir en tu iniciativa de reflexión y elaboración de este documento que propones como borrador.

     Con todo mi afecto. Ernesto Cabeza Salamó.


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